LO QUE SE PIERDE (A.Zina) por Enrique Solinas

LO QUE SE PIERDE (Editorial Carne Argentina, 2005)
de Alejandra Zina
por Enrique Solinas

Si la realidad merece ser contada con crudeza, los cuentos de Alejandra Zina nos sacan del centro de nuestra atención y nos proponen un paseo por los márgenes que habitan nuestro presente. Porque estos cuentos toman lo que consideramos marginal para convertirlo en realidad cotidiana y así mostrarnos un mundo donde no hay lugar para la emoción, sino que los personajes realizan acciones sin que intervenga la conciencia o el pensamiento. No hay tiempo para la interioridad de los personajes, a partir de las acciones podemos intuir sus esencias. Es así que un adolescente tendrá sexo con una pordiosera, un hijo matará a su padre, una fiesta será la excusa para retratar las distintas actitudes del grupo familiar. Y cada acción tendrá su consecuencia, pero lo notable es que no hay un juicio de valor sobre los desenlaces, sino que se presentan para bien o para mal de las víctimas o victimarios. A veces, simplemente, serán un transcurrir sin solución.

Los espacios que prefiere, a la hora de narrar, son determinantes en las historias y ellos serán los que iluminen cada acontecimiento: los alrededores de una iglesia, un cumpleaños, un terreno baldío, un dormitorio, una oficina, una casa y de nuevo los alrededores de la iglesia. De esta manera, el espacio tiene una influencia directa sobre los acontecimientos y es propicio para que sucedan los hechos de manera inevitable, conformando una unidad indivisible y proveyendo el clima necesario para los distintos sucesos. El sexo tiene preponderancia en el conjunto con naturalidad obscena. No hay sensualidad, sino sexualidad inmediata. No existe el goce, sino la satisfacción personal que muchas veces ni siquiera satisface, convirtiéndose así en una forma de agresión o de acción automática. Por esta razón, la presencia de la religión en el primer relato apenas aludida, realiza un fuerte contraste a la hora de narrar. Sexo y religión, en un ámbito donde la acción es pura, nos llevarán hacia la muerte. Y esta muerte se expresa, a lo largo de los cuentos, de dos maneras diferentes: coquetea con lo repulsivo como forma de transgresión y abusa del cuerpo hasta desintegrarlo.

La escritura de Alejandra Zina es eficaz y diestra, logra crear efecto de verosimilitud con ricas descripciones que nos dan un acabado panorama de los sucesos. Con economía de recursos, prefiere mayormente la narración en primera persona porque de esta manera es más impactante lo que nos va a contar. Se enrola en la tradición de Edgar Allan Poe y Charles Bukowsky, ya por el manejo de la tensión en los cuentos, ya por el realismo exagerado al cual imprime su sello personal.

De los siete cuentos que conforman Lo que se pierde, el que más se destaca es Baldío, por su crudeza y su final inesperado. Vieja Puta, Carioca y Picazón, son textos excelentes que nos demuestran su calidad narradora. El resto de los relatos, aunque bien escritos, no llegan a la calidad de los ya mencionados. Todos los textos retratan a los personajes con eficiencia y por momentos sentimos que estamos ante un relato de costumbres que va más allá de la pura descripción.

Lo que se pierde en estos cuentos es la vida en la vida, lo que todos perdemos alguna vez, aquello que debería ser importante, pero que el tiempo no nos permite contemplar ni reflexionar, cayendo nuestra memoria hasta el olvido y quitándonos la responsabilidad de nuestros actos. Aquí encontramos un aspecto de lo que hemos perdido y no podemos ignorarlo. Lo que se pierde y ya no ha de volver: la inocencia, la infancia, todo estado idealizador que se desvanece en un presente crudo, irreflexivo, impiadoso.

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