LA ALCOBA DORMIDA (de Juan Villoro) por Camila Fabbri

LA ALCOBA DORMIDA
de Juan Villoro
Casa Edirtorial HUM, 2009
por Camila Fabbri







Por fin
Juan Villoro es un escritor y periodista de origen mexicano. Escribe libros para chicos, además de novelas, y publica sus cuentos en distintas antologías. Un autor que tiene la posibilidad de lo versátil: algo de todo esto se ve en el resultado que se obtiene una vez cerrado su libro. La alcoba dormida es su primer libro editado bajo el sello uruguayo Hum ; esta editorial no muestra una foto del autor en la solapa. Hum lo dibuja. ¿Por qué querrían hacer tanto al respecto? Pienso. La literatura de Villoro tiene el recorrido propio de un dibujo que empezó con la convicción del trazo correcto y quedó a medias. Es decir, hay un punto (imposible especificar la temporalidad) en que el trazo se pierde. Hay algo (¿alguien?) que queda en el camino. La idea de dibujar al autor coopera en eso que no termina de desentrañarse. El esquema del cuento de Villoro es un dibujo imperfecto.

De todas formas, es imposible aplicar esta idea a un todo: porque La alcoba dormida no se trata de una novela. Hablar de un todo significa ir por partes, cuento por cuento, y los caracteres no me lo permiten.

Sigo pensando en lo posible: en la división de los primeros siete cuentos y los últimos tres. Alguien, previo a mi, pensó de esta forma. El orden de los cuentos arma una escala. Es indiscutible la diferencia que existe entre una literatura y otra, conviviendo en un mismo empaque. En la contratapa de La alcoba dormida, Daniel Viglione cita algo similar; habla de los primeros cuentos refiriéndose a una libertad expresiva que entiendo como amplitud/variedad, y habla de los últimos como una muestra de una serena madurez expresiva. Es decir, la variedad se sitúa en algo concreto. Hacia el final se elije, se entiende. Pero para eso es necesario el recorrido de otros cuentos, los primeros, que dejan un interrogante que, me animo a decir, no debería estar ahí.

Entonces, hablar de esta posibilidad en sus cuentos, tomando como exponentes dos: El silencio de los cristales representa la libertad expresiva de la que habla Viglione: el dueño de un negocio de antigüedades se enamora de una chica que se embelesa con la idea de estar cerca suyo. No hay razón. Se arma una dualidad que no se entiende entre dos personajes. No es necesario entenderla. Me animo a decir que prefiero no entenderla. La resolución se da de una manera sencilla, casi mágica (¿fue todo un sueño?). Desórdenes mentales en la chica. Desórdenes mentales, por consiguiente, en el dueño del negocio. La posibilidad de estarse cerca es internarse, simulando los mismos efectos mentales. Villoro presenta un mundo interesante, que termina por quebrarse cayendo en un lugar común. Me animé a decir.

Puedo hablar de un “en cambio”, tomando el segundo exponente -lo que Viglione verbaliza como madurez expresiva- cuando cito Coyote, el anteúltimo cuento de esta antología. Villoro habla de un viaje: parejas conocidas en común acuerdo. La consigna principal parecería ser alejarse. Uno de ellos se pierde, y el equilibrio desaparece. Villoro presenta un mundo dotado de un lenguaje propio. Llegar a este cuento, a este punto del empaque/libro y preguntarse: ¿Por qué no antes? ¿Por qué no, algo de esto, antes? Juzgaría que lo versátil por fin busca su espacio, manteniendo por supuesto, lo genuino de la variante.

Parecería que en este caso hablar de por fin tuviera su lógica, porque es justamente hacia el final, en el que se da el hallazgo que amenaza ni bien el libro empieza.

Este ordenamiento, entonces, prohíbe la posibilidad de dejarlo por la mitad. El fin llega. Y salva.
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1 comentario:

ubbo-sathla dijo...

"La literatura de Villoro tiene el recorrido propio de un dibujo que empezó con la convicción del trazo correcto y quedó a medias." (C.F.)

"Pero hay excepciones, pensé; gente que sobrevive una semana comiendo periódico en una cañada, gente que resiste quince heridas de picahielo, gente electrocutada en tinas de agua fría que regresa para contar su historia y que nadie la crea." (J.V.)

lo que daría por sentarme en una mesa frente a C.F. y discutir estas cosas con un café de por medio.

estoy seguro de que es petisa.

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