de Ricardo Romero
Negro Absoluto, 2010
por Nicolás Correa
Esta no es una típica novela negra
Si como advierte Juan Sasturain en sus breves palabras sobre el presente libro, que continúa una saga iniciada con El síndrome de Rasputín, el libro se ciñe a la perfección a las novelas de aventuras, podríamos pensar que este hecho no es más que una forma de encarar un relato policial negro, pero lo que se advierte aquí, es que Romero encara la historia de Abelev, Maglier y Mushkin con una cintura muy refinada para relacionar ambos géneros. No se disocia entre ambos, sino se funden en una misma línea. Por eso no es una típica novela negra, ya que por momentos parece que la aventura se gana a los personajes y uno se olvida del marco de referencia al cual se ciñe el título en la colección, pero esto no es gratuito, ni inconciente, sino que el autor nos lleva de un género al otro, juega con los elementos prototípicos de ambos mundos, con una prosa arrolladora, aunque a veces, las menos, monótona.
Romero juega en ese límite complejo y peligroso que es el resquicio donde se ubica su trabajo. Y es aquí donde prolifera el ritmo de una historia atrapante, que si bien, induce a la lectura de su primer trabajo en Negro Absoluto, El síndrome de Rasputín, no se cierra, ni se centra en el conocimiento obligatorio de esta.
La historia juega en ese límite entre ambos géneros, pero es un límite productivo que le permite avanzar en la escritura. Tal vez el ejemplo más claro es el que su misma novela otorga.
Dos mundos
Romero logra describir dos mundos, dos espacios geográficos donde las historias se desenvuelven. Uno se refiere al espacio exterior donde se desarrolla gran parte de la historia, y el otro, es el mundo subterráneo, atractivo y sombrío que nos muestra. En el límite de ambos mundos se encuentra la escritura del autor. En el espacio externo se funde el misterio, la persecución, pero también la aventura, que parece orgánicamente generada de las situaciones, y con esto quiero decir que no se fuerza a los personajes a decir o hacer algo que vaya en contra de su lógica. En el espacio interior, el mundo subterráneo, también se detonan los elementos del género negro: las corridas, las balas, las mujeres y la muerte.
A mi entender, el manejo certero entre ambos géneros, le da a esta novela un vértigo especial, y la ubica en un sitio extraño, la transforma en una novela atípica del género negro, que no es un híbrido, sino un lugar exacto, aunque por momento peligroso, donde los géneros se mezclan y permiten una trama clara y profunda, tan profunda como el mundo subterráneo que Romero nos muestra. Ese mundo complejo y oculto, al que es dificultoso acceder, y sería ese lugar complejo donde la historia nos lleva.
También se puede marcar la construcción de una ciudad milimétricamente detallada en cada uno de sus cambios, y en ciertas ocasiones, una cierta debilidad de la historia, en las pistas que siguen los personajes, pero eso, eso corresponde a otra reseña, no a esta.
Finalmente, si como advierte Juan Sasturain, el libro se ciñe a la perfección a las novelas de aventura, pero también lo hace de una forma particular, con el género negro. Y esa posibilidad, creo, es un detalle no menos interesante para la literatura.
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