APOLOGÍA DE LA CIENCIA FICCIÓN, por Gustavo Di Pace

APOLOGÍA DE LA CIENCIA FICCIÓN

por Gustavo Di Pace

 

El prejuicio, tal como la palabra lo indica, es un juicio anterior al conocimiento de la persona, concepto o cosa sobre la que se emite opinión. Todos prejuzgamos en mayor o menor medida. Negar que lo hacemos sería un error; ergo, debemos entenderlo como un mecanismo propiamente humano. El desafío, me parece, es intentar superarlo, no quedarnos con ideas preestablecidas. Se trata entonces de estar atento, porque dichas nociones nos tienden trampas de forma constante en una sociedad que las promueve, hace ícono de la estigmatización, el estereotipo, el reduccionismo y el pensamiento sin reflexión ni argumentos.  

Ahora bien, yendo al tema que convoca estas líneas: ¿Qué es lo primero que se piensa cuando nos referimos a la “ciencia ficción”? Es probable que muchos digan que no les gusta este género y/o recuerden películas como Star Wars, Viaje a las estrellas, La guerra de los mundos, Yo, robot, etc. Pero la ciencia ficción, víctima a veces de cierto recelo y aprensión, es mucho más que eso.

Se sabe que a medida que el conocimiento científico progresa, la literatura (todo arte es testimonio y símbolo de su tiempo) la incluye en su historia y surgen textos como Frankestein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley (1818) y, antes, Somnium, de Johannes Kepler (1634), del cual gente como Isaac Asimov y Carl Sagan consideran la primera cosmovisión literaria (hubo incluso atisbos anteriores como Utopía, de Tomás Moro, de 1516, entre otros). Más tarde vendrían, siempre acorde a los avances tecnológicos de su época, algunos textos de Edgar Allan Poe, los viajes inéditos de Julio Verne, las imaginaciones de H. G. Wells, la humanidad de Ray Bradbury, las distopías de Aldous Huxley y George Orwell, las cosmogonías de Olaf Stapledon y aquella famosa ucronía de Philip K. Dick en la cual los nazis ganan la guerra... Vale decir, la ciencia ficción, también conocida como fantasía lógica, literatura de anticipación, ficción especulativa y demás, está llena de matices y va de la mano con el signo de los tiempos. Dicho género concibe la conjetura como su más poderoso recurso y, entre viajes en el tiempo, clonaciones y mundos virtuales, deja entrever que sus planteos no son más que una excusa para tocar fibras más profundas. En efecto, se trata de describir otros mundos para hablarnos de éste, con sus contradicciones, sus conflictos y sus paradigmas. En la frondosa biblioteca de la sci fi, autores como Arthur Clarke, Stanislav Lem, Theodore Sturgeon y Richard Matheson entre tantos otros, nos invitan a una aventura que no sólo es espacial, temporal o de índoles extraordinarias sino también un recorrido especular y muchas veces visionario a través de la historia de nuestra civilización.

En definitiva, leer o escribir ciencia ficción es hacer una lectura de carácter social, antropológico, filosófico y hasta poético. Leer o escribir ciencia ficción es estar paradójicamente con los pies en la tierra mientras nos sumergimos en mundos que acaso, bajo determinadas circunstancias, podrían ser viables. Leer o escribir ciencia ficción es aproximarse a la verdad oculta, el hilo invisible y, por supuesto, hasta dónde podría llegar ese hilo. El que lee o escribe esta clase de relatos que genera no sólo lectores sino devotos, es el que sospecha que toda obra es también una escalofriante advertencia sobre el porvenir.

Es justo decirlo: el mundo actual ya fue visto, y el mundo al que asistirán las generaciones venideras está siendo escrito ahora mismo, en algún rincón lejano o a la vuelta de una esquina, mientras usted lee en la pantalla de la computadora, el celular o la tablet, esta breve pero entusiasta apología.

¡Salud! Y que la ciencia ficción sea

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