Lovecraft, contra el buen gusto, contra la literatura.
Lovecraft fue, según el gusto de quien lo
lea, un genio visionario o uno de los escritores más ridículos de todos los
tiempos, con una debilidad fatal por acumular adjetivos como “horrible” e
“indescriptible”. El horror cósmico fue la base de partida de su obra, y además
inventó una mitología única compuesta por los indescriptiblemente antiguos
“Primordiales”(o también traducidos como “Antiguos”) Entre ellos, tenemos al
gran Cthulhu, un ser horripilante, con cara de tentáculo, alas de murciélago, enormes
dimensiones, que acecha bajo los océanos más profundos y más allá de las
estrellas más lejanas, que está solo y espera. Muchos críticos destacaron la
escasa calidad literaria de sus trabajos, entre ellos, el crítico
estadounidense Edmund Wilson, que escribió que el único horror real en la obra
de Lovecraft era el "horror del mal gusto y del mal arte".
Otros lectores calificaron a Lovecraft
con más generosidad, entre ellos Borges, Stephen King y Joyce Carol Oates, pero
nunca la obra del norteamericano tuvo una defensa como la de Michel
Houellebecq, hoy por hoy, de los novelistas contemporáneos de más renombre.
Para Houellebecq, Lovecraft es uno de los escritores más importantes del siglo
XX.
Para Houellebecq, los relatos de
Lovecraft son magníficos y vibran como encantados. Incluso elogia a Lovecraft
como estilista. Una movida audaz, teniendo en cuenta que Houellebecq tiene el
inglés como segundo idioma (de hecho, dijo en varias entrevistas que se mudó a
Irlanda durante un tiempo para escapar de los impuestos y para hablar en
inglés). Houellebecq sostiene que el estilo de Lovecraft es fantásticamente ampuloso,
y además está impregnado de un retorcida retórica, ligada a sus delirios de ser
un caballero del siglo XVIII.
Otra idea que se desprende del ensayo de
Houellebecq, es que una de las cosas que hace a Lovecraft tan distintivo es el
horror que encuentra en la idea de un tiempo y un espacio infinitamente
profundos y el conocimiento de un universo monstruosamente indiferente ajeno a
nuestro pequeño mundo de valores humanistas.
Tal vez el mayor mérito del libro de
Houellebecq sea es de poner sobre la mesa un tema que nunca se trabajó tan
acertadamente: A pesar de los tentáculos, las alas de murciélago y la muerte
que puede perecer con el paso de los eones (?), el verdadero lado oscuro de
Lovecraft es su odio étnico. Asombra la intensidad del mismo en las citas que
hace Houellebecq de su correspondencia, demostrando que no son interpretaciones ni sospechas infundadas, sino
un pensamiento intrínseco a la visión de Lovecraft. Como dato de color, se
puede pensar, a partir de algunos de los propios trabajos de Houellebecq, que
ese racismo es evidentemente algo con lo que tranquilamente puede empatizar.
Volviendo a Lovecraft, el libro nos
muestra como este criado en un ambiente conservador de Nueva Inglaterra, nunca
se recuperó del impacto de su época de pobreza en las calles de Nueva York y lo
dejó con la convicción de que, a la larga, las "personas sensibles"
serían pisoteadas por "chimpancés grasientos" (inmigrantes y personas
de estratos sociales inferiores al suyo).
Este es el subtexto humano de la
cosmología pesimista de Lovecraft, donde la cordura y la civilización están
condenadas a verse abrumadas por malignidades innombrables. Los Antiguos (como
Shub-Niggurath 'la cabra negra con mil crías', Nyarlathotep 'el caos reptante',
el dios idiota Azathoth y, por supuesto, el propio Cthulhu, durmiendo en la
ciudad sumergida de R'lyeh), son supuestamente adorados por gente 'primitiva'
en forma secreta en todo el mundo, así como el horror cósmico de Lovecraft es
inseparable de sus sentimientos sobre el declive de Occidente.
La soberbia discusión de Houellebecq
sobre Lovecraft ofrece una profunda comprensión de lo que impulsa su propia
escritura, así como de las tendencias reaccionarias del género de terror:
sostiene que los escritores de terror son en general reaccionarios porque son en
forma particular y profesional conscientes de la existencia del mal.
La reedición de este excelente ensayo,
así como incontables trabajos basados en la obra de Lovecraft, parece indicar
que este revival llegó para quedarse. Curiosamente, la mitología inventada por Lovecraft,
que siempre insistió en declarar que era ficticia (era un materialista
convencido) ahora es seguida como una nueva religión por un gran número de
ocultistas, incluso ofreciendo una alternativa moderna al satanismo. Con esta
cuestión de la religión y el hecho de que los Antiguos están disponibles en
juguetes, tatuajes y hasta en peluches (hay 'Plush Cthulhu' y cosas por el estilo), no
puede evitarse sentir que la visión de Lovecraft se subvirtió y diluyó.
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