CECILIA FERREIROA
a) ¿Cuál es tu opinión sobre la autoedición o "edición de autor"?
Lo verdaderamente importante, y difícil, es escribir un libro. Lleva mucho tiempo y esfuerzo, y compromete por completo al que lo escribe. Esa es la tarea que vale, el acto de transformación y de potencia. Luego viene el deseo de hacerlo público y que circule, entonces la autoedición es una posibilidad de hacerlo si las otras posibilidades no funcionan o si no se quiere pasar por todo ese proceso de búsqueda de editorial, que puede ser arduo. No conseguir que una editorial edite el material, no necesariamente se debe a que es malo. Son muchas las razones por las que un libro no consigue ser aceptado en una editorial, muchas se refieren al criterio estético o comercial del editor, las agendas, y otras al libro en sí mismo. La autoedición puede servir para seguir adelante y no quedarse atascado en el rechazo. Destraba, permite seguir escribiendo, disfrutando de la escritura. Que la escritura sea algo vital es en definitiva lo que nos hace escritoras y escritores, no la editorial en la que circunstancialmente se publica el producto de nuestro trabajo (que tiene mucho de juego también, pero que lleva esfuerzo y tiempo).
¿Te autoeditaste alguna vez?
Por el momento no. Pero lo veo como una opción posible. En principio me interesa la autoedición también como cierta búsqueda de una edición más artesanal o de libro objeto. Mi problema es que me produce cierto pudor autopromocionarme. Y quizás lo podría hacer si el libro como objeto me pareciera bello.
b) Cuando llega a tus manos un libro que es una edición de autor, ¿lo abordás con algún prejuicio?
No lo hice las pocas veces que llegó.
¿Nos podés dar algún ejemplo de algún libro autoeditado que recomiendes?
Recuerdo libros autoeditados de escritores que han editado libros de la manera convencional, como Indicaciones para otra mudanza de Laureana Buki Cardelino, Mecon de Mara Pedrazzoli, Mr. Majestyk de Leo Oyola y El pasaje de Hernán Lucas. Y todos me han gustado mucho y me han parecido trabajos muy interesantes y valiosos. Ediciones con un diseño especial, que los vuelve un objeto único, novedoso. Y confieso que me gustó también que fueran autoediciones, me gustó como un cierto gesto de libertad y de amor. No hay una sola opción en el mundo de la publicación de libros, y es bueno tenerlo en cuenta.
c) Fuera de las diferencias que suelen haber en tirada, distribución y prensa, ¿nos darías tu punto de vista de por qué se considera "más seria" una edición en la que el autor no paga por ser editado?
Algunas editoriales, que tienen cierto nombre y circulación, hacen pagar al autor por la publicación de su libro. Eso no es algo que se diga públicamente, quizás justamente por ese prejuicio, pero sucede con editoriales conocidas. Con lo que el pagar por la edición no es exclusivo de la autoedición. Proust, al que Gide le rechazó el primer tomo de En busca del tiempo perdido, pagó por la edición que hizo en una editorial chica. Es difícil escapar de las valoraciones de la cultura, de sus lugares comunes, pero sería bueno tratar de mirarlos críticamente; y acercarnos a los libros sin tantas etiquetas o valoraciones. En definitiva, lo que importa es la experiencia de lectura que tengamos con ese libro, y nuestro propio criterio –que espero sea algo en transformación y construcción, que se sacuda por la misma experiencia de lectura–.
¿Es tan importante la figura del editor?
Yo creo que es importante el lector del material. Un editor con suerte es un buen lector, alguien que se va a poner a leer detenidamente el texto. Me parece importante que un texto tenga algunos, más de uno, lectores atentos y refinados, que puedan dar su opinión y sus críticas del material. No siempre se trata del editor. En mi caso, mi sensación fue que esas lecturas siempre ayudaron a que el texto mejore, a pensar cosas que no había pensado. Y en mi experiencia, el trabajo con el editor o la editora de mis libros fue muy buena. En el caso de mi último libro, la editora, como lectora atenta y refinada del material, comentó aspectos que ayudaron a mejorar algunas cosas que debían ser mejoradas.
Me parece que ahora hay otras maneras de hacer público un escrito que no pasan por el libro, como las plataformas sonoras, y que no tienen la figura del editor. Curiosamente, en esas formas de circulación de los propios escritos no aparece esta sospecha. ¿Entonces no será que la sospecha se funda en la manera en la que circula la figura misma del editor? Como un criterio, incuestionable y deificado, que valida el texto. Pero hay que humanizar, en términos políticos estéticos y económicos, al editor. Es un lector, a veces más interesante y refinado a veces menos, con el que es posible disentir. El problema es el poder de rechazo que tiene. Y ante eso, la respuesta es obstinarse hacia adelante, buscar otros caminos, intentarlo por otro lado: autoedición, otras editoriales, otros formatos.
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