PRESENTE PERFECTO (Gabriela Bejerman) por Diego Mytilene -CECA

PRESENTE PERFECTO (Interzona, 2006)
de Gabriela Bejerman
por Diego Mytilene
CECA
Presente Perfecto, de Gabriela Bejerman, es el nombre bajo el cual se publicaron las dos nouvelles Presente perfecto y Los dioses cazadores. Pero, ¿estamos ante dos nouvelles? ¿Es Presente perfecto (el relato) una nouvelle, son fragmentos de prosa poética, es un texto neobarroco? Las preguntas son múltiples apenas se leen un par de páginas del texto. Las respuestas no.

Estamos ante un texto desordenado, poco coherente, donde las cosas ocurren de manera caótica, a veces hasta grotesca. En Presente Perfecto se narra la fiesta de cumpleaños de la baronesa Dudu en su casona y las situaciones que se dan en la misma. La acción también se traslada a la montaña, o- a través de recuerdos- a Brasil. Hay descripciones de orgías y encuentros sexuales que supuestamente son “eróticos”. Y no mucho más. Ah, tal vez haga falta mencionarlo: una vez más, y a veces nos preguntamos hasta cuando, tenemos que pasar por la tortura de estar ante una-egresada-de-Letras-que-juega-con-el-lenguaje. Ese tic tan aburrido como poco personal que algunos se empeñan en seguir sosteniendo. Porque a Bejerman, a pesar suyo, se le nota la academia, y mucho. (“Ella se empomponó bien lo pocho, con Blanco se espolvoreó el tetamen fresco saliendo por el escotal y bajó con unos aros de los 80 que había robado en una fiesta familiar, dándole a la noche new discolor araña”, “Y después de esas bombas, se tiraban a la pileta de bomba. El estómago lo soportaba todo para seguir con la onda non stop de cuando el final se acerca”)

En Los dioses cazadores la mirada es otra: si a Presente perfecto se lo puede definir con palabras como “eufórico”, “caótico”, “festivo”, a este relato se lo puede adjetivar de manera muy diferente. Un texto visiblemente más maduro y elaborado, Los dioses cazadores cuenta la historia de una pareja que sale de vacaciones de Buenos Aires, pasa por el litoral (Entre Ríos) y culmina en Paraguay. El tono del relato es más intimista, inclusive hasta más profundo. Las situaciones “eróticas” se acercan más al erotismo que en Presente Perfecto, y el cuidado con las palabras pareciera estar más al servicio de la narración y de cierta coherencia.

De todos modos, y a pesar de la diferencia a favor en calidad y contenido de Los dioses cazadores, esta nouvelle tampoco convence. No deja de ser una historia con un sentido relativo. Y, es justo decirlo, en todo ese mundo caótico de Presente Perfecto hay momentos donde el lenguaje, a pesar de la propia autora (un dato risueño: dicen que es “poeta”), alcanza un nivel poético, algo que no sucede con la segunda nouvelle.

La sensación que queda al terminar el libro es la de haber leído dos borradores que, con mayor dedicación (o con simplemente tener algo qué decir) y menos ego, serían algo más que palabras sobre las cuales pasear el ojo.

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