ESCRITOS IRREBERENTES (de Juan José Hernández) por Augusto Munaro

ESCRITOS IRREBERENTES
de Juan José Hernández
Adriana hidalgo, 2008
por Augusto Munaro

El poeta y escritor recientemente fallecido Juan José Hernández (1931-2007), será recordado por su impecable elegancia de estilo. Su obra lo comprueba. Dejó un puñado de admirables libros editados todos por el sello Adriana Hidalgo: Así es mamá, sus cuentos completos, La ciudad de los sueños, su única novela y la summa poética titulada: Desiderátum. Además de ello, fue un exquisito traductor de Jean Cassou, Paul Verlaine y Tenessee Williams, como así también, colaborador de numerosos diarios y revistas literarias. Escritos Irreberentes, reúne los mejores ensayos críticos que compuso a lo largo de medio siglo en suplementos culturales porteños y tucumanos.

Compuesto por páginas dedicadas a personalidades literarias ejemplares como: Rubén Darío, Silvina Ocampo, Octavio Paz, Juan Liscano, Pablo Neruda y Enrique Molina, entre otros. El libro revela un común denominador: su interés por vindicar la poesía erótica. Tema predilecto, que florece en su prosa amena y exuberante. Francófilo consumado, J. J. Hernández subraya el valor medular del erotismo en la lírica, ya que consideraba a la misma como “la alianza del cuerpo con el espíritu, el vínculo sacramental con la vida orgánica y la afirmación del ser frente a la nada y al absurdo de la muerte”. Principio que no sólo se puede apreciar en sus mejores versos, sino también en estos refrescantes retratos en prosa.

Dueño de una finísima pluma, logra atraer al lector con sus páginas efervescentes; brotadas de gustosa sensibilidad. Para ilustrar su arte, haré mención tan sólo de un ejemplo de su galana escritura. Estando en Portugal, en un barrio al que visitó en Lisboa, llamado Alfama, J. J. Hernández escribió: “Con sus calles estrechas y empedradas que bajan hasta el puerto en abruptas pendientes, sus viviendas de paredes blancas a la cal y sus terrazas donde las mujeres ponen a secar la ropa, Alfama conserva todavía el aspecto del caserío árabe que le dió el nombre. Deambulando por un laberinto de callejones oscuros y escalinatas desparejas, llegué a una plazoleta solitaria, con su vieja fuente de piedra adosada a un muro cubierto de musgo. El agua fluía por las bocas exangües de unos peces mellizos que entrelazaban sus colas. A un costado, había una placa de mármol donde se leía: Fonte do poeta, y debajo unos versos de Antonio Botto, inspirados en esa fuente”. Con abrumadora soltura, y un estilo claro y conciso, nos deleita con imágenes penetrantes. Hernández pinta las emociones con los colores de las palabras, de allí su respeto por la lengua y su comprensible aversión por la escritura sucia y desprolija.

Lo mismo se puede asegurar de sus apreciaciones estéticas que el delgado volúmen duplica en cantidad. “Lugones: la Luna-doncella en su poesía amorosa”, es un lúcido estudio de la poesía modernista de “Lunario sentimental”. También lo es “Pretérito perfecto: ¿una novela experimental?”, donde cuestiona la novela urbana, y sus posibilidades formales. Siempre con pasión, la elaborada sencillez de su prosa esclarece ciertos aspectos desconocidos de Las ratas, novela de José Bianco, la poesía de su amiga Alejandra Pizarnik, como también desmitifica la figura estatuaria del escritor Adolfo Bioy Casares.

Con agilidad, revive el Siglo de Oro español, recordando a Garcilaso de la Vega, Juan Boscán y San Juan de la Cruz. Sus artículos, al no ser ponderativos, recurren como en William Hazlitt, a un equilibrado juicio de criterio. Se trata de ensayos que exigen como en las verdaderas literaturas -léase: Arnold Bennett, Charles Lamb, Borges, o Ezra Pound- una lectura sensual y hedónica. La ironía y el humor son dos características que no le son ajenas a su estilo. Por fortuna, Escritos irreberentes, es un libro que enriquece las letras nacionales dado que aún demuestra que es posible la literatura no degradada.

No hay comentarios.:

LECTORES QUE NOS VISITAN