ENTREVISTA A GUSTAVO NIELSEN
LAT: ¿Cómo empezaste a escribir?
Gustavo Nielsen: Empecé a escribir para imitar a Quiroga y otra gente. Muchos estaban en un libro que me fascinaba. Se llamaba 45 Cuentos Siniestros, con prólogo de Gandolfo. Eran historias bien heavies. Lo leí cuando era muy chico, junto con Cuentos de amor de locura y de muerte. Me pareció muy interesante la idea de que alguien pudiera provocar algo tan intenso con ese medio tan sencillo, que es el del cuaderno y el lápiz. Recuerdo que cuando leí Cuentos de la Selva, pedí todos los de la solapa -una costumbre que sigo teniendo. La diferencia es que ahora los compro y antes me los regalaban-. No sé si las pasiones se revelan de tan chico, pero a mí sí me pasó. Y fui medio a los tumbos con esta pasión, porque nunca fui a ningún lugar a que me dijeran cómo hacer las cosas. Primero que no existían los talleres literarios (eso lo inventó Castillo para ganar plata).
LAT: ¿Conocés A Castillo?
GN: Sí, es un grande. Solamente fuí a su taller de visita, una vez. Él me publicó cuando yo tenía 12 años. Escribí unos cuentos cortos y los mandé a varias revistas. Yo vivía en Castelar e ir al centro era toda una aventura. Tenía que organizar un montón de actividades en el día para que el viaje rindiese. Una de esas actividades era buscar revistas literarias. Así fue como conocí el Ornitorrinco y mandé un cuento breve. Al mismo tiempo, Sergio Bizzio, que también tenía 12 o 13 años, mandó un poema. Yo no lo conocía a Bizzio y sin embargo hicimos lo mismo: conseguimos una máquina de escribir y pasamos nuestros escritos (para que no se dieran cuenta de que éramos tan chicos). Casualmente, nos publicaron a los dos, uno al lado del otro. Escribir es algo que siempre disfruté.
LAT: Sin embargo estudiaste algo que no está relacionado muy directamente con la escritura.
GN: Aunque mi viejo es ingeniero, el primer profesional de toda la familia, en casa nunca me exigieron estudiar. Con el secundario era suficiente. Pero yo quise seguir estudiando. Cuando elegí la carrera tuve que optar entre mis dos pasiones que son escribir y dibujar. Así que elegí el camino de la arquitectura, que está muy cerca del dibujo. Me pareció que iba a ser mucho más rentable que Bellas Artes. Por otra parte, con respecto a la escritura, en esa época no había muchas alternativas. La opción era que ir la facultad de Filosofía y Letras, pero no me gustaba la gente de ahí. Lo mismo me pasa hoy: veo a los filósofos y no me dan ganas de ser como ellos. Definitivamente ese no es mi lugar. De Puán me echan. Fui dos veces como invitado y al final no me dejaron hablar. Casi me tiran con tomates. Me hicieron quedar como un boludo, como que no sé hacer nada. Y en realidad no sé hacer nada, no hago crítica literaria y esas cosas que hacen ellos. Yo escribo porque tengo necesidad de escribir, de contar historias que me asustan a mí, que me mueven a mí. No soy un profesional de la escritura. Y con el stablishment, nunca me llevé bien, es más, me llevo a los palos. Con la Academia, con Planeta (sonríe)
LAT: Contanos un poco qué pasó con Planeta.
GN: Si se promociona como concurso, el Premio Planeta debe ser un concurso, no una operación de marketing. La operación de marketing es “hacé lo que quieras para venderme lo que quieras, que si yo lo capto, me enredé en tu plan y listo”. Pero no me hagas gastar plata, no me hagas sacar copias de mi novela, esperanzarme con algo que no existe. Miles de copias, anillados, resmas, tiempo, todo para que los tipos promocionen a alguien que ya sabían que iba a ganar, porque les sirve para sus arcas. Que no me jodan. Eso pasó. La demostración es el premio Planeta del 97, cuyo ganador fue Piglia. Ok, esa estrategia de marketing existe, pero a mí me revienta que exista, me parece mal, pésimo, así que fui y lo dije.
LAT: Hubo varios escritores que firmaron una carta en la que apoyan a Piglia.
GN: Esa lista la armó Schaveltzon. Varios me llamaron para contarme que los había llamado. Les pidió firma a algunos de los que representa. Unos cuantos dijeron que no, que ni locos. María Fasce y Federico Andahazi dijeron que no, por ejemplo. En realidad casi nadie lo apoyó a Piglia. Aunque hubo, claro, gente que me pareció raro que lo hiciese, como por ejemplo, Bayer y Cucurto. En total fueron unas 60 personas más o menos, las que firmaron la carta, pero eso no es preocupante para nada, es la misma cantidad de gente que fue al entierro de Alzogaray (risas) ¿Quién no tiene 60 personas? Piglia representa el fascismo cultural, así como también la revista Ñ , algunos agentes literarios y el premio Planeta.
LAT: Se reeditó tu libro Playa quemada en Interzona.
GN: Sí, estoy contento. Es una buena editorial y la gente de ahí es lúcida e inteligente.
LAT: ¿Es una casualidad que se parezcan tanto los títulos Playa quemada y Plata quemada?
GN: Capaz es esa la cuestión inconsciente de por qué hice el juicio, ¿no? (se ríe). Yo lo puse antes. En su momento hablé con Schaveltzon por ese tema, porque había trascendido que en Planeta le habían retitulado la novela a Piglia con un título muy parecido al mío, y me dijo “no importa, nuestro libro se va a vender más”.
LAT: ¿Cómo es tu relación con la obra de Borges?
GN: A Borges lo leí de grande y no siento que me haya marcado demasiado. Sí, en cambio, las novelas de Bioy Casares, sobre todo Plan de evasión, La invasión de Morel y Dormir al sol, que me parecen unas novelas extraordinarias. Ésta última es una película genial.
LAT: Ahora estás haciendo un guión, no es cierto?
GN: Sí, estoy en un proyecto junto con Luis Campos. Me parece muy interesante el hecho de narrar imágenes, pero me resulta dificilísimo.
LAT: Sin embargo, en tu prosa la imagen ocupa un lugar un importante. Por dar un ejemplo, en el cuento Alucinantes Caracoles lo que marca el ritmo es la repetición de una imagen: la prima de los chicos coleccionistas dando vueltas y haciendo girar su pollera azul.
GN: Ah, sí, ese cuento lo escribí cuando tenía 13 años y a los 15 lo corregí. Es que había leído La intrusa, de Borges, y me generó muchas inquietudes. Eso fue prácticamente lo único que leí de Borges en la adolescencia. En esa época me parecía un aburrimiento. Los poemas de Borges igual siguen sin gustarme ni un poco, salvo uno que se llama El desierto.
LAT: Es más interesante la poesía que hay adentro de sus cuentos, ¿no?
GN: Sí, totalmente. Me pasó muy seguido de encontrarme con gente que me dijo “pero tal poema de Borges es maravilloso” y yo les respondí “ok, a ver, decilo” y no lo sabían recitar. Los poemas que son buenos se te graban en el cerebro.
LAT: ¿Corregís mucho tus textos?
GN: Sí, corrijo bastante. Los cuentos de Playa quemada igual no los corregí, pero porque en la edición anterior ya lo había hecho y también por una cuestión de respeto hacia mí, cuando era chico. Además, lo que se dice “corregir” aprendí hace poco. Aprendí con novias que habían estudiado Edición (se ríe).
LAT: ¿Ahora estás escribiendo?
GN: Sí, estoy escribiendo cuentos, que es lo que más me gusta. Es más directo y le hago perder menos tiempo a la gente. Además, si el cuento es bueno, es más mejor que una buena novela. El cuento es una medida, un recurso, un orden. Esas cosas son muy importantes. Por eso no leo mucha poesía, a no ser esa poesía que cuenta algo, como Baudelaire, que es maravilloso. Ahora me gusta mucho una poeta que se llama Sharon Olds. Tiene un libro que se llama El padre, traducido al español por Mori Ponsowy. Se los recomiendo. Cuando Olds tiene 35 años aparece su padre, que la había abandonado de chiquita. Aparece porque está enfermo de cáncer de garganta y no tiene plata para pagarse una enfermera que lo cuide. Ella al principio no quiere saber nada, pero al final accede a cuidarlo. Ahí empieza a escribir. Cada poema es una cosa que vio durante esos 20 días que cuidó a su padre. En total escribe 40 poemas que son lo más heavy que se puedan imaginar. Pienso que para eso uno escribe, para contar de una manera diferente lo que pasa, lo que inquieta y lo que no se puede decir si no es a través de la ficción. Me acuerdo, hablando de cosas que no se pueden decir, que cuando leí por primera vez el Nunca más, hubo partes que me calentaron sexualmente. Eso me dio la idea central de Auschwitz.
Retomando el tema del Nunca más, me parece algo horroroso, es en realidad un manual de torturas que te enseña, por ejemplo, a armar una picana con un velador. Es lamentable, y es lamentable pasa solamente porque está mal escrito. Porque Sábato no supo escribirlo bien.
LAT: ¿Te interesa la literatura japonesa?
GN: No soy un especialista en el tema, pero hace poco leí La casa de las bellas durmientes y me pareció genial. También leí El pájaro que da cuerda al mundo, de Murkami , pero no me gustó tanto, se repite mucho. Kawabata, me gusta. Además de sus historias, hace reflexiones muy interesantes.
LAT: ¿Qué escritores actuales te interesan?
GN: Patricia Suárez, Damián Tabarovsky, Sergio Bizzio. Ahora leí algo extraordinario suyo (recita de memoria): “No encuentro haber hecho nada para ganarme un odio tan atroz. Mi vida es tan corta y eterno el infame círculo que domina este músculo, esta ceniza. Debieran ustedes amarme. Siempre habrá sombra después de luz. Se inclina, vuestro servidor ”.
LAT: Para terminar ¿Cómo te gustaría que te vean de acá a 20 años?
GN: No me preocupa demasiado eso. Lo que sí me gustaría es que paguen, aunque sea un whisky (se ríe). Toda una vida destinada a pagar yo por esto... Estoy podrido. Por suerte, ahora recibí el Premio Municipal y aunque no es mucho, algo es algo.
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