VETE DE MÍ (de Alejandra Laurencich) por Marina Arias

VETE DE MÍ
de Alejandra Laurencich
Editorial Norma, 2009
por Marina Arias



Según la propia autora contó en una entrevista, le llevó dieciocho años escribir y corregir la novela Vete de mí. El resultado es un amplio universo de personajes atormentados por la pasión que despierta a su paso el personaje central: Luis o “Louise”, ya que el joven pertenece a una aristocrática familia argentina bilingüe. Y en concordancia con un imaginario que suele construir la literatura en torno a la clase alta, el pibe es una oveja negra que ha sido un desquerido: es huérfano de madre por obra de la tragedia, tiene un padre sin ganas de ser molestado, una madrastra en los bordes de la perversión y un intento de suicidio.

Luis ha sido novio de Mariana pero ya no, ella se está casando y se casa con otro, y la intriga por entender esa oscura relación que apenas se vislumbra es enorme. Al parecer la pareja, junto con Black y Pachu, han sido un grupo de amigos de la primerísima juventud y han hecho uso y abuso del confort de la mansión inglesa. Pero eso también ha quedado atrás. Ahora –aunque el “ahora” es arbitrario– Luis comparte sus días con Ray, un respetado y confundido doctor amigo de su padre. Y después –aquí la palabra también es arbitraria– el protagonista está enigmáticamente escondido en la casa de Black.
Todo en la novela se va sabiendo poco a poco porque el texto va y viene en el tiempo y cambia de focalización capítulo a capítulo.

La única constante parece ser la desesperación y la sospecha de que en esta historia no es posible que algo pueda terminar bien.

Así, el texto aborda un motivo literario que siempre resulta atrapante: el irresistible efebo dionisíaco y andrógino al que gracias a los golpes de la vida nada parece importarle demasiado. Mariana, Pachu, Black, el villano Ray Copeland, hasta Matías, todos a su manera y en su medida están hechizados por Luis, quien según explicó también la autora tuvo origen y estampa en la atracción que le generaba Spinetta cuando era adolescente.

Es por eso que el título del libro no remite al bolero de los hermanos Expósito que inmortalizaron Bebo Valdés y El Cigala, como podría pensar algún lector desprevenido, sino a una canción del segundo disco de Almendra, Vete de mí, cuervo negro:

Vete de mí, cuervo negro
vete ya, vete ya
no te quiero ver más
ni aquí, ni allá.
Vete de mi, cuervo negro,
vete ya, vete ya,
no te quiero ver más,
ni aquí, ni allá,
vete de mí, vete de mí.

El relato es dinámico, generoso en diálogos verosímiles –algo que por desgracia no siempre abunda en las publicaciones actuales– para dar cuenta de una trama opresiva, por momentos tejida con los elementos y trucos del género policial pero siempre vecina al drama.

Laurencich ha manifestado su deseo de seguir trabajando para entregar más vida literaria de Luis, este personaje construido en Vete de mí a través de los ojos de sus satélites. Que así sea: creaciones con carnadura son siempre bienvenidas y resultan necesarias en la literatura vernácula.
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