Editorial Mansalva, 2008
EN OTRO ORDEN DE COSAS
Interzona, 2008
de Rodolfo Fogwill
por Juan José Burzi
Dos “novedades” editoriales estuvieron relacionadas con Fogwill en lo que va del año: Los libros de la guerra, una recopilación y selección de textos periodísticos hecha por el propio Fogwil y editado por la editorial Mansalva y En otro orden de cosas, una especie de novela solamente publicada en España e inédita hasta este año en Argentina, editada por Interzona.
Estos libros deparan más de una sorpresa para quien se acerca a Fogwill con una serie de prejuicios que, bien o mal ganados, siempre lo rodean: Fogwill es un polemista, Fogwill es el mejor escritor argentino de los últimos tiempos, Fogwill es un “invento”, Fogwill es de derecha, Fogwill es reaccionario, Fogwill es racista, Fogwill... y podríamos seguir hasta terminar la nota. Lo cierto es que tanto la lectura de Los libros de la guerra como En otro orden de cosas nos dan, uno en la opinión del autor, otro desde su ficción, varias pistas para abordar e intentar desentrañar el “caso Fogwill”, si es que a alguien le interesa hacerlo.
Los libros de la guerra, dividido en 6 secciones (Yo, Guerras, Los libros, Ideas robadas, Preguntas y Cuadros), en este libro uno puede saciarse hasta sentirse harto de Fogwill, o puede dar el primer paso para releer o, en caso de no haberlo hecho ya, comenzar a leer las ficciones de este autor.
Yo es la sección más prescindible del tomo; salvo está, claro, para cholulos, admiradores o intentos de groupies. Los libros de la guerra comienza, literariamente hablando, en la segunda sección, Guerras. Allí encontramos 17 artículos donde Fogwill habla del doctor Cormillot, el aborto, se vale del rock, la industria editorial... pero para hablar siempre y dejar en claro sus ideas políticas. Una sección para disentir o aplaudir, pero no para ignorar. Imperdible La guerra sucia: un negocio limpio de la industria editorial , o Espejismos políticos, espejos literarios: pocos se animaron a escribir lo que fogwill, en cierta forma, denuncia en esos artículos, tomando una posición al menos polémica teniendo en cuenta a la Clase Media Argentina Bien Pensante (también conocidos como “progres”) Otra nota para destacar: El aborto es cosa de hombres. En esa nota Fogwill se las arregla para disfrazar un argumento (el suyo) pacato y retrógrado para convertirlo en una rebuscada cuestión de perspectiva.
Los libros, como cabe suponer, es la mejor sección del volumen, a pesar de que algunos artículos tienen un gustito a añejo, a algo que la verdad ya no le interesa a nadie (por ejemplo, su polémica con Noemí Ullua-si bien son muy vigentes algunas reflexiones acerca del círculo Borges-Ocampo-, las menciones desproporcionadas a Jorge Asís- tal vez uno de los pocos escritores argentinos que superan en el ranking del “escándalo” al mismo fogwill-, una nota “descubriendo” a Alberto Laiseca- vale desde lo testimonial, para decir “yo fuí de los primeros”, pero nada más a esta altura del partido-. Imperdibles las reflexiones sobre los talleres literarios, la nota sobre Girri, Borges, Levrero, obviamente los siempre presentes Lamborghini y Aira... en escencia, Fogwill nos da su mapa personal de la literatura Argentina según él la entiende, y es una oportunidad extraordinaria para, como lector, poner a prueba otros argumentos y “mapas” o dejarse seducir por el propuesto. Sorprende la ternura que deja ver cuando habla de la muerte y el recuerdo de Miguel Briante (y en esa nota, también, de Osvaldo Lamborghini y Copi) Es un Fogwill desconocido para muchos, un Fogwill que baja la guardia unas carillas. Igual de sorprendente que su declarada admiración literaria por Belgrano Rawson, Miguel Briante, Daniel Moyano, Horacio Quiroga, autores a los cuales no se lo suele asociar.
Dejando atrás Los libros, sección a la cual se le puede dedicar una reseña entera, nos encontramos con Ideas borradas, otro momento para “pelearse” con Fogwill. Habla del divorcio, el sexo, la educación, el alcohol, el Che... La lectura de esta sección es un estimulante ejercicio del criterio, es seguir a esta especie de escritor maldito vernáculo en su pensamiento políticamente incorrecto (muchas veces), un tanto vetusto y pacato (a veces) y original (casi siempre). Ennumerar o destacar algún artículo sobre el otro sería tan engorroso com lo fue en las secciones anteriores. Vale decir algo que debería ser dicho como conclusión de esta reseña: Los libros de la guerra prácticamente no tiene desperdicio, por más que el formato y la propuesta (notas breves) sean tentadores para ser leídos salteando y dejando de lado.
Finalizando el libro, nos encontramos con dos secciones más: Preguntas, que son 9 entrevistas que abarcan desde el 82 a 2007, donde hay más de una declaración inesperada (por ej, que él casi no ve películas. Una gran desilución para cierta nueva camada de jóvenes escritores que tienen más películas vistas que libros leídos) y otras que son sabidas y esperadas; y la sección Cuadros, un momento testimonial donde la melancolía gana terreno cada vez más rápido, tal vez el momento literario más alto de Los libros de la guerra.
En otro orden de cosas. Fogwill se encarga de decir, desde una especie de prólogo, que no hay que perder en tiempo en intentar clasificar el libro en “novela” o “relatos”, que ni él mismo tiene en claro de qué se trata. Un adelanto: al finalizar el libro tampoco queda en claro.
Más que una novela, En otro orden de cosas, son retazos de una vida, que a la vez sirve como una especie de radiografía personal de la sociedad argentina de 1971 a 1982. Es la historia de un protagonista anónimo que comienza el libro involucrado en la revolución y en una relación amorosa con una joven revolucionaria, y que termina aburguesado y hastiado a principios de los 80s. Es la historia de un auto exilio no a otro país o a otro lugar, sino al mutismo propio y a la falta de deseo; una voz narradora que nos transmite la tristeza y melancolía del que delegó los sueños e ideales por la simple subsistencia.
En otro orden de cosas tiene, y merece, otros tipos de análisis (desde lo social, político, etc), pero hacer mención de la soledad que se puede palpar en muchas de esas páginas y de la belleza que arrastran algunos momentos del libro (aún cuando el protagonista-narrador se pone demasiado técnico y aburre con descripciones de su trabajo en la empresa de construcción de autopistas) es algo que no se debería dejar pasar por alto. Se puede decir que, al igual que en Los libros de la guerra, Fogwill sorprende, y no por su calidad literaria (que se discutirá o no), ni por el tratamiento de algunos temas, sino por la sensibilidad y la nota blue que hay en estos libros.
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