por Clara Anich
Sabemos que no es fácil pertenecer a su generación, sentencian ellos.
Ellos son los padres, seis padres, de tres hijos que podrían ser uno o, acaso, todos. El denominativo Baby es tan abarcativo como exclusivo. El nene, como lo llaman, se construye y se sostiene desde el relato de estos padres frente a un psicólogo o psiquiatra. Un otro que nunca aparece en escena, un otro que es ocupado por el público.
Los padres le hablan alternativamente, confiesan sus miedos, sus angustias y su incomprensión por este nene, pasando por todos los clishés, desde el hijo perfecto al adolescente rebelde. Universalidades que posibilitan la identificación, con esos padres, pero también con el hijo.
Desde el comienzo, las parejas ya están en escena. María Inés Howlin, Silvina Katz, Leonardo Murúa, Leonardo Odierna, Eduardo Pavelic, Elida Schinocca conforman las tres parejas que en línea, están sentadas de frente al ausente psicólogo. La pareja de mediana edad, el matrimonio joven, y la pareja mayor, ubicados en un consultorio demarcado por una línea en el piso, con otro único objeto: de fondo, un telón señala el transcurso de los días de la semana. De lunes a sábados, ellos alternan entre sesiones de pareja y sesiones individuales. Mediante un juego de sucesiones, las voces se mezclan: se dispersan y convergen en los relatos sobre ese hijo y en su vínculo con el terapeuta.
A tal punto, la relación filial y la relación terapéutica de las tres parejas convergen en el mismo relato, que el espectador es tentado a preguntarse, si son todos padres de un mismo hijo en una terapia que lleva años, o si da igual quién sea ese hijo, ya que todos los padres pasan por las mismas angustias e interrogantes.
Lorena Ballestrero define una puesta que enfatiza la pluralidad de voces. Y eso es un acierto. Como también el despojo escénico, donde la fuerza está dada, principalmente, por las palabras. Pero también, por otro hallazgo. A medida que pasan los días y ese hijo crece, se hace otro distinto de sus padres y del ideal que tenían para él, y así, a medida que ese hijo se vuelve ajeno, los padres se van acercando al terapeuta. Con movimientos cortos, en un juego que representa el paso a paso, los padres van acercándose hacia la línea que queda al borde de los espectadores. Esta ajenidad, se corona con una última confesión paterna, confesión que volverá a unificar a parejas y dejará al público con una media sonrisa insinuada.
La dramaturgia de Ballestrero respeta el texto de Susan Sontag. Baby fue publicado en 1974 en la revista Playboy, y es el origen literario de esta puesta.
Una obra para ver y salir mascullando. Con ganas de decir: ya lo sabía, pero saber que fuimos sorprendidos.
Baby
Viernes 21 hs.
El Kafka Espacio Teatral, Lambaré 866, Capital Federal.
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