MATÍAS CASTRO SAHILICES
Nació
en Rosario y es hincha de Newell’s. Es narrador, editor y diseñador editorial.
Imprimió fanzines, fundó editoriales artesanales y publicó revistas digitales.
Entre muchas otras cosas, actualmente edita la revista federal de relatos pulp Salvaje Sur. Asimismo, colabora con el
Centro Editor Municipal de San Martín de los Andes, el Fondo Editorial Neuquino
y diversas editoriales. Su primera novela, Barcelogasona,
(parece que) será publicada este año.
¿Qué
libro, autor o tipo de literatura considera que está sobrevaluada? ¿Por qué?
El primer libro que se me viene a la mente
cuando leo “sobrevalorado” es Distancia
del rescate, de Samantha Schweblin (a quién considero una cuentista eximia; su
cuento Un hombre sin suerte me parece
extraordinario). La primera vez que leí la obra fue por curiosidad, para ver
cómo se desenvolvía la autora con un texto “de largo aliento”. Las siguientes
lecturas de Distancia del
rescate (sí, lamentablemente
hubo varias) se las debo al profesorado de letras que me tenía como alumno.
Debo destacar que el proceso de relectura no sólo acrecentó la sensación de
soledad (¿qué carajos ven los demás que yo no estoy viendo?), sino la certeza
de que se trata de un texto ampliado antinaturalmente, esto es, un ejercicio de
engorde fallido, repleto de extrañamiento (en el peor de los sentidos, aunque
algunos lo definan como “inquietante”), mal resuelto y, sobre todo, muy aburrido
(algo bastante común en lo que hoy se considera literatura argentina canónica).
Esto se puede comprobar fácilmente en las primeras páginas: la voz de la
narradora que inaugura la obra es confusa e inverosímil (en la película replicaron
la voz y la sensación es exactamente la misma). Y cuando a uno le entran ganas
de decir esto frente a la mandíbula caída de los amantes del libro, siempre termina
escuchando los dos contra argumentos con los que se promocionó la obra:
maternidad y agroquímicos. Y ante tales cuestiones, a uno no le queda más que
callar. Como cuando me recuerdan que, además de haber sido traducida a 30
idiomas, ganó premio Shirley
Jackson a la mejor novela corta en 2018.
Tenía pensado nombrar a todos esos autores
dedicados a los mal llamados “géneros menores”, hijos todos de la familia pulp. Pero como la lista era enorme y no
queda bien nombrar a los amigos, quiero aprovechar la oportunidad para hablar
de alguien a quien considero uno de los mejores escritores argentinos
contemporáneos: Diego Angelino. Llegué a Diego cuando era adolescente, de
casualidad, mientras buceaba entre las pilas de libros usados en una librería
de Rosario. Así fue que encontré Sobre la
tierra, una novela impecable, publicada por Pomaire en 1979 y llevada al
cine por Sarquís en 1998 (protagonizada por Graciela Borges, Germán Palacios, Lito
Cruz y Peter Gavajda). Tal es el desconocimiento que se tiene del autor, que en
la página de Wikipedia de la película no figuraba que la obra era de Angelino,
cosa que acabo de editar. Bueno, la cosa es que ahí me enteré de algo
extraordinario: su primera novela, Al sur
del sur (1973) había sido recomendada por el jurado del Premio América
Latina (La Opinión-Sudamericana), conformado por Cortázar, Onetti, Roa Bastos y
Walsh. ¡Eso sí que era un jurado! Pero acá no termina la cuestión, porque en
1974, Angelino ganó el premio La Nación — al jurado lo integraban Borges, Bioy
Casares y Mallea— con el librazo de cuentos Antes
de que amanezca (publicado bajo el
título Con otro sol por Corregidor, y
hoy editado preciosamente por la cordobesa Caballo Negro). Pero no les vengo a
vender, sino a regalar, porque en el 2014, Angelino fue finalista del Herralde
con una de las mejores novelas que se publicaron en los últimos diez años en
este país: El bumerang vuelve al cazador,
editada por Espacio Hudson y al alcance de cualquier lector en su librería
amiga. Así que, contestando a la pregunta, acá tenemos el caso de un ENORME
autor entrerriano cuya obra no tiene la atención y el reconocimiento que
merece. Y quizá ese sea el problema, que estamos hablando de un autor nacido en
“el interior” y que, desde hace ya 50 años, está radicado en la Patagonia,
lejos del “centro donde todo sucede”. Es bien sabido que al lomo del tigre
unitario le caben infinidad de manchas.
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