MARTÍN EIDÁN (Mario Diament) por Diego Mytilene- CECA

MARTÍN EIDÁN (Sudamericana, 2006)
de Mario Diament
por Diego Mytilene
CECA-
La trama de Martín Eidán (Nadie al revéz) guarda ciertas similitudes con la del cuento El desertor de Abelardo Castillo y con el clásico Wakefield de Hawthorne: un hombre que sin demasiados motivos de peso, decide abandonar su hogar, su familia, su pasado. En El desertor, cuento intenso y profundo, Castillo utiliza 9 carillas; Hawthorne, para Wakefield, necesita entre 10 y 14 (depende la edición) para crear uno de los cuentos más celebrados de la literatura.¿Y Mario Diament, autor de Martín Eidán? Diament necesita 286 páginas para contar una historia ni la mitad de intensa que la de Castillo y ni por asomo tan perdurable como la de Hawthorne. La literatura no es medible, podrá aducirse, y es cierto: si se opina que un libro no es bueno, lo más adecuado es dar las razones. Y a eso vamos.

La prosa en Martín Eidán no deslumbra, pero está cuidada. No se puede pedir menos, pero vale la aclaración: si se tiene en cuenta lo que se publica hoy en día, eso es meritorio. Lo que no es meritorio, y no es un aspecto para pasar por alto, es la acumulación de lugares comunes que tiene el libro. Como si el autor hubiera decidido recortar de acá y de allá para armar algo fácil de leer.

El protagonista (50 años) parece ser un seductor de película, un espécimen irresistible para las mujeres : tiene relaciones con una joven colombiana, una mujer madura, una mujer con la que apenas intercambia algunas palabras y con otra jo-ven, esta vez argentina, que tiene treinta pero parece de 18, o 20 (?). Lo curioso es que en todos los casos son ellas quienes lo “avanzan” y prácticamente lo asaltan sexualmente. El colmo es el de la mujer con la que apenas habla, que avista en el hall de un hotel y, con un diálogo tan improbable como el una película de Hollywood, ambos se terminan desnudando en la habitación de ella. Hay “perdedores” a los que nadie les cree, y hay “ganadores” a los que tampoco. Martín Eidán(el personaje) pertenece a este último grupo.

Sumado a lo ya aducido, el personaje de la novela es más astuto e inteligente que todos: engaña a policías, a funcionarios diplomáticos, a señoras mayores y hasta al único personaje que le lleva la delantera durante toda la novela: a quien toma su antiguo (y verdadero) nombre. De todos modos, este personaje, mitómano de profesión, termina venciéndolo: al mejor estilo Navokov en Lolita, el autor se deshace de él haciendo que un auto lo atropelle. La verdad nunca será revelada. Volviendo a lo dicho anteriormente, la inefabilidad de Matín Eidán llega a ser un poco intolerable, como la de esos personajes infantiles que nunca fallan ni pierden.

Los mejores momentos de la novela de Mario Diament se dan cuando el personaje se interroga y se pregunta por qué hace todo eso, por qué no le alcanza con simplemente divorciarse, cambiar de trabajo, intentar ser más feliz dentro de su antigua vida. En esos momentos,(y no en las tediosas descripciones de ciudades y lugares, que parecen haber sido extraídas de un buscador de internet, ni cuando nos muestra al protagonista como un latin lover maduro),es cuando el libro parece que va a despegarse de la mediocridad best seller a la que está destinado. Porque si Martín Eidán merece un destino, ese es el de ser best seller. Es tan evidente la búsqueda de elementos y de lugares comunes para lograrlo, que nadie que lo haya leído se sorprendería de encontrarlo en la lista de más vendidos del suplemento cultural.

Para finalizar, Martín Eidán tiene más sexo que Agatha Christie, menos muerte que Raymond Chandler y es tan entretenido como seguir viendo la serie El fugitivo... veinte años después de su estreno.

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