LITERATURA LGBT+ ANTES DEL LGBT+, por Maximiliano Guzmán

 

LITERATURA LGBT+ ANTES DEL LGBT+
(Pequeña discusión informal sobre Personajes y Marketing literario)

por Maximiliano Guzmán


¿Estamos dispuestos a aceptar que los personajes LGBT+ no son una propiedad exclusiva del Movimiento y de la bandera que elevan fervorosamente?

¿Que la literatura que lleva aquellas siglas y una temática sexual – romántica pertenecen al marketing literario y no funcionan como elemento de lucha de estás minorías?
¿Es posible que esas luchas ya fueron dadas y lo que hoy presenciamos en la literatura LGBT+ es una perfor-mance de una batalla que ya no debe ocultar sus armas ni sus gustos para pelear?
¿Hemos avanzado?
¿O estamos retrocediendo?

Podemos remontarnos a las mitologías y encontrar a personajes como Loki, un dios nórdico con la capacidad de variar de formas y sexos según su placer y conveniencia. Hapy, dios egipcio del Rio Nilo, hombre nacido con senos de mujer o Tiresias, adivino ciego convertido en mujer durante siete años o Fanes, dios Andrógino griego nacido de un huevo cósmico que fabricó el Tiempo.
Ejemplos de cambios de sexo, nuevas percepciones del Yo y No binarismos abundan en las vastas historias de deidades de todos los continentes.
Y como abundan, se transforman para que autores de siglos pasados y presente renueven, reversionen, reformulen y den color a sus personajes en sus textos.
Virginia Woolf, considerada en la modernidad exponente del feminismo escribió Orlando, su sexta novela publicada en 1928, basada en vida de Vita Sackville-West, su amante aristócrata. Allí en modo de biografía narra las peripecias de Orlando, un ser andrógino que será favorito de la reina, pasará por desventuras amorosas tanto como hombre y como mujer llegando hasta la revolución industrial. ¡Toda una vida! Pero Orlando solo es un ejemplo sencillo de la utilización a posterior para alimentar el movimiento de las infinitas siglas.
Carmilla de Sheridan Le Fanu es otra muestra de un personaje que en este caso lleva una gran carga en el lesbianismo, carga escrita adrede por Le Fanu para condimentar el Vampirismo en su historia. Historia que inspiraría a las fechorías del Drácula de Bram Stoker. (En párrafos siguientes retomaremos sin hondar de más sobre los vampiros)
Podemos ir hacia atrás y darnos un aperitivo con los gustos sexuales de los personajes de El Marqués de Sade. La sexualidad y el placer puesto a rodar en Justine, Juliette, Crímenes de amor…etc. donde los personajes se liberaban para cumplir sus más escandalosas fantasías sin importar a que género pertenecían sus adeptos.
Y aquí desde el tabú en todas sus facetas, los lectores entraban en la bacanal a escondidas.
Pero vamos a convocarnos en autores más cercanos a nuestras fechas como Úrsula K. Le Guin, referente de la Ciencia Ficción y reconocida por su saga Terramar quien escribió en 1969 La mano izquierda de la oscuridad. Una novela donde un humano viaja al planeta Invierno y descubre una sociedad hermafrodita con la capacidad de cambiar de sexo. Allí Úrsula monta una civilización liberada y deliberada que, por cuestiones estrictamente derivada a la falta de dualidad sexual, las confrontaciones y manejos políticos quedan anulados por sus propios habitantes debido a sus elecciones sexuales.
Y siguiendo con la ciencia ficción nos topamos con Philip José Farmer y la compilación de cuentos Relaciones Extrañas publicado en 1960 donde Farmer despliega su cachondeo sexual buscando una interacción atípica entre sus personajes y los mundos en que estos se encuentran.
Los cuentos que componen Relaciones Extrañas son : Madre, Hija, Padre, Hijo y Hermana de mi hermano, cuento especialmente brillante donde Farmer extiende con esplendor una seguidilla de escenas sexuales entre un humano y un extraterrestre de lo más creativo del género.
No obstante, para esos dulces años 60s las banderas y Movimientos sociales empezarían a elevarse, influenciando aun más a nuevos autores llegando a contemporáneos y no tan contemporáneos como Manuel Puig, autor argentino que escribe El Beso de la mujer araña en 1976 donde un preso político y un homosexual comparten celda.
En los 90s la escritora Mariana Enríquez escribió Bajar es lo Peor, una novela vampírica (Aquí vuelven los vampiros) sobre homosexuales intoxicados, siendo replicadora de la autora Anne Rice quien en su saga Crónicas Vampíricas, las relaciones homoeróticas forman parte del mundo de sus vampiros que copiaría in extremis Poppy Z. Brite. Y ahora salgamos de los chupasangres…
Una vez que cruzamos a los años 2000, la literatura con personajes homosexuales, bisexuales, travestis y travestidos y más derivados comienzan a tomar partida y como una gran tela de araña se expanden con Best Sellers como Llámame por tu nombre publicada en 2007 del autor André Aciman. Tal fue el éxito de la novela que el cineasta Luca Guadagnino la llevó al cine obteniendo una gran crítica y nominaciones.
Hasta el momento no deberían quedarnos dudas de que las historias LGBT+ y sus personajes han sido escritos de forma constante y sonante a lo largo del tiempo teniendo muy buena fama.   
Pero vuelvo sobre mis pasos.

A esto lo tenemos que discutir.

¿La literatura LGBT+ es un movimiento de las editoriales para visibilizar y aumentar el caudal de personajes LGBT+ en una literatura donde rige la heterosexualidad o es una jugada de Marketing que a priori de buscar visibilizar al Movimiento, termina por transformarla en un ghetto separando a los personajes por su sexualidad y no por su acción en la trama?
Deberíamos poder respondernos estás preguntas con el fin de encontrar una verdad justiciera que nos una y no nos divida…
¿Un Movimiento en siglas y banderas nacido en  1969 con los disturbios de Stonewall en Estados Unidos puede regir una nueva norma literaria para que los gigantes editoriales (y pequeñas imprentas devenidas en editoriales) puedan reinventarse ante la falta de lectores cautivos y ejecuten de brillante manera una “Etiqueta editorial” para atraer lectores ávidos de verse representados por el Movimiento?
Si. Es muy probable que a las grandes editoriales el Factor Social del Movimiento LGBT+ y su lucha en masas por una inclusión general sin tapujos les sirva para recaudar mucho dinero a base de autores sin renombre (o eyectados a la fama en su nicho-género) cuyas historias están atravesadas por un entorno erótico-afectivo limitado a las preferencias del lector deconstruido y partidario. Lector que busca como todos los lectores, empatizar y sentirse representando en una ficción.
Pero…
¿Es necesario usar la etiqueta de Literatura LGBT+ cuando durante siglos la literatura ha obrado en gracia con su libertad creativa para darnos personajes memorables sin necesidad de separarlos en sus gustos ni definiciones sexuales?

Otras obras previas a la Literatura LGBT+:

Ernesto de Umberto Saba escrita en 1957 y publicada póstumamente en 1975.
De Profundis del grandísimo Oscar Wilde, epistolar desde su celda escrita en 1897
Carol de Patricia Highsmith publicada en 1951.
Tengo miedo Torero del chileno Pedro Lamebel publicada en 2001

Leyendo esto, ¿podemos decir que necesitamos los lectores una Literatura LGBT+?

Discutamos…







 

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