ENTREVISTA A PEDRO MAIRAL

ENTREVISTA A PEDRO MAIRAL

Páginas del desierto

Pedro Mairal fue el primer ganador del Premio Clarín de novela (1998) con su novela Una noche con Sabrina Love. Luego editó Hoy temprano (cuentos), y dos libros de poesía. En 2005 publicó El año del desierto, novela que lo posicionó como uno de los escritores jóvenes más relevantes, siendo El año del desierto uno de los libros más aclamados de ese año.
La entrevista, que se llevó a cabo en un bar porteño, comenzó casi sin que nos diéramos cuenta, a raíz de un comentario sobre el auge de las lecturas de narrativa.

M- Lo performático a veces distrae en la literatura. Yo a veces me entrego a eso y me parece que pueden haber algunas cosas divertidas, quizá actuar los diálogos, pero no sé si me convence que necesariamente todo texto tenga que estar apoyado por una performance. Hay gente que lo hace bien, que sabe leer sus cosas y gente que lee mal, y en esos casos al final es mejor leerlo vos solo en tu casa.

J- ¿La literatura es para ser leída del papel?

M- No siempre. Por ejemplo Dylan Thomas era muy buen lector de sus poemas y también de los poemas de otros. Dejó muchas grabaciones. Era un maestro, le ponía mucha vitalidad. Depende de quién lo lee, depende del texto…

J- Cuando escribís algo, ¿lo testeás leyéndolo en voz alta?

M- Antes me grababa. Ahora por ahí no lo leo en voz alta, pero lo hago sonar en la cabeza, en voz baja, moviendo la boca. Siempre tengo una relación muy sonora con lo que escribo. Muchas veces, cuando leés y te trabás en algo, es porque ahí hay algo mal. Si suena mal, está mal. Si suena bien, está por lo menos bien formulado.

J- ¿Tiene que ver con que venís de la poesía?

M- Sí, siempre me gustó escuchar a Cortázar, las grabaciones, y en poesía yo a veces hago una cosa que ya no se hace más: escribo con métrica y eso tiene que ver con el sonido y las rimas. Me gusta la poesía que suena.

J- ¿Y eso lo llevás a tu narrativa?

M- Sí, pero es un arma de doble filo, por un lado me gusta que suene bien, pero también está el riesgo de regordearte en la suntuosidad del verbo, de ponerte muy ampuloso, muy verboso. Te puede llevar a algo demasiado lírico y florido para la prosa.

J- ¿Qué lugar ocupa la poesía, hoy por hoy, luego de la novela El año del desierto?

M- Sinceramente creo que no soy un novelista, en el sentido de escribir novelas polifónicas con muchos personajes, psicologías, una saga familiar, ese tipo de novelas. No me sale por ahora. Dos veces escribí novelas lineales, o sea, un personaje que pasa por una serie de peripecias. En El año del desierto es más complejo porque las peripecias son de algún modo la historia Argentina contada para atrás. Pero son como falsas novelas, cuentos largos. Me parece que estoy más cerca del cuento y de la poesía.

J- Publicaste un libro de cuentos, Hoy temprano, ¿tenés pensado volver al género?

M- Es que los libros de cuentos en general son cuentos que vas juntando, y después tenés que ver si eso conforma un libro. Hoy temprano es un libro muy diverso con cuentos muy distintos, con registros de español antiguo, del habla rural, erotismo, mucho mostrar y no explicar, a lo Hemingway, y a la vez textos barrocos… Lo veo como un lugar desde el cual se irradian distintos estilos, un laboratorio de estilos. Ahora haría un libro de cuentos eróticos, no en el sentido de que sean solo sexuales, sino de relaciones en general. Ya sería un libro más programático, no una especie de antología personal de cuentos recientes.

J-¿Qué opinión tenés de estas antologías que están saliendo con diferentes tipos de autores?

M- Me alegra que las hagan. La joven guardia marcó algo. Son como intentos de mapas. Después del premio Clarín y antes de esta antología no me sentía parte de ninguna generación: leía poesía en los noventas pero no soy de esa generación, lo mío era y es muy anacrónico en poesía, muy lírico, y eso se había dejado de lado, como dice esa famosa sentencia de Alejandro Rubio “La lírica ha muerto”. En narrativa, a raíz de los blogs empecé a cruzarme con gente con la que se armó, quizá no tanto una “generación” sino una “camaradería”, una palabra que me gusta. Y la antología vino pegada con eso, por eso me parece que es una apuesta importante de las editoriales. Son listas, antipáticas, inclusivas y exclusivas, pero bueno, sino no podés hacer nada.

J- ¿Qué encontrás de positivo y de negativo en los Blogs?

M- Me parece que el blog no debería ser una instancia previa a la publicación en papel. Puede funcionar así, pero en algún momento terminará siendo un género en sí mismo o algo que genera textos de algún modo particular. Lo que me gusta es el dinamismo, no son estáticos, me gusta que la gente escriba menos formal, con menos intención “literaria”, en el peor sentido de lo literario. A veces, no siempre, se escribe en los blogs de una manera muy natural. Y lo negativo de los blogs puede ser el peligro de quedarse en la cosa muy anecdótica, eso de “me puteó el tachero”. Es decir, pensar que porque algo sucedió realmente, eso tiene un valor mayor que algo que no te sucedió pero que inventaste… pero bueno, es discutible, depende de como está escrito. El peligro del blog sería la trivialidad, la escritura anecdótica. No me preocupa la democratización total de la escritura, que no exista el editor. En todo caso te obliga a convertirte a vos en editor. Vos elegís de todos esos textos qué es lo que vas a leer. Todos son escritores en los blogs, y eso implica que todos sean editores.

J- Algo similar sucede con las editoriales chicas, ¿no te parece?

M- En los noventas existió el surgimiento de editoriales independientes de poesía, y esto de juntarse a leer, algo un poco “tribal”. Lo interesante es que se trasladó luego esa dinámica de editoriales chicas a la narrativa. Eso me interesa mucho. Por ejemplo, lo de Interzona, Entropía, Tamariscos, Carne Argentina, y Eloísa Cartonera, es algo muy importante. Lo importante es que los libros estén, que sean baratos, que circulen y que estas editoriales nuevas le den cabida a escritores que no tienen la oportunidad de publicar en editoriales grandes, me parece importante. Los libros de Eloísa Cartonera estaban en la biblioteca de la Universidad de Madison, en un lugar cerca de Cánada, en el sector de libros raros… entre los manuscritos de 1600. O sea que esos libritos llegan a todos lados.

J- ¿Tenés una opinión acerca de los talleres literarios?

M- Yo tuve la suerte de ir a un taller que tenía una cosa muy respetuosa con el estilo de cada uno, donde te marcaban pocas cosas, muy efectivas. No era de esos talleres donde te lapidan. Hay talleristas que le bajan la moral a los participantes, básicamente les dicen que se dediquen a otra cosa. A mí me sirvió mucho también por lo que me daban a leer. Lo hice a la par de la carrera de Letras donde no te enseñan a escribir. En el taller tampoco te enseñan a escribir, pero te muestran en qué momento te estás equivocando y te enseñan a corregirte.

J- ¿Estás dando taller?

M- Después de hacer taller durante muchos años empecé a dar taller en la facultad y me gustaba mucho, pero me sacaba las ganas de escribir, no escribía más. Era como que me ponía hipercrítico, la escritura se me volvía algo demasiado consciente y a la hora de escribir estaba como el ciempiés que el bicho bolita le dice “¿Cuándo movés las patas pares vas a la par de las impares?” y el ciempiés se tira al suelo y decide no caminar nunca más. La escritura misma tiene que ser en un estado de semi sonambulismo, donde no aflora tanto el crítico que hay en uno.

J- Hay un libro de John Gardner, con prólogo de Carver, que fue su alumno y habla maravillas de él. Hay otra mirada en Estados Unidos sobre el aprendizaje de la escritura.

M- Los americanos no son nada románticos en ese sentido, no creen mucho en esto de que alguien nace escritor y que tiene raptos de inspiración, son muy de “hágalo usted mismo”.

J- ¿Y vos dónde te ubicás?

M- Yo creo en las dos cosas. Es muy sana esa idea democrática norteamericana, no es que tenés que nacer en el lugar indicado y ser un genio. Si te lo proponés y tenés ganas de hacerlo podés aprender y mejorar, es muy cierto. Es la única manera de aprender a escribir: escribiendo, revisando, corrigiendo. Luego está la otra parte rara de la creatividad, el cerebro que trabaja en forma extraña, esa una parte que no controlás. Pero bueno, cuando se active esa parte, lo ideal es que estés trabajando. Hay mucha parte gimnástica de la escritura, es como un músculo que se ejercita, eso de copiar estilos y voces hasta llegar a algo propio.

J- ¿A quién imitaste más veces?

M- A quien más copié e imité es a Cortázar creo. Es de quien más me tuve que despegar. Aún me pasa. Sobre todo mis intentos por hacer eso que él hace tan bien que es abrir las oraciones, viene con algo bastante prolijo y se mete con otro discurso adentro de la oración y genera esas oraciones largas, ambiguas, muy expresivas. Lo hace tan bien Cortázar… ¡cómo no tratar de hacerlo, cómo no fallar! García Márquez también me gusta. Hoy es impopular citarlo, y no me importa nada. Esa bajada de línea contra García Márquez me parece un snobismo, es leerlo desde el exotismo latinoamericano y es reducirlo a un diez por ciento. Es un poeta que no escribe poesía explícita. Y también tengo mucha influencia de poetas, Giannuzzi por ejemplo, que fue muy fuerte para mí. Es un poeta de departamento, un tipo que hace un poema del teléfono sonando a las tres de la mañana, o de la sirena de la policía que frena al lado de la casa…

J- ¿Qué te parece la película que se hizo de Una noche con Sabrina Love?

M- Antes pasaba del amor al odio, tenía opiniones encontradas, pero hoy en día estoy contento de que hayan hecho la película. Verla para mí fue muy conflictivo, es como que le hagan cirugía estética a tu hijo. Pero es un cambio que el director tiene que hacer, es producir eso que hiciste en otro lenguaje. Cuando me llevaron al set de filmación de Sabrina…. me dicen “para la escena de la inundación, conseguimos una balsa llena de animales y vamos a filmarla desde un helicóptero…” y yo me decía: estos tipos están locos. Se tomaron en serio algo que yo inventé en un rato de delirio… o sea, si yo ponía que un tipo se tiraba por la ventana estos empujaban a alguien…es difícil de entender a la gente del cine, lleva a cabo eso que vos pensaste.

J- ¿Y tu experiencia con los editores?

M- Siempre tuve buena suerte e hice lo que quise. Desde ser casi mi propio editor con mis libros de poesía y a veces hacerlo conjuntamente con los editores, hasta esto de tratar con la gran editorial que te elige una tapa, hace la prensa del libro… hice todo eso… y después trabajé mucho El año del desierto con Damián Ríos, el editor de Interzona de ese entonces. Ese libro lo trabajamos dos años, durante 2004 y 2005 estuvimos hablando y corrigiendo. Leíamos, pulíamos, y le terminé sacando como 50 páginas.

J- ¿Le mostraste el libro a alguien más además de al editor?

M- Hice circular la novela entre amigos, los interné con anillados. La mayoría de ellos no son gente que haya publicado en grandes editoriales, y de hecho también tengo amigos que no están en el tema de la literatura. Es que el lector muy cómplice no sé si sirve mucho. Valoro muchísimo la lectura de los amigos, escucho mucho lo que me dicen… les agradezco la sinceridad. Cuando terminaste el libro no lo ves, estás hasta el cuello.

J- Contame de los Pornosonetos (Escritos bajo el seudónimo de Ramón Paz)

M- Es algo que me dio mucha libertad porque fue como inventar un personaje. La forma del soneto que es algo bastante restrictivo me dio libertad, me generó un diálogo. La arbitrariedad de la rima te hace rimar una palabra que no se te hubiera ocurrido nunca. Termino rimando a Uruguay con Jamiroquai por ejemplo. Es como que la libertad absoluta del verso libre termina siendo una prisión. Y con el soneto es como rebotar una pelota contra la pared, porque la forma te contesta. Ahí pude meter estas dos fuerzas que tenía muy encontradas, por un lado la parte lírica y clásica y por otro la necesidad de decir la época, que es muy poco lírica y clásica. Eso me empezó a divertir, implosionar esa tensión en los sonetos.

J- Te invitaron a Bogotá 39, el congreso de jóvenes escritores latinoamericanos.

M- Lo de Bogotá fue un encuentro donde tratamos estos temas de los cruces del castellano, donde cada uno traía regionalismos, muy interesante. Nos preguntaron hacia dónde va la literatura latinoamericana y no llegamos a ninguna respuesta clara más que la diversidad.

J-¿Y tenés un tipo de público ideal o pensado para lo que escribís?

M- Sí, yo escribo para los argentinos de mi época. En un momento cuando me empezaron a traducir afuera, pude revisar algunas traducciones y los argentinismos, y me di cuenta de que podría haber empezado a escribir un castellano más neutro para ser entendido y aceptado en otros lados…. Pero perdía muchos matices… Si me leen, bien; sino bueno, paciencia. No podés transformar tu expresión ni tus temas en función a eso.

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