HERÁLDICAPOLICROMA, HERÁLDICADOPPELGÄNGER
por Juan Agustín Onís Conde
[1] Detrás de Parque Patricios, me fajaron los fenicios [...]
[3] En la esquina de Monroe un ratón casi me roe [...] [6] Entre Flores y Floresta me adormeció un Zend-Avesta
[7] En el Bajo de Belgrano se me insinuó un mahometano
[8] De Flores a Vélez Sarsfield disfrutamos del té Garfield
[9] Cerca de la Chacarita me persiguió un manflorita [...]
[11] En Paraná y Arenales viven varios esquimales [...]
[13] En el bosque de Palermo me rompió el alma un enfermo [...]
[15] En la Avenida de Mayo se me atravesó un cipayo [...]
[25] Al salir del subterráneo me cepillo un ermitaneo [...]
Itinerario de un vago porteño, 1927
Borges se suicidó.
Cuenta la historia que Borges se suicidó, cuando era relativamente joven. En un
hotel de Adrogué. Cargó un revolver de caño corto, lo ubicó dentro de un saco
casi impoluto, se peinó frente al espejo con delicado escozor —su ya clásico temor frente a l’mushi, y
se dirigió al mítico hotel que solía visitar en eones dorados, en compañía
familiar. Llevó un Whiskey, uno escocés —aunque
su preferencia recaía en una variedad de ajenjo que se ha vendido en San Telmo
alguna vez. La noche era obscura y entre la humareda de arbustos la niebla
bramaba. Miraba al cielo soluble en el aire con sus ojos ciegos para ver la marcha de almas —la mancha de almas. También hubo desengaño, también hubo desamor. Una
mujer que lo dejó por un poeta —uno menor.
La estratagema —si se quiere, era a-la japonesa. Registrarse en una
habitación. Un Hombre solo. Enivrons-nous. Y hacer que libre el cauce la vena
que «late», como Dazai. [¿Cómo Chatterton?] No necesariamente: As Borgie.
La vena late time-slip. La vena comienza a latir
cuando tiene ganas. A-la hedgehog’s
dilemma. La espina crece y cuando crece la vena late. Y lo que late
atormenta. Heautontimorumenos. El crespón opaco de la habitación dió dote de
sombra a su semblante rebosado en un latir-de-extravío, uno a-boca-de-sombra.
Luego de haber elogiado los silencios, el poeta menor atravesó instantes de
impudicia púbica: su gozar al vislumbre de lo que mejor un poeta sabe hacer. “Yo quiero ser una promesa”—Inquio “Solo
las promesas son perfectas"[1].
Tras el vaivén de la
lámpara sus ojos. Se revistieron de color amarillo ("Un lento atardecer,
crepúsculo de verano") enterrando su lejano brillo en una enclenque cuna
del verbo [crepitacula garrula tersa]
una plurivalencia que unía la metafísica de éste, la mecánica de la digestión
del crepusculario ambarino, el Sartor Resartus —recientemente abarcado y las fulguraciones verbigracicas de la
alquimia reverberante. Latían. Sentado en la cama sumergió sus adentros en un
cumulo de angustia. La noche estaba igual, afuera. Y no volvió a salir de allí.
La noche y su presencia se fundían. Así fue: L'hydre-univers tordant son corps écaillé d'astres. Ubicó la
pistola apuntando a su cabeza. Sus manos temblaban con fuerza. Algunas nubes
descubrían la luna al momento en que disparó. La capital porteña se alborotaba en
un ajetreo ambivalente, dinámico, etéreo; tal como si nada [o todo] ocurriese.
Alguna ilusión discurría entre los rostros, una breve, una modesta, un «amor
compartido» rebosante de la dignidad de jóvenes parejas [quizá sus padres, lector] alguna dicha genuina y simple, lejana a
la inmundicia de internet, de la NASA, de la paranoia que se instauraría en «la
angustia del año 2000».
Un grillo redoblaba su
cantar sonoro en la penumbra cuando Borges obitó[2].
Quedó otro Borges. El de la heráldica
policroma, el doppelgänger. Uno que fantaseó con un final anónimo, tirado en
algún callejón [tinto en sangre, guerra]; la flor de los cuchilleros …que ahora tapa la tierra. El otro. Como
Mishima. Éste, intentó morir como un «cuchillero japonés» es decir: un samurái,
un hitokiri. Borges cuchillero,
Mishima samurái. ¿Qué podría entender un japonés acerca de lo que Borges sentía
por el «honor cuchillero»? ¡Nada!. ¿Qué podrá entender una mujer sobre éste?. Ambos
escritores fantasearon con omitir su obra a cambio de terminar sus vidas en La
ley del hombre. Toda su obra a cambio de que sus vidas sean concluidas por el
heroísmo, el valor: el coraje hermoso del faites
morir la mort.
Cuando el recuerdo
llegue a su último peldaño ¿No será uno, un doble del otro? [¿No seremos dobles
de nosotros mismos, esperando un instante que resuma toda nuestra vida, que la
encierre, que la metaforice encendiéndola?] ¿No confundirá el recuerdo en su
azar mnémico aquello de «el saber olvidar también es tener memoria» fundiendo a
ambas personalidades juntas, despellejándolas de impurezas impregnadas en el
paso por este mundo?.
Toda novedad no es más
que un recuerdo.
¿Acaso no fue Jorge
Francisco Isidoro Luis Borges quien mediante su eterno Jardín de senderos, se adelantó al desfasaje de la desmemoria?.
¿Acaso no era él, quien no cesaba de recordar en cuanta conferencia o ensayo,
aquel poema de Chuang Tzu?; Éste, soñó que era una mariposa. Sin embargo, al
despertar ignoraba si había soñado con una mariposa, o si era la mariposa, que en ese mismo momento soñaba que era Chuang
Tzu. Es mediante ese reflejo de sueños en el sueño de otro espejo, que Borges
desde un pasado novedoso nos brinda una comprensión más antigua que los sueños;
Que el Enûma Elish.
[…] En la pampa se
abre el horizonte[3]
con el
extraviado sonido del organito roto
que trajeron los
marineros.
Allí llega el
pueblo con la esperanza
y muere
crucificado en la nostalgia de la patria.
El pueblo
abandonado doblemente por la patria y la tierra nueva
sin tejer ni un
pedazo del sueño,
vaga por el
laberinto del gran tiempo
y se encuentra
con su rostro verdadero y eterno
un momento antes
de su muerte. […]
El poema, funciona como
un reclamo femenino a la obra de Borges indagando en la relación con su madre.
Tamura estableció amistad con García Márquez –a pesar que éste no cedió el
titulo de su opera prima al carismático Shuji Terayama en vistas al film Saraba, Hakobune (“Farewell to the ark”
1984) es decir, la adaptación fílmica japonesa de “Cien años de soledad”. Una
pieza fílmica de cine arte puro. Qué
curioso que en la transición [macondo-buraku] o que no-curioso, es que se hayan tomado ideas de la novela que quiso-ser Cien años… M/T del maestro Kenzaburo Oe (y quizá, lo fué) mediando
entre dos aguas. Dos aguas por demás distantes. Empero las mismas funcionan
como un diluyente colombiano-japonés en ámbitos de tradición/transición
campestre in koketeo parnaso-pre-zengakuren
(¡Que nos bendiga Kanno Sugako!).
[4]
[…] «Heráldicapolicroma, heráldica de los
sueños
Doblefragor corpóreo en
ojos de crisálida disecada por dentro
¡Heráldicapolicroma! Limadura
de Hephaestos
Del ominoso ser en
reflejo imbuyendo sus alas por dentro» […]
En Gilgamesh. ¿Allí la
historia soñará al lector o el lector soñará a la historia?. Enfocando aquel
moebius onírico a la sombra-doppelgänger, ajeno al ulterior calculo (el que
deja a la memoria R.E.M. perturbante, acrisolada y entristecida) el recuerdo se
evoca retorico: es Poe con su poema “A dream within a dream” (Un sueño, dentro
de un sueño) es acaso, desde dentro de un sueño que una obra surge. Dentro del
holograma onírico de el doble «Sueño»;
—En japonés se dice «Yume». El ultimo
capitulo de “Genji Monogatari” se titula: Yume no ukihashi (“El Puente flotante
de los sueños”). Murasaki Shikibu también adelantó a Borges, con dicha
plataforma, o con «utsusemi», aquello del cuerpo de la cigarra ya abandonado e
incrustado al árbol, como metáfora del yomigaeru (“renacer”). De los sueños
renacemos, tal como el recuerdo de Stevenson en aquello que el folklore
irlandés llamaría fetch y el alemán doppelgänger; el fantasma de alguien vivo, también presente en el relato “El
Otro” de Borges o en “Kafka en la orilla” de Haruki Murakami. Intervenir en los
sueños se convierte, quizá, en una forma de aprehensión; el lugar donde un
trickster hallaría su shinkiró. Por lo tanto, de esta forma, me permito en pos de
vislumbrar —por algunos segundos, el
espejo del inconsciente Borgeano, finalizar continuando el segmento poético de
la “Nueva refutación del tiempo” como una suerte de blasón de esta insomne
refutación onírica.
El sueño es la
sustancia de que estoy hecho.
El sueño es un
río que me arrebata, pero yo soy el río;
es un tigre que
me destroza, pero yo soy el tigre;
es un fuego que
me consume, pero yo soy el fuego.
es el sueño el
que nos sueña, pero somos el sueño.
[1] Lo cierto es que el
«deseo de ser tan solo una promesa» solo se conjeturó en la mente de un
extasiado Borges como una ironía. Nunca fue pronunciado como tal, es decir,
solo se trató de huellas mnèmicas del poeta menor, gravitando en la imaginación
del propio Borges, atormentándose. [«Yo es otro» Rimbaud].
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