LA NOCHE DE JAMES DEAN
de Néstor Cremonte
Edulp, 2009
por Emiliano Acevedo
El merito principal de esta nueva novela de Néstor Cremonte es abordar cuestiones trascendentales con humor. Una historia de intriga y misterio en la que se mezclan situaciones a veces disparatadas, o casi oníricas, con hechos y personajes reales de la historia reciente de nuestro país. La noche de James Dean está protagonizada por Carlos Moriconi (tener en cuenta el juego referencial entre este nombre y el personaje de Walsh), un periodista retirado que, alguna vez, llegó a ser campeón argentino de billar. Un Moriconi adolescente conoce a Rodolfo Walsh en La Plata en 1956 y establece con éste una relación de admiración-odio, en la que juega a ser Walsh, pero se reconoce como fracasado. Es una historia de encuentros, y desencuentros, que esconde y presagia una traición. La actualidad nos presenta a un Moriconi sexagenario volviendo a La Plata, para ser jurado en un torneo panamericano de billar femenino. Durante esta estadía el protagonista conoce a Agnes, una bella curadora de arte holandesa que organiza una muestra de 16 autorretratos de Rembrandt. Ésta lo introducirá en la admiración hacia la obra del pintor barroco holandés, así como en un juego de seducción histérico que desata un erotismo tardío en el periodista. Mientras tanto el protagonista se debate angustiado por los fantasmas de su pasado y por el juego conspirativo de un presente sugestivo y lleno de enigmas, encarnado en otra obra del mismísimo Rembrandt: La ronda nocturna. La noche de James Dean contiene también un desfile de personajes que aportan a la trama sorpresa y atractivo. Un remisero uruguayo campechano, un burócrata funcionario holandés, la bizarra sobrina de Agnes, un especialista en radares y una adivina de Berisso, hija de una antigua amiga de Moriconi asesinada por grupos paramilitares en 1976. También se suma a estos personajes variopintos una voluptuosa cronista de Play Boy, la que, mientras cubre el torneo de billar, colaborará con Moriconi en su investigación, mientras se transforma en su objeto sexual para dar rienda suelta a los excesos epicúreos del periodista, provocados por Agnes.
Sin embargo, lo mejor de esta novela no recae en lo variado de personajes, ni en un protagonista (tan soberbio como auto compasivo), sino en la proliferación de registros varios que entrelazan la prosa con el discurso periodístico como si fueran hipertextos. Ya sea desde la notebook de Moriconi o desde su propio monologo interior, estos textos secundarios aportan dinamismo y sorpresa a una trama que de otra forma sería apenas un relato de enredos tragicómicos y previsibles. Sin lugar a dudas, Cremonte es un autor que mezcla en forma eficaz los variados discursos de género esparcidos en su relato. Registros que posibilitan saltos temporales en una historia que, de otra forma, se desarrollaría inevitablemente sólo en forma lineal.
La noche… reconstruye una época y la historia personal de un hombre, que alguna vez fue muy parecido a James Dean y jugaba muy bien al billar. Un hombre que se sumerge en un pasado deshilachado para actualizar sus fantasmas, sus presencias e intuiciones, y así poder entender un presente inquietante que lo arroja a un desenlace tan inesperado como esclarecedor.
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