EL FUTURO (G.Garcés) por Juan José Burzi

EL FUTURO (Seix Barral, 2003)
de Gonzalo Garcés
por Juan José Burzi

Obstáculo I: Resulta al menos desconcertante leer el relato en primera persona de Miguel, Chileno, que de a momentos, por expresiones y hasta por ciertos puntos de vista, parece Argentino. El propio Miguel se ocupa de aclarar, luego de irritarnos con varios capítulos así escritos, que esto se debe a haber vivido en diferentes momentos de su vida tanto en Argentina como en España. Parecería ser una exageración del autor. ¿Los motivos? Los ignoramos.

La historia: Miguel, el protagonista, llega a París para visitar a su hijo, Joaquín. Miguel se siente cada vez más atraído por la esposa de Joaquín. Las dudas y los cuestionamientos morales y éticos que esto le ocasiona, sumado a que no puede regresar a Chile a causa de la huelga parisina del '95 y que no tiene otra salida que enfrentarse con su presente y su pasado, son los disparadores en Miguel para hacer un repaso de lo que fue su vida hasta ese momento, para replantearse la relación con Joaquín y también su futuro.

Entrevista: Miguel comienza a ver las gra-baciones de una entrevista a Raymond Bulteau (un intelectual de izquierda de los 60s, ahora místico cristiano) en la cual está trabajando Joaquín. Miguel teme, a medida que ve las cintas, que su hijo sea parte de una organización turbia, o de una secta. Un temor poco infundado desde el personaje de Miguel, que supo militar en su juventud y que bien pudo haber sostenido opiniones similares a las de Bulteau.

Obstáculo II: Cuando Garcés se adentra en la psicología de Miguel la novela comienza realmente a mostrar sus carencias: la psicología del personaje es lineal y poco profunda, se la podría definir de este-reotipada. Lo mismo se puede decir del libro en general. Si bien es justo decir que Garcés escribe con pericia (la prosa es despejada y amena, sin retóricas ni complicaciones gratuitas), el problema reside en el poco vuelo literario de la novela.

Aciertos: Cuando muestra al antes revolucionario Alfredo, amigo de Miguel, ahora devenido en un triste mercader cultural. Lo patético y lo grotesco está impecablemente retratado, así como también sucede con los momentos en que Miguel visita y piensa en Dino, un viejo amigo que está internado con cirrosis y la compañía del delirio en un hospital. Insisto: Garcés escribe muy bien.

Desaciertos: Sobre el final del libro, Miguel y Joaquín discuten: En ningún momento esa discusión se torna creíble y carece de la profundidad que la situación planteada reclama. La novela no logra escapar de su correcta insipidez ni aún en lo que debería ser su instante crucial.

Epílogo: Al final de la novela, el que narra es Joaquín (escribe una nota a un amigo) y retoma el tema de la entrevista a Bulteau aludiendo a un secreto que Bulteau reveló (y que no es mi intención contar, puede haber entre los lectores algún espíritu penitente con ganas de leer la novela) y que lo hace decir: por primera vez creí entender a mi padre que, pese a todo, en cierto momento optó por mí. La novela se reitera en frases y momentos así, melodramáticos, afectados e innecesarios. Y aún hay más: en esa misma nota, Joaquín cuenta una escena que sorprende por lo alegóricamente elemental y torpe que resulta, en donde presenciamos una reconciliación padre-hijo digna de cualquier novelón norteamericano.

Definición I: Nacido en 1974, publicó Diciembre (1997) y Los impacientes (Premio Biblioteca Breve Seix Barral 2000). El nombre de Gonzalo Garcés siempre estuvo emparentado con la idea de “promesa literaria”. Luego de leer El futuro (su tercera novela), tal vez sería más adecuado con la realidad hablar de “desilusión”.

Definición II: Finalizo citando a un personaje del libro, que, al hablar de los grupos editoriales, dice que "estos imponen productos vanos, light como se dice ahora que inundan las librerías con creaciones tan apresuradas como olvidables". Nunca más de acuerdo con Gonzalo Garcés.

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