LA CASA DE CARTÓN
de Martín Adán
Mansalva, 2011
por Augusto Munaro
Con excepción de Trilce de César Vallejo,
ésta, la única novela del poeta limeño Martín Adán (seudónimo de Rafael de la
Fuente Benavides) escrita a sus 19 años y publicada en 1928, tal vez sea el
libro más relevante de la vanguardia peruana. Una hecho que nada debe al azar
pues la vigencia de su prosa sugestiva -producto de un profundo y laborioso
dominio verbal- ha resultado categórica para el desarrollo de la literatura
hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX.
Como Las composiciones de Fritz Kocher de
Robert Walser, El gran Meaulnes de Alain Fournier o Las aventuras de Tom Sawyer
de Mark Twain; La casa de cartón se presenta como una novela de aprendizaje narrada
desde la óptica de un muchacho, y lo hace sin separarse de su interés
primordial: la poesía. El texto prescinde de hilo argumental, pues su trama
apenas esboza una serie de pequeños cuadros. Se trata de vivencias y
reflexiones –casi siempre irónicas- de un adolescente en el provincial
balneario de Barranco junto a sus amigos Ramón y Catita. No obstante, dichas
viñetas desprovistas de progresión, funcionan como pretexto para explorar las
posibilidades del lenguaje. Al optar por un texto de estructura fragmentada,
discontinua, los elementos innovadores multiplican el grado de significación de
las palabras. Las arrastra a otro plano y es esto lo que vale al considerar la
importancia de su obra, es decir el deseo intrínseco de libertad que emana del
libro.
Fiel a una pulsión lúdica, Adán expande,
quiebra y reinventa vocablos que rebasan su propio significado resplandeciendo
en inigualable imaginación auditiva. Menos hiperbólico que Julio Herrera y
Reissig, y con recursos estilísticos tales como: gestación de neologismos,
despliegue de imágenes, adjetivación múltiple, uso de arcaísmos, superlativos,
tendencia a las hipérboles, uso de sinestesias, peruanismos e incisiones
sintácticas varias, hacen que en su conjunto infrinjan deliberadamente la
rigidez tradicional de la novela para inventar su propia estructuración
semántica. Un portentoso muestrario que revela el producto de una insólita conjunción
de técnicas que actúan en hermético y concluyente equilibrio. Como resultado, La
casa de cartón permite una realidad lírica arriesgada, pues en su ordenada
digresión reside la inagotable plasticidad de su fraseo neogongorino, exigiendo
siempre al poeta doblegar y alterar el orden gramatical de su léxico hacia un
nivel de mayor concentración alegórica, metafórica, y por sobre todo, elíptica.
La presente edición de Mansalva complementa el texto con una introducción de
César Aira.
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