Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién...)
Los fantasmas siempre tienen hambre
A) ¿Cuándo escribís? ¿Tenés algo así como una
“rutina”?
Escribo a diario por mi labor de
periodista. Ésa es mi rutina. No me imagino ejerciendo otra actividad. Alterno
la producción de noticias con los textos literarios.
B) ¿Le dedicás todo el tiempo que te gustaría a
escribir?
Quisiera dedicarme a la literatura las 24 horas del
día y las 24 horas de la noche, como diría el poeta Herminio. Considero igual
que soy un afortunado porque en los últimos años he podido ir consiguiendo más
tiempo para la ficción.
C) ¿Sobre qué tema pensás que no vas a escribir nunca?
¿Por qué?
Difícil saberlo. ¿Por
qué? Responder a esa pregunta quizá sea como jugar a la ruleta.
D) ¿Últimos tres libros que hayas leído y te hubiera
gustado escribir a vos?
Hace poco estuve
releyendo las historietas de Héctor
Germán Oesterheld y me deslumbré por la imaginería puesta en
escena. Las tiras “Mort Cinder” o “Sherlock Times”, con ilustraciones de Alberto
Breccia, son grandiosas, pero, sin dudas, “El Eternauta”, con Solano López, alcanza
uno de los puntos más altos dentro de la historieta. En la segunda parte, donde
otro hubiera hecho un panfleto montonero, Oesterheld plantea interrogantes
políticos, los miedos y el clima de una época, se anima a cuestionar al héroe y
compara al Eternauta con sus enemigos. “Por un instante son inhumanos los ojos
del Eternauta. Las pupilas, dos pozos insondables, o dos ventanas al infinito”,
dice y agrega: “No, no es más
el Juan Salvo que conozco. Es un extraño total. Tan ajeno
como un ‘Ello’”. Los “Ellos” son los enemigos de la humanidad. Sólo una obra
maestra puede caminar por esa línea tan delgada. Otras novelas que recomendaría
son “Los girasoles ciegos”, del español Alberto Méndez, y “Déjame entrar”, del
sueco John Ajvide Lindqvist. “Los girasoles ciegos” es una novela sobre la
Guerra Civil Española. Es una obra breve de una contundencia impresionante: uno
de los mejores ejemplos de cómo la poesía puede brillar en una buena prosa y, a
su vez, cómo la prosa puede brillar al lado de buena poesía. En “Déjame entrar”,
Lindqvist actualiza el mito del vampiro, y en el comienzo expone la clave del horror
contemporáneo: “Donde ahora se alzaban edificios de tres alturas, antes no
había más que bosque. Los misterios del pasado no estaban a su alcance; no
tenían ni siquiera una iglesia. Una población de diez mil habitantes, sin
iglesia. Eso ya dice bastante de la modernidad y racionalidad del lugar.
Bastante de lo ajenos que eran a las calamidades y al terror de la historia. Lo
cual explica en parte lo desprevenidos que estaban”. Es un gran comienzo que
entrelaza la vieja tradición del gótico con los problemas actuales de Europa.
E) ¿Estás escribiendo algo nuevo ahora? ¿Qué?
Estoy escribiendo
guiones de historietas, cuyas ilustraciones están a cargo de Iñaki Echeverría. Concebir
relatos teniendo en cuenta el desarrollo visual ha sido un gran aprendizaje.
Son piezas para un proyecto colectivo junto a Gaby Cabezón Cámara, Alejandra Zina , Leonardo Oyola , Esteban
Castromán, Leandro Ávalos Blacha y Oscar Fariña, que esperamos pueda editarse en
breve. También en esta primera mitad del año, estuve muy abocado a la difusión de la novela Muerde
muertos (quién alimenta a quién...), escrita con mi hermano Carlos, y a la reedición de Beber en rojo (Drácula), de Alberto
Laiseca, que lleva un prólogo mío, y en estos meses, mi anhelo es retomar la
escritura de una nouvelle en la que busco cruzar la tradición de Robert Howard
(Conan el Bárbaro, Kull de Atlantis y Solomon Kane) con las historias de
Eduardo Gutiérrez (Juan Moreira, Hormiga Negra y Juan Cuello), con un protagonista,
un poco cascoteado y solitario, donde la ciudad de Buenos Aires y el territorio
bonaerense sean los escenarios.
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