SELVA ALMADA - ENCUESTA TALLERES LITERARIOS
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a-¿Qué le podés aportar a la persona que concurra a tu taller?
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Me gusta pensar el taller como un espacio donde uno pueda, sobre todo, compartir la experiencia de escritura y de lectura. Como se ha dicho hasta el cansancio, el oficio de escribir es un oficio solitario: a la hora de escribir estamos solos, la página en blanco y uno y un mundo que se sospecha, que se intuye más o menos acabadamente, pero que depende exclusivamente de uno para convertirse en “realidad”; el escritor es el arquitecto que lo planifica, pero también es el obrero que lo tiene que construir ladrillo sobre ladrillo. Cuando nos sentamos a escribir siempre somos tomados por sentimientos contradictorios: nos sentimos poderosos al tiempo que desamparados, seguros y sumidos en la más completa desesperación. Y creo que lo bueno del taller es que, mientras uno, solo en su casa, lidia con estos estados, sabe que su compañero, en otra casa, está pasando por un proceso parecido y que no va a pasar mucho tiempo, días nada más, hasta volver a encontrarse y poder compartir la experiencia. Digamos que uno se siente confortado, menos solo. A muchos de mis mejores amigos los conocí en talleres literarios y procuro que entre mis alumnos se genere una relación, si no de amistad, por lo menos de confianza, de afecto y de generosidad. El ambiente literario abunda en sentimientos mezquinos y rastreros, quien quiera dedicarse al oficio de la escritura debe saberlo o lo descubrirá muy pronto, allá afuera decidirán si quieren cortar cabezas o no, pero no es algo que vaya a promover entre mis alumnos. No es el camino que elijo para mí y ojalá no sea el que ellos vayan a elegir el día de mañana.
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Me gusta pensar el taller como un espacio donde uno pueda, sobre todo, compartir la experiencia de escritura y de lectura. Como se ha dicho hasta el cansancio, el oficio de escribir es un oficio solitario: a la hora de escribir estamos solos, la página en blanco y uno y un mundo que se sospecha, que se intuye más o menos acabadamente, pero que depende exclusivamente de uno para convertirse en “realidad”; el escritor es el arquitecto que lo planifica, pero también es el obrero que lo tiene que construir ladrillo sobre ladrillo. Cuando nos sentamos a escribir siempre somos tomados por sentimientos contradictorios: nos sentimos poderosos al tiempo que desamparados, seguros y sumidos en la más completa desesperación. Y creo que lo bueno del taller es que, mientras uno, solo en su casa, lidia con estos estados, sabe que su compañero, en otra casa, está pasando por un proceso parecido y que no va a pasar mucho tiempo, días nada más, hasta volver a encontrarse y poder compartir la experiencia. Digamos que uno se siente confortado, menos solo. A muchos de mis mejores amigos los conocí en talleres literarios y procuro que entre mis alumnos se genere una relación, si no de amistad, por lo menos de confianza, de afecto y de generosidad. El ambiente literario abunda en sentimientos mezquinos y rastreros, quien quiera dedicarse al oficio de la escritura debe saberlo o lo descubrirá muy pronto, allá afuera decidirán si quieren cortar cabezas o no, pero no es algo que vaya a promover entre mis alumnos. No es el camino que elijo para mí y ojalá no sea el que ellos vayan a elegir el día de mañana.
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b-¿Qué mito acerca de los talleres literarios "desmitificás"?
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En este momento no se me viene ninguno a la cabeza! En lo que sí pienso, y no es un mito porque lo he visto en algunas ocasiones, es en los discípulos que terminan escribiendo igual que sus maestros (o en los maestros que propician que sus alumnos escriban como ellos). Es algo que no me gustaría que me pase con mis alumnos; me sentiría un fracaso si terminan escribiendo como yo (sería además un fracaso para el futuro de la literatura argentina!)
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b-¿Qué mito acerca de los talleres literarios "desmitificás"?
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En este momento no se me viene ninguno a la cabeza! En lo que sí pienso, y no es un mito porque lo he visto en algunas ocasiones, es en los discípulos que terminan escribiendo igual que sus maestros (o en los maestros que propician que sus alumnos escriban como ellos). Es algo que no me gustaría que me pase con mis alumnos; me sentiría un fracaso si terminan escribiendo como yo (sería además un fracaso para el futuro de la literatura argentina!)
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c-¿Participaste en algún taller? ¿Cuáles?
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Además del taller de narrativa con Alberto Laiseca, a quien considero una especie de guía espiritual en lo que concierne a la escritura, hice un taller de dramaturgia con Daniel Veronesse y Alejandro Tantanián, y una clínica de narrativa con Pablo de Santis.
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c-¿Participaste en algún taller? ¿Cuáles?
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Además del taller de narrativa con Alberto Laiseca, a quien considero una especie de guía espiritual en lo que concierne a la escritura, hice un taller de dramaturgia con Daniel Veronesse y Alejandro Tantanián, y una clínica de narrativa con Pablo de Santis.
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Los datos del taller son: Leer y escribir [narrativa] Encuentros grupales, individuales y por Internet. +info: selvaalmada@gmail.com .
Bio. Selva Almada nació en Entre Ríos en 1973. Publicó sus primeros relatos en el Semanario Análisis, de la ciudad de Paraná. Allí dirigió, entre 1997 y 1998, la revista CAelum Blue.
En 2003 editó Mal de muñecas –Editorial Carne Argentina-, en 2005 Niños –Editorial de la Universidad de La Plata-, y en 2007 Una chica de provincia -Editorial Gárgola.
Relatos suyos integran las antologías Una terraza propia –Editorial Norma- y Narradores del siglo XXI –Programa Opción Libros del GCBA-, ambas editadas en 2006; y De puntín -Editorial Mondadori, 2008. También participa de la antología Poetas Argentinas 1961-1980, editada por Ediciones Del Dock en 2007.
Forma parte del colectivo que organiza el ciclo de lectura Carne Argentina .
Los datos del taller son: Leer y escribir [narrativa] Encuentros grupales, individuales y por Internet. +info: selvaalmada@gmail.com .
Bio. Selva Almada nació en Entre Ríos en 1973. Publicó sus primeros relatos en el Semanario Análisis, de la ciudad de Paraná. Allí dirigió, entre 1997 y 1998, la revista CAelum Blue.
En 2003 editó Mal de muñecas –Editorial Carne Argentina-, en 2005 Niños –Editorial de la Universidad de La Plata-, y en 2007 Una chica de provincia -Editorial Gárgola.
Relatos suyos integran las antologías Una terraza propia –Editorial Norma- y Narradores del siglo XXI –Programa Opción Libros del GCBA-, ambas editadas en 2006; y De puntín -Editorial Mondadori, 2008. También participa de la antología Poetas Argentinas 1961-1980, editada por Ediciones Del Dock en 2007.
Forma parte del colectivo que organiza el ciclo de lectura Carne Argentina .
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