Tras dos libros de poesía en su haber, y otro de relatos infantiles, Diego Muzzio (1969) impuso con Mockba -libro de doce cuentos que tienen como nexo la muerte-, un estilo profundo y personal. Con Mockba (Ed. Entropía), puede afirmarse lo que Lovecraft alguna vez expresó al recordar los relatos de Ambrose Bierce, cuando justificó que tratan “horrores físicos y psicológicos dentro del orden natural”. Para el presente autor, lo tenebroso reside en la realidad coti-diana. Lo siniestro existe entonces, en las acciones que sus personajes protagonizan ante el polifórmico rostro de la muerte.
LAT- ¿Cómo fueron tus años formativos?
DM- Mi vocación la descubrí muy joven, a los quince años; a esa edad escribí mi primer poema, pero podría decir que desde los diez, o quizás desde antes, ya era un gran lector. A los 16 o 17 años empecé un taller literario, dictado por Daniel Arias, al cual asistí durante más de una década, y luego estudié con Santiago Kovadloff. Fueron años muy ricos, de muchos y variados descubrimientos.
LAT- ¿Por qué la muerte como epicentro en tu primer libro de relatos: Mockba?
DM- La muerte siempre fue, para mí, un tema muy presente. Mi padre murió joven, yo tenía apenas diez años. De manera que, a partir de entonces, la muerte fue para mí una obsesión.
LAT- Algunos de tus cuentos se inician con citas, ¿fueron disparadoras de los cuentos?
DM- No, en el caso de Mockba, las citas las encontré posteriormente, aunque creo que, en muchos casos, una frase leída al azar puede ser el disparador de un cuento.
LAT- ¿Cuando escribías Mockba asististe a velorios, cementerios o sepelios para realizar algún trabajo de campo?
DM- No, no asistí a velorios o cementerios durante la composición del libro. La única lectura que hice sobre el tema, antes de comenzar a escribir Mockba, fue el libro de Ariés, Morir en occidente, del cual tomo una cita que está al principio.
LAT- ¿Cuánto tiempo te demandó la escritura de los doce cuentos? ¿Cuál te resultó más desafiante y por qué razón?
DM- El libro lo escribí muy rápido, alrededor de cuatro meses, aunque después lo corregí durante años. Cuando estudiaba Letras en Puán, volvía todas las noches en el colectivo 44, que bordea la Chacarita; en esos viajes se me ocurrió El correo del Zar, ese cuento en el cual un chico atraviesa el cementerio trotando, todos los días, yendo de un puesto de flores al otro. Creo que los cuentos que resultaron más complejos son aquellos donde el diálogo tiene un papel preponderante, ya que hay que escuchar la voz y la entonación de los personajes y, al mismo tiempo, ser muy preciso y medido.
LAT- Es muy acertada la hipersensibilidad casi maniática de Arturo Fontes Laiseca, el protagonista puntilloso y decadente en El desplazamiento. ¿Primero pensaste en sus obsesiones, o éstas nacieron a medida que las redactabas?,¿cómo elaborás los personajes de tus relatos?
DM- Las obsesiones de Fontes Laiseca fueron apareciendo a medida que redactaba el cuento, se fueron sumando, diría, poco a poco, aunque supe desde el principio que se trataba de un personaje con un terror patológico a la enfermedad y la muerte. Los personajes de mis cuentos van delineándose a medida que avanzo en la escritura; por lo general, lo primero que vislumbro, de manera muy vaga e imprecisa, es la historia o un ambiente en particular.
LAT- El protagonista de El cementerio central, el arquitecto Agustín Vinder, ¿fue uno de los tantos desaparecidos durante la dictadura militar de los años 1976-83?
DM-Creo que es una sugerencia que aparece en el final del relato que cada lector puede tomar o no.
LAT- Las historias de Mockba gozan de una sorprendente unidad. ¿Descartaste algún relato y extendiste otros para dar con el equilibrio final?
DM- No descarte relatos, sino que agregué uno, Zacarías y Jeremías. Escribí ese cuento antes de empezar con Mockba. Me pareció que no desentonaba con el espíritu general del libro, aunque tuve que modificarlo levemente para que encontrara su lugar en el conjunto. Después quedaron ideas inconclusas, relatos abortados, proyectos de cuentos que lamento no haber podido concretar, porque muchas de esas ideas me siguen gustando y hubiesen encontrado un espacio dentro del libro, sin dificultad.
LAT- ¿Sos muy riguroso con tus borradores?, ¿Y con tu proceso de corrección?
DM- Yo diría que soy muy convencional a la hora de leer o escribir un cuento. Sigo creyendo que una historia bien contada, en el espacio estrictamente necesario para contarla, puede ser un gran placer para el lector. Me gusta el espacio acotado del cuento, donde no puede faltar ni sobrar nada, donde cada detalle importa y está allí por algo. En el proceso de corrección soy obsesivo. Hasta que el libro no está editado, sigo corrigiendo. Lo cual, lógicamente, puede extenderse durante años.
LAT- Al escribir, ¿creés en la inspiración o la perseverancia impuesta por el oficio?
DM- En las dos. Hay, ciertamente, un instante de inspiración, el momento en que uno empieza a vislumbrar algo, un personaje, una situación, un ambiente. Después está el trabajo, que creo es la parte más importante. Yo me impongo una disciplina muy rígida. Por lo general, me siento a escribir todos los días.
LAT- ¿Qué libros releés y por qué?
DM- Algunos de los libros que releo a menudo son Moby Dick, La Divina Comedia, Ficciones, El Aleph, Los siete locos, Los lanzallamas, El corazón de las tinieblas, Respiración artificial, Facundo…
LAT- ¿Qué autores nacionales recomendás?
DM- Hay muchos autores nacionales que me gustan, pero sobre todo Sarmiento, Ricardo Piglia, Viel Temperley, Abelardo Castillo, Borges y Roberto Arlt.
LAT- ¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?
DM- Estoy trabajando en varios proyectos al mismo tiempo: un nuevo libro de cuentos, uno de poesía y dos libros para chicos.
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