LAURA YASAN Y SU PALABRA-CUCHILLO
por Gustavo Di Pace
Tiempo atrás se nos fue Laura. Una dedicatoria en uno de sus libros toma especial significación: “a la vida después de la vida”.
Su apellido se convirtió para muchos
de nosotros en un adjetivo. Así como decimos: tal texto es de temática
borgeana, tal otro posee un aire kafkiano, hay poemas que son definitivamente muy
yasan. Nos referimos a esa
contundencia que caracteriza su poética, ese cross a la mandíbula que postula
Roberto Arlt. Porque así escribe ella (el tiempo verbal es deliberado). ¿Para
qué hacerlo, si no? La pluma de Laura es sincera, punzante, va al hueso. Me entrego a lo feroz de la belleza,
dice en uno de sus versos. Así, Yasan hace tajos en el lector y será por eso
que es difícil salir airoso ante esa palabra que, como bien dice María Rosa
Lojo sobre su libro Madre Siberia,
lacera. En la obra de Laura lo cotidiano no está exento de una cruda ironía y
un evidente dolor que nos toca a todos. Un trabajo lleno de recursos en los
cuales abundan metáforas nuevas como tesoros, destacan títulos que son toda una
promesa, deslumbra el corte de los versos y se multiplican las significaciones.
Como pasar la vida en un cuarto de
huéspedes dice. El error como una
luna enferma, agrega.
La poesía de Yasan es
palabra-cuchillo, y no hay cuchillo tan
lento. Cada verso se enuncia desde la cicatriz de lo que fue herida y ahora,
gracias a su literatura, es cadencia, música, poema.
Quienes tuvimos el gusto de conocer a esta gran maestra siempre supimos que detrás de su humor a veces ácido latía su don de gente. Y es cierto también que sus hechos y su obra dejaban expuesto ese don. ¡Ay, conmovedora desnudez la de una mujer comprometida con tantas causas que mejoran el mundo y la de una poeta comprometida con “la Obra”! A sus colaboraciones en el Hospital Piñero acompañando a los payamédicos, a los talleres que dio en cárceles y hogares de ancianos, sumó también títulos como Loba negra, Ripio, La llave Marilyn, Animal de presa, Pequeñas criaturas de lo incesante y Palabras no, entre otros (varios de ellos premiados con enorme justicia).
Es tan fácil quererla y
admirarla como difícil digerir su partida. Alfonsina, Alejandra, Laura… hay
sensibilidades demasiado profundas y hay una historia que parece tornarse dolorosa
y perversamente cíclica. Sin embargo, hay también una suerte de redención. No
es poco. En estos días, nos aferraremos con todas nuestras fuerzas a un mantra
que tal vez traiga un poco de consuelo: “queda la obra, queda la obra, queda la
obra”. Y confiaremos en que el alivio vendrá de la mano del todopoderoso
transcurrir del tiempo.
Eduardo Galeano nos cuenta que recordar viene del latín re-cordis, o sea, volver a pasar por el corazón. Laura querida, ¡te pasaremos por el corazón, gracias por todo y seas bienvenida al bien ganado sin tiempo de tu poesía!
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