MANANTIAL (de Akwaeke Emezi), por Carolina Gómez

MANANTIAL
de Akwaeke Emezi
Chai Editora, 2021
por Carolina Gómez


Manantial, debut literario de Akwaeke Emezi en 2018, parece partir de una particular y original cuestión: cómo sobrevivir a un dios puesto dentro de un cuerpo.  La  protagonista de la novela vivencia a cada frase el arduo y a la vez luminoso viaje hacia su multitudinaria personalidad. Concebida como una respuesta a las oraciones de su padre católico, Ada es una respuesta de Ala,  una deidad Igbo, cuyas costumbres y adoración su padre prácticamente olvidó. Por lo tanto, esta novela de formación sobre un personaje cuya esencia está enraizada en la cosmología Igbo, comienza por vincular su conciencia con las fuerzas cósmicas que existían mucho antes de que ella naciera.

Ada es la segunda hija de Saul, un médico nigeriano, y su esposa malaya, Saachi, enfermera. Cuando Ada todavía es una niña, Saachi se va a trabajar al extranjero, primero a Arabia Saudita y luego al Reino Unido. Aunque visita a su familia en Nigeria una o dos veces al año, nunca más volverá a vivir en el hogar que una vez conformó con su orgulloso e impaciente esposo. A los 16 años, Ada también deja Nigeria, rumbo a Estados Unidos, donde pasa sus turbulentos años universitarios en Virginia. Mientras tanto, hay un reclamo interior por no regresar.

En este punto, es necesario aclarar que Ada es una "ogbanje", una niña espíritu que nace repetidamente de los mismos padres, burlándose de ellos y torturándolos con muchas reencarnaciones. Si bien la mayoría de los ogbanjes mueren de niños, Ada sobrevive hasta la edad adulta, luchando constantemente contra la tendencia a la auto-aniquilación.

En Virginia, Ada conoce a Malena, una niña dominicana que reconoce sus luchas internas sin descartar su experiencia como una crisis de identidad psicosocial. Esta validación externa le da algo de alivio, porque entiende que la peor parte de la encarnación es no ser vista. Si bien la vida de Ada en los EE. UU. está repleta de relaciones tanto significativas como fugaces, incluido un matrimonio de corta duración, la más intensa y trascendente es la que tiene con sus muchas personalidades. Es en la dramatización fantasmagórica de esta dinámica donde brilla la prosa surrealista de Emezi.

La novela comienza con una voz colectiva, un “Nosotros”. Presenta a Ada y traza su trayectoria desde la niñez en Nigeria hasta sus años en la universidad. Este Nosotros es la voz de todos los personajes que componen Ada. En las secciones narradas con esta técnica, la voz es poética, con un tono místico. Hay un cambio definitivo cuando Asughara, una de las personalidades de Ada, se hace cargo de la narrativa. Eso produce un cambio de punto de vista en la vida de Ada. La voz de Asughara es coloquial e íntima.

Aunque ha sido parte de Ada todo el tiempo, Asughara pasa a primer plano después de un evento traumático y declara que ya sabía que Ada era de su pertenencia. Al deleitarse con su posesión de un cuerpo humano, el hambre de Asughara por la experiencia sensual es una fuerza brutal no mediada por las preocupaciones humanas sobre las consecuencias emocionales. Ella corre a través de los encuentros sexuales con fervor hedonista, causando estragos en las relaciones de Ada.

Finalmente, una Ada frustrada decide que es hora de que Asughara se vaya. En este momento, Ada es consciente de que también hay un yo delicadamente masculino dentro de su mente, y a este yo más amable lo bautiza “San Vicente”. En uno de los capítulos más fascinantes, Ada se enfrenta a Asughara, con la intención de deshacerse de ella. Sintiéndose traicionado, Asughara interpreta esto como un intento de asesinato. San Vicente interviene y le dice a Ada: "Asughara te ama"  Y, consecuente con esa declaración, cuando Asughara empuja a Ada hacia el suicidio después de años de autolesiones, no queda claro si es una movida vengativa, o un intento de salvar a Ada y de alguna manera de aliviar su dolor psíquico.

Cuando Ada encuentra una medida de paz, no es consecuencia de eliminar a ninguna de sus personalidades, sino de aceptar que ella es como un pueblo lleno de rostros. Es una culminación apropiada para el extraordinario viaje que propone Emezi, la comprensión de Ada de que ella es irrevocablemente una amalgama de todos esas personalidades variadas e incluso divergentes.

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