LA COLMENA DE CRISTAL
de P.M.Hubbard
La Bestia Equilátera, 2014
por Pablo Ariel Varela
En ciertas ocasiones los deseos son nuestra
mejor representación, ellos hablan por nosotros, hasta me animaría a decir, que
en el fondo somos lo que deseamos y/o
los métodos que utilizamos saciar la demanda. Me pregunto: ¿Qué resulta
más fuerte el deseo o el amor? ¿Existe realmente una separación entre ambos?
Una de las pocas que tengo en claro es entender a deseo como el argumento
principal de la posesión.
Recuerdo un ensayo de Éric Marty sobre Barthes (Roland Barthes el oficio de escribir) se relata una bella anécdota (resumo) tiempo
después de la muerte de la madre de Roland Barthes, Éric decide acompañar a su
maestro a la antigua casa a las afueras de París, uno de esos días deciden
ordenar la biblioteca, fascinado Éric encuentra una hermosa edición de “los
placeres y los días” de Marcel Proust ilustrada por Madeleine Leimare, meses
después ya en la ciudad Éric Marty recibe una encomienda de mismo Barthes allí
estaba el libro de Proust acompañado de una pequeña nota que decía: "Los
objetos, como las personas, deben ser para quienes los desean". Estoy
convencido (dejando de lado los artificios de la retorica) los deseos siempre
nuestro principal y más sincero argumento.
El escritor británico Phillip Maitland Hubbard
en La colmena de cristal (1965) nos presenta deslumbrante historia de deseos
y argumentaciones. La novela narra la vida de Johnnie Slade, un apasionado
coleccionista de cristal antiguo, Johnnie se entera de la existencia de una
pieza única y fascinante, un plato de cristal del siglo XVI llamado: “La Tazza
Verzelini”, la historia de la cristalería apenas tiene registro, fue construido
por Giacomo Verzelini, se presume el plato formaba parte un regalo del artista
a la reina de Inglaterra y unas pocas fotografías de mala calidad aparecidas en
una publicación especializada, suponían su existencia ya que la pieza no
aparecía fuera de todos catálogos.
El cristal antiguo, al igual que los
Stradivarius, representa uno de los últimos milagros de la manufactura, P.M.
Hubbard relata: “(el cristal antiguo) es
un producto característico del último florecimiento de nuestra civilización,
antes de que la revolución industrial trajera prosperidad y mecanización. Fue
entonces cuando empezaron a agregarle carbonato de sodio al cristal, incluso
hasta al de buena calidad, hasta transformarlo es pasta barata”. Estos
detalles de época sumada a la fragilidad del material convierten a la “La Tazza
Verzellini” en una pieza de un valor incalculable donde el valor de la
antigüedad supera a la pieza artística. “El
cristal no puede repararse ni soldarse; no se puede moldear de nuevo ni se lo
puede pulir. (…) Cada segundo en la existencia de un cristal antiguo es un
segundo robado a una destrucción largamente postergada. El milagro de su
sobrevivencia casi supera al milagro de su creación” (P.M. Hubbard).
Tras una minuciosa investigación, a base a la
pobre información recolectada de la revista “Cristal antiguo” y más
específicamente su editor Mr. Levinson, viejo colega recientemente fallecido en
circunstancias poco claras. Johnnie Slade se dirige a “Dunsteet” una ciudad (ficticia) ubicada a
150 millas de Londres cerca de la costa sur de Inglaterra, allí en una casa de
subasta conoce a la recepcionista Claudia James, contendiente irresistible,
nuestro personaje se enamora, a partir
de este suceso, P.M. Hubbard, crea una verdadera "colmena”, trama
apasionante donde el asombroso entretejido de sucesos y personajes se hilvanan
con los detalles más mínimos y siniestro, donde los deseos se confrontan y
Johnnie está obligado a elegir entre el lujurioso amor de Claudia ("femme
fatale") o la misteriosa "Tazza Verzlini" a medida que avanza la
novela, se personifica, objeto delicado e inmortal que amplifica su obsesión a puntos limites.
Para finalizar: La Colmena de
Cristal de P.M. Hubbard resulta una novela agradable y donde la intriga
es manejada con maestría, capítulos cortos y regulares, con marcadas
características del genero de suspenso, dejan al lector expectante hasta las
últimas líneas, a la espera de una nueva traducción en castellano.
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