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Modos de asedio
Literatura argentina siglo XX
Literatura argentina siglo XX
A-¿Cuándo escribís? ¿Tenés algo
así como una “rutina”?
No tengo una rutina, aunque
sospecho que me gustaría levantarme y escribir temprano por la mañana, mi mejor
momento del día. Mis días están férreamente demarcados por las exigencias
materno-hogareño-laborales, de manera que escribo cuando encuentro un ramillete
de minutos en estado de asamblea: durante el lavado largo del lavarropas (a las
doce de la noche), durante la ducha nocturna de mi hijo, con las milanesas en
el horno, y así.
B- ¿Le dedicás todo el tiempo
que te gustaría a escribir?
No, aunque tengo la sospecha de
que si pudiera escribir y nada más no me resultaría tan convocante hacerlo ni
pondría tanta garra en hacerlo: sería menos triunfo.
C- ¿Sobre qué tema pensás que
no vas a escribir nunca? ¿Por qué?
No me decido y aparte: nunca
digas nunca.
D-¿Últimos tres libros que
hayas leído y te hubiera gustado escribir a vos?
Gracias, de Pablo Katchadjián; Injuria, de Álvaro García Pérez
(“Agepé”); Pinamar, de Hernán Vanoli.
E-¿Estás escribiendo algo nuevo
ahora? ¿Qué?
Sí, acabo de terminar una
novela satírica sobre los noventa-dos mil que tengo intención de presentar al
Premio de Novela de Página/12 de este
año y ahora voy a seguir con otra centrada en el vínculo de una línea de
mujeres (madre e hijas) que deben hacerse cargo de una abuelita centenaria que
es más un personaje de Beckett que otra cosa. La idea es visibilizar las nuevas
(terribles, por momentos) responsabilidades puestas en juego por la longevidad
a la que una parte de la población mundial está llegando. Además de una
reflexión sobre la extraña naturalización de situaciones que no eran –hace unos
años– tan “normales”: mujeres sexagenarias teniendo que cambiarles les pañales
a madres de noventa y pico o darles de comer en la boca; ese tipo de cosas.
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