LA CIUDAD DESPUÉS DEL HUMO (de Mario Capasso), por Alicia Pastore


LA CIUDAD DESPUÉS DEL HUMO
de Mario Capasso
Martelli y López Editores, 2011
por Alicia Pastore



En "La Ciudad después del humo" Mario Capasso toma los comandos del juego y ordena al lenguaje decir.

El narrador nos habla, al principio, desde un ínfimo espacio de lugar y de tiempo:

Aquella mañana del regreso de la multitud a La Ciudad, para variar, amanecí con los ojos abiertos y medio baqueteados.

De un tirón.

Con migraña, además.

Enseguida, durante el lapso comprendido entre el estremecimiento de un muslo y la sacudida del otro, sentí cómo se integraba a mi cuerpo la opresión de un calambre sin adjetivos.

Sin embargo, a poco de comenzar la historia abandona su circunscripción para colarse en los laberintos de una realidad más amplia y atemporal, al tiempo que se escurre en múltiples ensoñaciones, a través de las cuales describe circunstancias ilusorias o reales, en las que se evidencia la precariedad de la condición humana a la que estamos expuestos.
Lo hace desde un discurso que oscila entre el sentido estrictamente real y la alegoría.

Se sirve de un tono ácido, entre humorístico y resignado, que no contempla ni rebeldía ni condescendencia y se instala en el centro del relato con la plena aceptación de los hechos.

Una coyuntura de lenguaje poético, aforismos y terminología localista compromete al lector en un viaje íntimo hacia la aceptación de una realidad de conjunto que se impone en la vida del individuo, más allá de su voluntad.

El escritor, al reconocer la imposibilidad del hombre de escapar de la circularidad en la que se encuentra atrapado, aporta al lector el recurso del lenguaje como elemento liberador de una nueva construcción que pueda navegar las aguas del propio discernimiento. No obstante, no pasa inadvertido el ensamble que 

Capasso hace del final con el principio de la novela en una suerte de reincidencia de los hechos, que brinda en forma deliberada, otro modo lúdico de incitación. En síntesis la lectura de La Ciudad después del humo constituye, según creo, un recorrido a través de las infinitas experiencias que las palabras nos ofrecen y que, en el relato, parecen inaugurar un nuevo universo posible.

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