de Jorge Leonidas Escudero
Ediciones en Danza, 2010
por Eduardo Albornos
La publicación de la poesía completa del poeta sanjuanino Jorge Leonidas Escudero, ha sido una de las noticias más celebradas de estos últimos años. En tiempos en lo que uno se cansa de escuchar “la poesía no vende, no gusta”, Ediciones en danza (en especial la labor de uno de sus editores, Javier Cófreces) asumió la ardua tarea de llevar al papel los 20 libros del poeta (muchos de los cuales se rematan en Mercado Libre o circulan en fotocopias) en un tomo de 780 páginas, con una gran calidad de papel y con un arte de tapa de la artista plástica sanjuanina Malena Peralta.
Jorge Leónidas Escudero, apodado “chiquito” entre los amigos, nació en 1920, en la provincia de San Juan, donde actualmente reside. De joven abandonó sus estudios de Agronomía y se dedicó a la minería, cateando minerales en las montañas. Entre “maquinitas y papeles” el mundo del oficinista se le vino encima. Comenzó a publicar a la edad de cincuenta años en ediciones de autogestión. Luego vinieron antologías, plaquetas, musicalización de sus poemas, reconocimientos, una publicación en México, un Diploma de Honor del Honorable Senado de la Nación, la entrega del Doctor Honoris causa de la Universidad Nacional de San Juan, una mención especial del Premio Nacional de Poesía que despertó polémica y a partir del año dos mil uno, Ediciones en danza comienza a publicarlo.
Al encontrarnos con la poética completa de Escudero (o casi, por que el poeta está preparando un nuevo libro bajo el titulo de “Atisbos”) presenciamos un constante insistir, un escarbado minucioso sobre el sentido de la vida. Por momentos uno cree que lo puede encasillar en un estilo, en una temática. Error. Tan cerca de la narración y del habla cotidiana, Escudero se sienta con nosotros en la mesa de un bar o en el banco de una plaza para “decirnos” con sus anécdotas irónicas, con su filosofar despreocupado (en apariencia) que nunca se debe empeñar lo sencillo y el contacto de la naturaleza por el ruido de la urbanización y los cacareos de aquellos débiles mentales que se creen dueños de la pelota del decir y del saber.
Comprometido con su tiempo y su tierra, Escudero se planta diciendo su regionalidad sin callarse las palabras, y al desplazar su interior al valle que respira, adquiere altura y termina desbordándolo para volverse universal. Así como Tolstoi escribió “pinta tu aldea y pintarás el mundo”, Escudero levanta trinchera contra la indiferencia, como han hecho otros grandes poetas del interior, entre ellos J. L Ortiz, Atahualpa Yupanqui, Tejada Gómez, Bustriazo Ortiz...
Escudero empina sus pasos hacia alturas (destino de pirquinero) y siempre vuelve con buenas nuevas. Ya sea sorteando el vértigo de la mujer no correspondida, aquella que no da vuelta y dice: “(…) andá/ buscá otra que te asista, yo espero mejor suerte”; las desventuras (aventuras) entre “cerros lagartos” y “nubes guachas” como horizontes reveladores o las noches de juego donde la desesperación lo acodaba contra mesas de ruleta buscando la llave del éxito y la fortuna que nunca llegaron, habiendo estado tan cerca…
Viejo alquimista, artesano de la palabra, inagotable, la poética de Jorge Leonidas Escudero invita al diálogo fraterno y a la búsqueda de lo inhallable desde el pujante valle-desértico del oeste argentino, donde pocas veces se suele posar la mirada y el oído.
(Aclaración: no está mal escrito “Leonidas”: así lo asentaron en el registro civil y él tiende a que se lo llame “Leonídas”)
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