de Federico Falco
Emecé, 2010
por Ariel Gamarra
Emecé realizó, hace poco más de dos años, una apuesta arriesgada para el mundo editorial argentino: editar libros de cuentos de autores jóvenes (qué es ser “joven” para la literatura nacional es difícil de diagnosticar, en esta nota, me refiero a autores nacidos en la década del 70`). Con diferentes estilos y enfoques, la colección presenta libros de calidad, con autores cuya voz ya es identificable al leer algunas páginas (por ejemplo: Oliverio Coelho, o Mariana Enríquez). Hace unos meses, en el marco de esta colección, se editó La hora de los monos, de Federico Falco. Falco nación en Córdoba, en 1977 y ya tiene obra publicada (los libros de cuentos 222 patitos y 00, así como también una plaqueta de poesía y cuentos en antologías), y este es, tal vez, su mejor trabajo.
La hora de los monos está conformado por nueve cuentos cuyo común denominador es el clima inquietante y un tanto siniestro que impregna todas las narraciones. Son historias que, además de lo que cuentan, esconden algo más. Y es ese plus que a veces se nos hace evidente lo que dota a los cuentos de falco con una fuerza poco vista en la actualidad literaria argentina.
Ubicados en Córdoba o en provincias argentinas que no se determinan, la mayoría de estos cuentos desnudan lo absurda y aburrida que puede resultar la vida para muchos, como por ejemplo en el cuento Un camino amarillo, donde el protagonista es un pobre tipo con una vida absurda que de forma igualmente absurda mata a una persona, o Elefantes, que trata de un circo y de un amor de niños que deja secuelas en uno de ellos. (es recomendable leer Elefantes conjuntamente con Ballena de Paul Gadenne) Igual de vulnerables son los protagonistas de Ballet y Un camino amarillo.
Flores nuevas es, junto con Los días que duró el incendio, uno de los mejores cuentos del libro: falco pasa revista a la vida de un grupo de jóvenes en apenas un par de páginas, a la manera (no en cuanto al estilo) en que lo hace John McGahern con algunos de sus cuentos, dejándonos con ganas a más, y con la sensación de que con ese material bien podría haber escrito al menos una nouvelle. Pero falco es cuentista, y eso se percibe con apenas leer algunos relatos del libro. Es un cuentista que sabe adonde apunta, y acierta. Por eso, Las aventuras de la señora Ema, un cuento con un argumento débil y poco creíble, de todas maneras logra atrapar al lector hasta la última línea, quizá porque más allá de la soledad de la señora Ema, lo que uno quiere llegar a descubrir es el por qué de esa situación alienante.
Los días que duró el incendio ya había sido publicado en una antología de cuentos policiales, In fraganti, editada por Mondadori. Trata sobre el caso del violador serial de Córdoba. Lo fascinante del cuento es que está escrito como si fuera una comedia musical, con baile, canciones y coros. Imperdible.
En la actualidad Federico Falco está residiendo en Nueva York, gracias a una beca para escritores. Sólo resta esperar que desarrolle su talento, pero que no contamine su brillante claridad para narrar. Y, or supuesto, que publique un nuevo libro.
La hora de los monos está conformado por nueve cuentos cuyo común denominador es el clima inquietante y un tanto siniestro que impregna todas las narraciones. Son historias que, además de lo que cuentan, esconden algo más. Y es ese plus que a veces se nos hace evidente lo que dota a los cuentos de falco con una fuerza poco vista en la actualidad literaria argentina.
Ubicados en Córdoba o en provincias argentinas que no se determinan, la mayoría de estos cuentos desnudan lo absurda y aburrida que puede resultar la vida para muchos, como por ejemplo en el cuento Un camino amarillo, donde el protagonista es un pobre tipo con una vida absurda que de forma igualmente absurda mata a una persona, o Elefantes, que trata de un circo y de un amor de niños que deja secuelas en uno de ellos. (es recomendable leer Elefantes conjuntamente con Ballena de Paul Gadenne) Igual de vulnerables son los protagonistas de Ballet y Un camino amarillo.
Flores nuevas es, junto con Los días que duró el incendio, uno de los mejores cuentos del libro: falco pasa revista a la vida de un grupo de jóvenes en apenas un par de páginas, a la manera (no en cuanto al estilo) en que lo hace John McGahern con algunos de sus cuentos, dejándonos con ganas a más, y con la sensación de que con ese material bien podría haber escrito al menos una nouvelle. Pero falco es cuentista, y eso se percibe con apenas leer algunos relatos del libro. Es un cuentista que sabe adonde apunta, y acierta. Por eso, Las aventuras de la señora Ema, un cuento con un argumento débil y poco creíble, de todas maneras logra atrapar al lector hasta la última línea, quizá porque más allá de la soledad de la señora Ema, lo que uno quiere llegar a descubrir es el por qué de esa situación alienante.
Los días que duró el incendio ya había sido publicado en una antología de cuentos policiales, In fraganti, editada por Mondadori. Trata sobre el caso del violador serial de Córdoba. Lo fascinante del cuento es que está escrito como si fuera una comedia musical, con baile, canciones y coros. Imperdible.
En la actualidad Federico Falco está residiendo en Nueva York, gracias a una beca para escritores. Sólo resta esperar que desarrolle su talento, pero que no contamine su brillante claridad para narrar. Y, or supuesto, que publique un nuevo libro.
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