PRESENTE PERFECTO (Interzona, 2004)
de Gabriela Bejerman
por Sol Echevarría
CARA
El libro está integrado por dos novelas cortas, dos sueños de una noche de verano: la primera de ellas, Presente perfecto, está enmarcada en una gigantesca fiesta estival y la segunda, Los dioses cazadores, gira en torno a un viaje de vacaciones. El personaje principal, que articula ambas novelas y les da cierta coherencia, es el deseo. Fuera de eso, existe entre ellas un abismo que las separa.
Presente perfecto
La noche era azul, clara, estrellada. Todos son invitados a una fiesta descomunal en la que proliferan personajes, historias y orgías. El resultado es una trama que oscila entre situaciones absurdas y oníricas con pequeños chispazos de realismo.
de Gabriela Bejerman
por Sol Echevarría
CARA
El libro está integrado por dos novelas cortas, dos sueños de una noche de verano: la primera de ellas, Presente perfecto, está enmarcada en una gigantesca fiesta estival y la segunda, Los dioses cazadores, gira en torno a un viaje de vacaciones. El personaje principal, que articula ambas novelas y les da cierta coherencia, es el deseo. Fuera de eso, existe entre ellas un abismo que las separa.
Presente perfecto
La noche era azul, clara, estrellada. Todos son invitados a una fiesta descomunal en la que proliferan personajes, historias y orgías. El resultado es una trama que oscila entre situaciones absurdas y oníricas con pequeños chispazos de realismo.
Los deseos parecieran conducir inevitablemente hacia su satisfacción o, en otras palabras, hacia su fin. Una petit mort que hay que evitar a toda costa puesto que lo importante es mantenerse siempre en el instante previo al clímax. Ante ese presente perfecto que amenaza con destruirse a cada paso, los personajes se entregan a la orgía como si no hubiese mañana.
El caos es tal que termina por trasladarse a la estructura misma de la novela. Aparecen distintas voces que intervienen, cortes temporales y desplazamientos argumentales que abren el terreno a nuevos relatos y poesías. En el sentido estricto, no es un texto prolijo, por lo que levantar la mirada en busca de una trama argumental puede resultar un gesto vano. No, es en los fragmentos donde brillan las perlas de Bejerman.
El deseo serpentea en las palabras mismas. Se introducen neologismos, libres asociaciones, burlas, rupturas y juegos con la cadencia de un texto inmediato e irreflexivo. Esa es tal vez su cualidad más atractiva. Gracias al néctar verborrágico, su prosa logra una seducción capaz de llevar al deseo hacia el límite con la adicción.
Otra, otra, otra. Gritan los personajes esperando un goce verbal. Como ellos, el lector puede acceder al placer de este texto que se abre como una almeja y exhibe su más preciada perla para algunos, pero permanece cerrado para otros. Sólo luego de aceptar su proposición, ¿querés un poco de mi Leche?, es posible alcanzar el clímax que nos regala por momentos su escritura. Cuando la fiesta culmina, el relato orgiástico acaba. Luego amanece, bajo la promesa de un nuevo comienzo. Un nuevo presente perfecto.
Los dioses cazadores
En esta segunda novela los juegos formales desaparecen casi por completo y se retoma el tradicional predominio de la trama, del argumento y del orden. Se reduce la cantidad de personajes y aparecen destacados dos de ellos como protagonistas: Marcio y Rebeca, cuyo libre albedrío es mucho más reflexivo, reprimido e incluso bordea lo neurótico. Su deseo no está a flor de piel y, por eso, deben realizar un viaje en su búsqueda.
A grandes rasgos, la historia se centra en un recorrido, el de ida y vuelta a Paraguay, y también en un aprendizaje, el amor. Lo que se pone en juego es nuevamente la idea de deseo insatisfecho, de búsqueda permanente y de miedo a la concreción. En este caso, los personajes verbalizan su angustia. Sufro por vivir así, sintiendo toda esta felicidad inagotable del presente, dice Rebecca y luego concluye: voy a morir cuando ya no desee.
La sensualidad de esta novela va in crescendo hasta el último renglón. Las escenas de seducción se multiplican y los personajes logran vencer su temor al goce. La conclusión pareciera ser que la pareja debía adentrarse en el deseo, disparado en varias direcciones y a menudo compartido, para poder enamorarse. La historia realiza un pequeño giro fantástico en un final algo precipitado y luego retoma el juego erótico que culmina con la aceptación por parte de los personajes de un amor frágil y omnipresente.
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