EL SÍNDROME DE RASPUTÍN (de Ricardo Romero) por Tomás Manoukian

EL SÍNDROME DE RASPUTÍN
de Ricardo romero
Negro Absoluto, 2008
por Tomás Manoukian

Repleto de referencias literarias, ciematográficas y musicales, guiños generacionales y cautivantes micro-relatos, El síndrome de Rasputín, consigue lo que pocas: despertar una curiosidad permanente, un interés que perdura aún luego de alcanzada la última página.

Hasta aquí, un comentario digno de contratapa. Pero la novela de Ricardo Romero merece más que eso. Editada bajo el sello/colección Negro Absoluto El síndrome… enfrenta el género policial evadiendo todo tipo de encuadre academicista. No es un policial por ir detrás de un (intento de) crimen, no lo es tampoco por presentar en ella los roles del que no ve, el que ve lo que el otro no ve o el que lo ve todo, aunque de esto haya mucho (el que ve todo, por ejemplo, es, en evidente burla a la tradición, un fantasma). El síndrome…es un policial porque sale a hacerse cargo. Porque se nos presenta en tapa negra con prólogo de Sasturain; porque se asume “popular” ya desde el diseño de tapa (estación Constitución en toma ascendente con título en letras rojas); porque, y esto queda bastante claro, busca entretener a una vasta porción de la masa lectora.

El síndrome de Tourrette, desorden mental que les provoca continuos e involuntarios movimientos a los protagonistas de la novela, funciona como metáfora del funcionamiento que tiene esta para con sus lectores. Lejos de contar una aventura lineal, el relato se topa a cada paso con la necesidad de construir más allá de la repetición de una fórmula o recurso. La novela atraviesa un proceso de aprendizaje que consiste en aceptarse como tal, con los tics y los trastornos obsesivo compulsivos de la novela policial típica, para, a partir de esos límites, comenzar a explorar su universo de posibilidades.

La caída de un piso doce es el hecho que desencadena los hechos. Pero no es la búsqueda de su causa lo que justifica las distintas aventuras que hilvana el relato. Al igual que en la historia del ninja que Abelev interpreta en una consola de videojuegos ya en desuso, caerse de un precipicio no es sino otro traspié en el desarrollo de un juego donde la norma, puestas todas las leyes en duda, solo consiste en sobrevivir. Así plantean sus vidas los personajes de Abelev, Muishkin y Maglier, tres amigos que se llaman por sus apellidos y que transitan sus vidas con una responsabilidad nueva que los obliga a replantear su mero destino de supervivencia en algo más. Es así que a través de sus inseguridades, cuestionamientos y pasos en falso (que incluyen tener que bajar y subir la misma escalera tres o cuatro veces sin razón aparente), el lector va descubriendo las intrigas principales de la historia.

Abelev, postrado en una cama y distante de la acción, se anticipa innecesariamente a los hechos; Muishkin y Maglier, con personalidades muy diferentes, se las ingenian para recorrer los distintos escenarios y tratar con la gran cantidad de personajes que se cruzan en sus caminos. Muy cercana a la aventura gráfica, género del mundo de los videojuegos que tuvo su auge mediada la década del 90, la novela da lugar a situaciones extravagantes que involucran a gemelos, matones, fantasmas y porteros. Los diálogos, la ambientación en un futuro donde todo el tiempo llueve, las citas que saltan de la poesía de Yupanqui a las cantigas medievales, la teoría del cine porno en boca de un camarógrafo ruso son elementos que construyen una novela que da gusto leer y que da gusto recomendar.

1 comentario:

Revista Pipí Cucú dijo...

la verdad que este libro esta buenisimo, lo lei hace unos meses y ahora leo la critica y me dan ganas de volver a leerlo. veremos

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