Strasser es un ambicioso y joven ingeniero que llega de Europa a un paisaje más bien incierto, que podemos adjudicar a una provincia del Norte de Argentina. No llega solo, llega con su esposa. Tizón deja entrever que los Strasser pueden estar escapando a la guerra en Europa. Este dato, como otros tantos en el libro (desde el paisaje indefinido, lluvioso, caluroso; como el pasado de Strasser y la relación con su mujer, Hilda) nunca son revelados en su totalidad. Tizón, tal vez el mejor y más silencioso escritor argentino hoy en día, en esta novela maneja la elipsis y lo entredicho con maestría.
Janos, húngaro y asistente de Strasser y nexo entre él y los lugareños, entabla una relación erótica con Hilda. El desenlace de este triángulo amoroso es mejor dejar que lo descubra el lector, pero sí hay que destacar otros elementos, a simple vista, secundarios a esta historia, que hacen de esta novela breve (130 páginas) una perfecta máquina literaria: la presencia constante de la soledad, a veces retratada a través de recuerdo y sentimientos, a veces con la sola presencia del desierto; la lenta ruina de los lugareños, su pobreza sin esperanzas y la vida simple y triste que llevan; la intrigante voz del narrador, cuya identidad se descubre sobre el final, y que da así una vuelta más a la rosca de esta historia.
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