“Los medios pueden instalar temas, pueden manipular, pero no pueden crear la realidad”


El hombre que está sentado a la mesa es en este momento un entrevistado más. El, justamente, que ha hecho de la entrevista un género que permite indagar en el entrevistado a través de una exploración particular de sus zonas de intimidad. El, que ha logrado entrevistar a importantes personalidades del mundo, como José Saramago, Noam Chomsky, o hasta el mismísimo Gabriel García Márquez, tan reticente a la más pública de las conversaciones privadas.
El hombre que está sentado a la mesa cumplió este año 40 años en la profesión periodística. Trabajo en publicaciones de las editoriales Atlántida, Abril, y Julio Korn. Y en los diarios “La Razón”, “El Cronista” y “Clarín” (dirigiendo en este último las secciones Opinión y Cultura y Nación). Es, además, el actual director editorial de Capital Intelectual
El hombre que está sentado a la mesa militó en una agrupación estudiantil de Vanguardia Comunista en los años 60. Pero fue expulsado porque su apertura y concepción de vida no coincidían con el dogmatismo que imponía la fuerza política militante.
El hombre que está sentado a la mesa ha publicado los libros “Pensar el mundo: conversaciones con las personalidades más lucidas de fin de siglo”, “Mentiras verdaderas”, “Conversaciones con José Saramago”, “El progresismo argentino. Historia y actualidad” y “La entrevista periodística. Intimidades de la conversación pública”, entre otros. O entre otras intimidades públicas de un hombre como Jorge Halperín, que está sentado a la mesa y ahora comienza a expresar con palabras la intimidad de esta charla.

-“La entrevista es la más pública de las conversaciones privadas”, ha escrito en la introducción a su libro “La entrevista periodística”. ¿Cuáles son los límites que usted como periodista establece a la hora de tener que manejar lo público y lo privado desde lo mediático?

-Siempre es un equilibrio difícil. Una cosa importante es que a partir de mi ingreso en la radio, que fue con Adolfo Castello a fines de 2000, ingresé a un mundo mediático distinto de la gráfica, que ha sido casi toda mi carrera periodística. Desde el comienzo empecé a advertir cuantas diferencias había en el mundo de la radio. Una de ellas, fundamental, es que el periodista en la gráfica es mucho más anónimo que el periodista de radio. El periodista de radio se convierte en un personaje. Entonces pasan a ser importantes pequeñas cuestiones de la vida cotidiana, de la vida de todos los días. A la radio le pedís información, le pedís música, le pedís análisis, pero sobre todo le pedís compañía. Probablemente como ningún otro medio puede hacerlo. La radio, por su naturaleza de medio, hace que lo privado y lo público se junten más, se mezclen más, se crucen más. Trato entonces de que la vida personal sea transmitida, pero también que tenga algo, que sea un vehículo para algo dentro del programa. Si eso uno lo maneja con cuidado, con prudencia, con cierto equilibrio, me parece que es legítimo. El programa, “La siesta inolvidable”, te plantea todo el tiempo esos cruces entre lo público y lo privado.
-¿De qué forma ve usted los avances tecnológicos que han venido desarrollándose en la última década en el campo del periodismo, con fenómenos como los del blog por ejemplo?

-Siempre fui un tipo refractario a las expresiones fuertes. Hay entusiastas del blog que han llegado a decirme que el blog es una revolución más profunda que la de Gutenberg: la democratización absoluta de las fuentes de información. Yo lo miro con más prudencia. Creo que también hay mucha basura en los blogs. Pero sin duda está transformando las cosas.
Hay ejemplos de blogs muy bien hechos, con mucha profesionalidad, que permiten librarse de las presiones enormes que ejercen sobre los medios los factores de poder. Los grandes medios están hoy cooptados por el poder económico. Toda la inversión publicitaria de los grandes grupos en los medios los ha hecho agacharse ante el poder, no preguntar cuando deben preguntar, emitir silencios cómplices. La aparición de los blogs va a permitir un periodismo que siendo riguroso no se agache ante el poder por cuestiones de guita, aunque también está permitiendo que cualquier tipo, sin ninguna responsabilidad, largue cualquier basura. Igual creo que el balance entre la basura y lo bueno es un balance positivo. Es mejor que se abra la libertad de expresión a que se cierre.

-¿Entonces cree que el desarrollo informático producirá cambios profundos en el modo de ejercer la profesión? ¿O no?

-Nadie va a ser mejor periodista porque haya tecnología moderna. Si vos no sos buen periodista, podés tener los mejores recursos tecnológicos, pero igual vas a ser una porquería de periodismo. Eso no lo cambias. Si un tipo no tiene una buena formación, la tecnología no va a ser por él lo que él no tiene. En consecuencia, no es que vos con la tecnología vas a reemplazar la falta de profesionalidad del periodista, pero sí cuando hay un equipo de periodistas rigurosos y bien profesionales, las tecnologías seguramente les agrega cosas, ayuda a la actividad.

-¿Se puede mantener la ética trabajando dentro de un multimedia como Clarín?

-Seguramente no en todas las áreas del multimedia hay las mismas libertades, los mismos márgenes. Pero en líneas generales, a pesar de ciertos condicionamientos y limitaciones, pude hacer una trayectoria decente, progresista. Entonces, ¿hay libertad de prensa? Que lo preguntás en términos de valores absolutos, te digo que no. Ahora, hay la libertad que uno también se va pudiendo construir, si vos defendés tu libertad de decir las cosas. Hay gente que tiene más miedo y la pelea menos. Y hay gente que la pelea más y se banca las consecuencias. Esas consecuencias a veces te pueden privar de lugares. Seguramente te privan de trabajos que nunca te saldrán. Pero si sos capaz de bancarte las consecuencias, creo que corrés espacios de libertad. Si vos nunca decís nada, a los 50 años no te vas a animar a empujar los límites.
Yo mantuve la ética. Y me doy cuenta de que también tengo más márgenes que al principio. Y que esos márgenes uno se los va construyendo a lo largo de su historia laboral.

-Hay una frase del periodista Eduardo Aliverti que dice: “Los medios de comunicación pueden manipular la información pero no inventarla”. ¿Hasta qué punto los medios inciden en la realidad política y social del país?

-Los medios inciden porque te dicen de qué hay que hablar, y de qué hay que pensar: te instalan la agenda de temas, porque tu relación con lo público está mediado por los medios de comunicación, no tenés otros modos. Los medios te instalan los temas, le dan las prioridades, y también te muestran cómo hay que pensar esos temas. Pero los medios no pueden ir contra la corriente. Cuando van contra el sentimiento del ciudadano, el ciudadano los rechaza. El ciudadano toma decisiones colectivas. Por eso: los medios pueden instalar temas, pueden manipular, pero no pueden crear la realidad.

-En un pasaje de una entrevista que le hizo a Antonio Di Benedetto para “Clarín” en el año 1985, el autor de “Zama” afirma: “El escritor es un periodista que no trabaja sobre el tema que sucedió hoy y hay que entregar esta noche para que se publique mañana. El escritor es un cronista, por momentos redactor, por momentos entrevistador”. ¿Podría llegar a sentirse afín con esta imagen?

-Sí, pero hay un límite que no se puede correr: el periodista está obligado a estar apegado a los hechos. Si hay una cosa que no puede hacer el periodista es inventar, porque eso es mal periodismo. Y si hay una cosa que tiene que hacer el escritor de literatura es inventar. O sea construir él un mundo de ficción. Por supuesto que esos mundos tienen sentidos si tienen que ver con la realidad, si toman zonas de la realidad, pero no de manera literal. Entonces las leyes de la literatura son construir, inventar la realidad. En cambio, las leyes del periodismo están basadas en la no invención de la realidad, no apartarse de los hechos. Después podés ficcionalizar, podés argumentar, buscar enfoques, narrar de la manera más atractiva posible, pero vos como periodista estás obligado a estar apegado a los hechos, mientras que como literato tenés que reinventar la realidad, aunque te bases en un plano real. Pero para producir literatura hay que tener algo más que recursos periodísticos. El famoso libro de Truman Capote, “A sangre fría”, es un o de periodismo y también un o de literatura. Haciendo periodismo se puede hacer buena literatura, de eso no me cabe la menor duda.

Por Federico von Baumbach

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