LA BARCA SILENCIOSA (de Pascal Quignard), por Juan José Burzi

LA BARCA SILENCIOSA

de Pascal Quignard
El cuenco de plata, 2010
por Juan José Burzi






Con pocos títulos traducidos y publicados en Argentina, el francés Pascal Quignard es uno de esos autores esquisitos que surgen cada tanto. Lo llamativo es que en Francia también siuge escribiendo y publica Pierre Michon, otro autor muy particular, que con otras características hace algo similar a Quignard. Ambos son representantes de la escritura poética más importante de la actualidad francesa.

Quignard (que es de quien vamos a hablar) planteó, por 2002, una serie de libros que conformarían un corpus, Último Reino. La barca silenciosa, libro recientemente editdo por la editorial El cuenco de Plata, es el sexto tomo de este corpus. (Los lectores de Quignard esperamos que en algún momento se editen en Argentina los tomos anteriores).

En estos volúmenes se plantea desde la escritura misma y sin postulados, un quiebre con la literatura más tradicional, compuesto por capítulos o fragmentos breves, reflexiones, meditaciones… muchas veces Quignard se vale de hechos reales o supuestamente reales para desarrollarlos y encontrarles un sentido diferente, o simplemente enunciarlos. La mayoría de estas historias suceden en la antigua Roma o Grecia, en la vieja Europa (Italia, Inglaterra, Francia), o sea, lejos en el tiempo.

En La barca silenciosa, el autor parte de la etimología de la palabra francesa corbillard (coche fúnebre en su significado actual) como punto inicial a una serie de estas mini historias. Es fascinante detenerse promediando el libro y volver al inicio, para advertir cómo ese recorrido fue sinuoso, y de que manera hábil el autor nos hizo entrar y salir de las historias sin dejar de sorprendernos.

Estas historias no cierran linealmente con un “final” en el sentido más clásico de la palabra, sino que se abandonan, discurren, se continúan a veces en otras, como antecedentes o ecos de las mismas. Parecieran ondas de agua producidas por un primer impacto, el de ese corbillard, ese barco de bebés que bogaba por el Sena, llevando y trayendo niños para ser amamantados por sus nodrizas.

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