Entrevista a Carlos Gamerro

62/ Clase para desarmar
El tono de voz de Carlos Gamerro es bajo y pausado. Detrás de él, un abiblioteca que abarca toda la pared. Leemos algunos títulos y adivinamos un gusto diverso. En un sector, junto a sus libros, sobresale Las Islas, esa novela notable e inconseguible (Nota: aún no había sido reeditada por Norma) sobre la cual comenzamos a hablar.

Los Asesinos Tímidos: En Las islas tenés dos miradas, una más realista o seria por llamarla de alguna manera, y otra más irónica, humorística. En el momento de escribir el libro ¿qué mirada tuviste que trabajar más, si es que estás de acuerdo con que existen esas dos miradas?

Carlos Gamerro: Martín Kohan señaló en Punto de Vista dos tradiciones en la narrativa de Malvinas, la tradición seria, documentalista, narrativa de testimonios, que eventualmente es la que es llevada al cine, vos fijate que no se lleva ni Los pichiciegos ni Las islas, se lleva Iluminados por el fuego, y después está la literaria, que arranca con Los pichiciegos y que tiene más que ver con la picaresca o la fantasía. La literatura argentina no tiene una tradición bélica, y eso permite cierta libertad pero, por supuesto, teniendo en cuenta de que lo que hay de tradición bélica en el siglo 20 es claramente crítica o satírica, el mito heroico a fin de la primera guerra mundial está como descartado, salvo en el cine. En mi caso la novela trabaja sobre los discursos, no sobre la guerra.


LAT: En Las islas, sin haber ido a la guerra, quien lo lee, tiene la sensación de que está escrita desde la experiencia, me imagino que habrás hecho mucho trabajo de campo.

G: Lo interesante, además de leer mucho, estudiar mucho, es que tuve encuentros personales con ex combatientes, donde por un lado, más que la información, lo imprescindible s la transmisión directa, que también se dan entre amantes, entre profesor-alumno, que sólo se da de persona a persona, más que la información o el dato es una cierta emotividad, y cuando yo escribía tenía esa voz, ese rostro, eso intangible que pasa de persona a persona. A mí me pasó algo particular, que es que los ex combatientes de mi edad, es algo que dice Borges y es que para que funcionen las palabras tiene que haber una experiencia compartida, y ellos tenían una experiencia compartida. Entonces, al hablar, dicen “bombardeo” hablan del frío, etc, y ellos tienen un universo de representaciones atrás que ya saben de lo que están hablando, y no tienen que crearlo mediante palabras. Y entre ellos, vos veías que se decían esas cosas y la comunicación era instantánea, por algo se siguen encontrando, más allá de que hayan hecho vidas totalmente distintas, que tengan posturas sobre la guerra totalmente distintas.

LAT: En cuanto a El secreto y las voces, ¿qué opinás de la literatura de denuncia o, si querés ir un poco más allá, comprometida?

G: Me parece que la literatura de denuncia tiene una función en determinados contextos, donde otras formas de expresar la denuncia están coartadas, pero sino hoy en día para denuncia está la prensa, la televisión, el escrache, y eventualmente también la justicia, y la literatura hoy en día, comparada con esos instrumentos tan poderosos, es un instrumento totalmente débil. ¿Tendría sentido escribir Operación masacre como texto de denuncia? La literatura en estos casos puede tener una función de testimonio o de registro, en el sentido de hacer durar en el tiempo lo que en los otros medios pasa de manera efímera, y de reflexión. Con respecto a lo comprometido, en mí por lo menos , la literatura trabaja de manera política. Sin embargo, tengo cierta distancia, cuando ya tengo una opinión formada sobre algo, eso no me mueve escribir ficción. Al tratar el tema de las desapariciones, que es un poco algo que exploro en El secreto y las voces, lo que me interesa es el lugar de la sociedad civil, no de los desaparecidos ni de los militares o las fuerzas represivas, que esos son lugares que para mí, por lo menos son bastante claros.

LAT: ¿Y como recordás tu experiencia personal de la dictadura? ¿Tenés recuerdos de sensaciones de ese momento?

G: Lo que más recuerdo que me impresionó y traté de de explorarlo en El secreto y las voces, es justamente el tema del silencio, de cómo se transmite el silencio, en un momento dice un personaje que el silencio también puede viajar de boca en boca, formas de la negación, por eso la idea simple de todos sabían pero nadie quería hablar. Formas de la negación hacia adentro. Hasta el miedo mismo era reprimido y transformado en otra cosa, y las transformaciones de las emociones en los regímenes de terror es un fenómeno muy, muy extraño, cómo el miedo puede volverse fervor y fanatismo, por ejemplo. Después, bueno, el tema de Malvinas. Yo soy de la generación de Malvinas, mi clase, la 62, fue la más convocada a Malvinas. Las islas es una especie de novela autobiográfica pero en negativo, no lo que me pasó, sino lo que tendría que haberme pasado, esos momentos que se bifurcan, a mí me tocó este, pero el otro de alguna manera lo vi, y de alguna manera siguió viviendo conmigo.

LAT: Hablemos de Los bustos de Eva. Yo acá anoté algo que me impresionó mucho, el capítulo 8, en donde narrás que entra a esa especie de prostíbulo, y no solamente ese capítulo, sino el libro en general ¿ha recibido alguna respuesta de peronistas? ¿cómo lo tomaron? Me imagino que mal, pero no sé, sorprendeme.

G: No tuvo una opinión negativa. Lo cual no sé si me alegra o me preocupa, porque todavía con el cuento de Perlonguer, ser armó un escándalo, se armó polémica, con Copi también, pero en este caso es un poco decepcionante, esta cosa de la posmodernidad donde no pasa nada… yo la verdad es que estoy bastante desencantado de esto. Habría que revisar si la literatura como provocación sigue siendo posible o en qué campos por lo menos. Por otra parte, todos saltan con Houellebecq. (Hace un gesto con las manos, como denunciando cierta desmesura) Habría que analizar cómo logra construir ese lugar de escritor provocador. Acá se puede decir cualquier cosa que no pasa nada. Aunque si decís cosas en una película o en la televisión yo creo que se puede lograr la provocación. Vos fijate en el cine, por ejemplo, sobre la guerrilla, con todas las historias que hay, increíbles, no se ha hecho ninguna película.


LAT: Tiene que ver con lo que vos opinabas en la última revista Oliverio, sobre lo desapercibida que pasó la muerte de Saer.

G: La literatura perdió el efecto inmediato, directo, o sea, un libro no repercute sobre una sociedad, pero sí tiene un efecto mediado por otros discursos. Generalmente, los que hacen cine, periodismo, televisión, muchos de ellos son grandes lectores de literatura. Hay como una cadena de transmisión, no es directo, lo cual tiene sus ventajas y desventajas, de cualquier modo es un fenómeno de cómo se lee hoy la literatura.


LAT: Contanos de tus influencias literarias.

G: El tema es que esto de la influencia es difícil decirlo uno porque las influencias operan de tantas maneras, después de Harold Bloom, que explica todo en términos freudianos de represión de la influencia, en donde la misma negativa o rechazo de un autor se considera una influencia, a veces la más importante. De hecho, un poco al hablar de la generación de Walsh, Saer y Puig, a los tres los caracterizo por cómo intentan apartarse de Borges para poder escribir, o como buscan escribir en los márgenes de Borges. Yo por ahí lo que puedo aportar de lo que me pasa a mí, hablaría de una búsqueda deliberada de modelos, no de autor, sino de cosas puntuales. Cuando me propongo escribir una novela me digo “¿Quiénes van a ser mis guías?”. Para Las islas fueron Burroughs y Pynchon. Los elijo como mis maestros y cuando estoy trabado y no sé qué hacer, agarro un libro de ellos y los empiezo a leer, y trato de descubrir cómo lo resolvería el maestro. La influencia de alguna manera parece que hay que merecerla, pero esto es diferente, no implica que uno se está poniendo a la altura de nadie. Esto lo digo porque en Los bustos de Eva, me puse al Quijote como modelo de humor, de provocar risa directa, de simplicidad en la lectura, y ahí, cada vez que me estaba complicando y pensaba “esto lo tengo que resolver a la manera de Thomas Mann en La montaña mágica”, decía, no, y agarraba el Quijote. Pensé que en la novela que estoy escribiendo ahora iba a utilizar el mismo modelo, pero ya no me funciona.

LAT: ¿quién es tu guía ahora?

G: Estoy buscando la forma todavía. Estoy leyendo muchas novelas clásicas del siglo XIX. Leí Ana Karerina, que hace muchos años había empezado y no había terminado, leí Los demonios de Dostoievski, ahora estoy leyendo Retrato de una dama de Henry James.

LAT: ¿Cómo ves la narrativa contemporánea en Argentina?

G. por un lado, con la muerte de Saer se termina una generación de grandes nombres de total consenso de quienes eran los referentes literarios. Ahora cada uno puede proponer a su autor centro (Perlongher, Lamborguini, Aira, Fogwil, Piglia o Castillo), pero al mismo tiempo mientras unos dicen que es el centro, el genio, otros dicen que no existe, que no sirve para nada. Leí un artículo donde se hablaba de la dificultad para publicar. Es muy lindo y romántico pensar eso, pero ahora publicar es relativamente fácil. No es fácil empezar a publicar en Sudamericana o Planeta.

LAT: Desde hace unos años hay un movimiento de editoriales independientes muy importante.

G: Es más, hasta los consagrados publican en las independientes. El año pasado me encontré con una editora de una editorial grande y que en su momento me dijo que no a Las islas, y me comentó “Si vinieras ahora, sabés que distintas serían las cosas”. Las islas la tuve que publicar en una editorial paga. Fíjense un dato importante: para La Joven guardia, un requisito era haber tenido un libro publicado, en otro momento, si hubiesen pedido eso hubiera sido irrisorio, no se podía, a nadie se le hubiera ocurrido pedirlo, ese dato es un indicio muy claro de cómo cambiaron las cosas. Yo creo que el mayor problema puede ser no tanto la cuestión de las publicaciones, sino el hecho de que no se lea.

LAT: ¿ Y en cuanto a la calidad literaria de lo que se está publicando…?

G: Hay cosas que realmente son buenas, no hay alguien en particular deslumbrante, pero hay muy buen piso. Se puede esperar mucho de estos escritores, igualmente siempre es difícil pronunciares sobre el presente. Pero hay autores que me gustan mucho.

LAT: ¿Qué relación tenés con la poesía?

G: En un principio, mi principal contribución a la literatura nacional es no escribir poesía. Así como me siento naturalmente más cómodo como novelista que cono cuentista, no me siento capaz de escribir poesía. Básicamente tiene que ver con cierta incomodidad de escribir desde un “yo”. Lo que sí me interesa, por otro lado, es el trabajo de algunos narradores que han incorporado los recursos del lenguaje poético a su prosa. Por ejemplo Saer, Borges, en el momento de condensar con la potencia del lenguaje lo que podría requerir largas descripciones. Yo, por ejemplo, no soy breve, digamos que escribo por escenas. Cuando corto, como me decía un amigo la otra vez, saco escenas.

LAT: ¿En la novela que estás escribiendo ahora, ¿Qué personajes se van a repetir?

G: Marroné. El tema es que Marroné ya no puede ser el mismo. Lo primero que hago es resolver el tema de Tamerlán. En la nueva, ese es el punto de partida.

LAT: Vendría a ser una saga.

G: Escribir una obra donde los personajes se repiten puede verse en Saer, en Puig, Onetti, y más para atrás Balzac. En mi caso no fue algo deliberado. Cuando terminé Las islas sentí que tenía claramente más material para esa historia. Las islas es la madre de mi universo de escritor. Con El secreto y las voces me pasó algo que llama mucho la atención: Por la mitad de la novela me pongo a pensar en el protagonista, que se llama Fefe, que tenía determinada edad, no tenía padre y tenía una madre discapacitada. De repente me doy cuenta de que Fefe era Felipe Felix. Lacaniano lo mío, había escrito la mitad de la novela con el protagonista de Las islas sin darme cuenta.

LAT: Las islas no se consigue en librerías.

G: Se va a reimprimir por Norma. Va a perder esa entidad mística que se generó justamente porque no se consigue.

LAT: ¿Vas a corregir Las islas?

G: Corregiré cosas mínimas. Trato de evitar las correcciones. Con Las islas voy a tratar de resistir a la tentación, creo que algunas de sus imperfecciones son parte de su naturaleza.

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