Todo comienza en una reunión semanal que llevan adelante siete singulares personajes, desopilantes, en la cual terminan definiendo que la literatura argentina no tiene musa, ha muerto. Algunos de ellos (entre ellos Matías Fast, con descendencia Anglosajona, habitante de Hurlingham, estudioso de la medicina y literato) identifican a esta última musa con Elizabeth Eleanor Siddal, modelo de Gabriel Rossetti, pintor prerrafaelista. Miss Siddal, además de modelo de Rossetti, inspiró un libro de sonetos que Rossetti le dedicó.
Miss Siddal murió por una sobredosis de opio al poco tiempo de casarse con Rossetti. Hasta aquí la historia pura y real de Miss Siddal y Rossetti. El delirio de los personajes de Munaro vuelven a entrar en escena a partir de este punto: llegan a la conclusión de que necesitan alguna pertenencia de esa musa muerta para lograr obtener su “magia” por ósmosis. Por lo tanto, deciden obtener su cráneo para lograrlo. Y las teorías alocadas continúan, dado que Fast es acusado de extranjerizante y que varios de los presentes sostienen que la última musa de la literatura argentina fue en realidad un objeto: la pipa que Marechal usó para escribir Adán Buenosayres.
Imperdible el capítulo del Diario de Miss Siddal, donde Munaro nos hace oír la voz de esta última musa y nos rebela más sobre ella.
Boedo y Florida, Marechal, Macedonio Fernández, los pintores de la época de Rossetti sobrevuelan toda la nouvelle de Munaro y las reflexiones y opiniones que estos desatan son indistintamente inteligentes y graciosas.
El único obstáculo que puede presentar esta nouvelle es que el lector debe aceptar su particular forma de estar escrita y debe entregarse sin temor a la narrativa de este joven autor, una rareza en su forma entre lo que se está publicando.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario