SANGRE KOSHER (de Marina Inés Krimer) por Camila Fabbri

SANGRE KOSHER

de Marina Inés Krimer

Negro Absoluto, 2010

por Camila Fabbri





Sangre Kosher es la quinta novela de la autora María Inés Krimer, publicada bajo el sello Negro Absoluto que dirige Juan Sasturain -diversa colección de policiales negros- . Los relatos de la editora Aquilina suelen estar escritos por encargo. No con seguridad puedo afirmar que éste sea el caso, pero algo del universo del encargo se siente en Sangre Kosher, y no cito esta afirmación como algo negativo. Podría pensarse, más bien, como que trae un resultado ambiguo, sólo eso. Ambiguo entonces: una palabra que intenta explicar lo que se siente durante la lectura de Sangre Kosher y que, en su carácter de palabra, simplemente define. No juzga.


El entramado de un relato policial comienza, para atraparnos, casi siempre con una desaparición involuntaria. Una persona, su ausencia física, y por efecto la falta de explicaciones o razones. En principio no hay elementos para hilar, esos son puñaditos que el autor cede de a poco para que el policial sea lo que es. Cumpla con su forma circular: problema y resolución –obligada-Final feliz, si se quiere. Cuando la ausencia física es de parte de un joven, un hijo de alguien- un individuo con poco poder de accionar todavía- el conflicto tiene más peso. El lector se involucra más- hay algo del lazo filial que lo convierte en un hecho más trágico- un hijo. Sangre Kosher usa estos requisitos policiales. Una desaparición y un ente que se hará cargo de develar el misterio, un ente que resulta ser una mujer judía- de su casa y su cotidiano-(por más extraño, y a su vez entonces atractivo, que parezca). La mujer es Ruth Epelbaum, una mujer del barrio judío que se convierte de a poco en una detective clásica, porque la realidad que le ofrece ese oficio le resulta más tentadora; y lo que las costumbres de su religión le ofrecen le resultan chatas y nulas. Para evadir la costumbre es necesario convertirse a algo: cumplir el rol emancipado de un oficio que parece sólo masculino, y entonces imposible. El personaje que trae María Inés Krimer rompe con ese parámetro e injerta ese peligro dentro de un mundo Kosher con leyes tan rígidas, que terminan cediendo ante lo más extraño.


La novela comienza con la desaparición de una joven, hija de Chiquito Gold- un hombre pudiente- de la colectividad. La fórmula con que dispara el relato es muy similar a Twin Peaks: la ausencia de una mujercita –Laura Palmer- que se asimila a lo sagrado. Una hija, sólo eso. A partir de este flaqueo del orden constituido en una familia, aparece el rol de Ruth Epelbaum. No es claro en qué momento concreto es que el personaje toma las riendas del caso, no teniendo todavía el cargo que la autorice a investigar. Pero sucede, así sin más. María Inés Krimer se ahorra explicaciones a lo largo del relato, y como recurso impune, funciona. La desaparición de la joven mezcla a una detective de edad incierta en universos de gimnasios, aparatos-transpiración física-cuerpos, y la ciudad: Buenos Aires. La autora ubica, no evita lo que pide mostrarse. Nombres propios que sitúan y ubican la historia en lo que es: un mundo legítimo de manejos ilegales de mujeres, con sede física en el barrio del Centro, a la vuelta de la avenida Corrientes o bien en el Tigre: donde pareciera nunca pasar nada .Excepto lanchas que trasladan: río Tigre que esconde cuerpos muertos. María Inés Krimer vincula de un modo efectivo el crimen con lo cierto: el paisaje conocido por el lector. El escenario ubicable, nada de invenciones.


Retomando el recurso de los nombres, María Inés Krimer cuenta un mundo judío basándose en vocabulario. El relato está plagado de palabras sueltas en hebreo que son lisa y llanamente eso: palabras que, los que evadimos ese mundo, no conocemos y sin embargo adoptamos sin más. La autora no explica qué significa cada cosita hebrea que trae, y eso resulta, porque así se convive. Una costumbre y otra. Y con ese vocabulario tan ínfimo y que al mismo tiempo viene y puebla, se configura el mundo del barrio de Once: de las pelucas y las polleras extensas, los vestuarios cautelosos de las mujeres, los rituales de entierro y muerte de una religión específica, las calles de una ciudad que son eso. Porque uno viene al mundo y Once es lo que es, bajo su forma y sus leyes.


Dentro del relato, además de la concatenación de hechos que simulan un misterio que –lastimosamente- no se termina de develar: el mundo tentador que propone María Inés Krimer queda a medias. Toma a la protagonista como centro y eso pareciera impedir el desarrollo de pequeños satélites que abre y ahí quedan. Personajes que acompañan y elaboran la historia de Ruth Epelbaum. Nombres propios otra vez, que ahora quedan en el camino y no son más que eso: palabras que componen un capítulo de una novela. ¿Será que el universo del encargo hace que la cosa se apure- de tan veloz- no permita cerrar nimiedades que lleven a la finura del relato?


Entonces, siguiendo la ecuación de Ambiguo como palabra: podría pensarse a su vez que Sangre Kosher se queda en la acción de definir sin dar el puntazo final necesario de juzgar al momento de cerrar un relato policial que bajo formas impunes y arbitrarias: lo pide.

1 comentario:

Infinito Punto Azul dijo...

No coincido en ningún punto.

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