EL SEÑOR DE LA LUZ (de Maurice Renard), por Augusto Munaro

EL SEÑOR DE LA LUZ
de Maurice Renard
La Bestia Equilátera, 2012
por Augusto Munaro



¿Cuál es el secreto de la fascinación de esta novela? Imposible saberlo. Su autor, el escritor francés Maurice Renard (1875-1938) acaso encarnó lo que cierta vez Píndaro dejó por escrito en un par de versos: “No aspires a la vida inmortal pero agota/ los límites de lo posible”. Pues su protagonista, el joven e inquieto historiador Charles Christiani quien sueña casarse con su adorada Rita Ortofieri (perteneciente a una familia corsa enemistada con los Chistiani desde los tiempos de Napoleón), parece haber llevado esa premisa a los pormenores de su historia donde cualquier cosa es viable y todo puede ocurrir. Felizmente para el lector a través de sus veinte capítulos, los atractivos son muchos y variados. 
Charles necesita esclarecer un crimen centenario para demostrar la inocencia de los Ortofieri y restituir así la armonía entre ambas familias. ¿Podrá lograrlo? En una carrera contra reloj y con el socorro de unos cristales cuyo extraño material (“luminita”) retrasa el reflejo de la luz en proporciones extremadamente notables (lo que sucede hoy puede ser visto recién en cien años); Renard narra una odisea de prodigios en una novela compacta y entretenida que despliega dos mundos o existencias paralelas (pasado y futuro: espacios y tiempos rivales); sólo compatibles a la hora de solucionar el enigma del boulevard du Temple, originado allá por 1835, durante el Primer Imperio. 
Así Renard (maestro a la hora de hibridar géneros) procesa ciencia ficción (H.G. Wells pero también Gustave Le Rouge), policial (en especial Poe y Maurice Leblanc) fantasía, aventura (Ponson du Terrail, Verne); inclusive horror gótico para forjar lo que él solía llamar le roman merveilleux (la novela maravillosa). Su estilo absolutamente transparente y ágil posee la virtuosa velocidad de los folletines, ese ritmo rocambolesco hallado en Pierre Souvestre y Marcel Allain, los creadores del inmortal Fantômas. El resultado es favorable, pues su cualidad irreal es más potente que el realismo, razón por la cual logra el milagro: volver admisible lo inverosímil. 
La traducción magnífica de Le Maître de la lumière a cargo de César Aira confirma que la literatura francesa es infinita e inagotable como la cantidad de hechos maravillosos que narran sus páginas: desde el curioso vidrio óptico que aprisiona el pasado en sus miles de capas micáceas hasta Pitt, el viejo loro de 140 años que guarda en su memoria esclerótica, un secreto extraordinario.

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