LITERATURA FEMENINA (por Patricia Suárez)

BREVE DESCRIPCIÓN DE ESO QUE MAL SE LLAMA LITERATURA FEMENINA

Por Patricia Suárez

1. Es difícil para mí empezar una nota así, diciendo: Estoy harta de que me pregunten por la literatura femenina. ¿Vos dirías que escribís literatura femenina, literatura para mujeres; vos dirías que escribís desde tu ser de mujer? (Desde donde puedo escribir?; ¿soy un bicho bolita?)

Cuando respondo con el sentido común, los críticos me miran como si fuera una salvaje de los bosques apenas alfabetizada. Utilizan una especie de psicodelia conceptual en la cual yo dudo ya no sólo de mi sexualidad, sino hasta de la sexualidad de la plantita de helecho. Pero también está mal aquí la duda, porque entonces los entrevistadores dicen: no estamos hablando de sexo, sino de género. Y ahí viene una disertación sobre los sexos posibles y las aptitudes del género. A mí me dan ganas de decir que nada humano me es ajeno y con dos copas de más hago o hacía cualquier cosa..., pero veo que el otro es un intelectual serio, de veras comprometido con la literatura, las palabras y que lee Punto de Vista desde el año cero; y a mí no me da el pinet siquiera para hacerme la Chica Cosmo. De manera que salgo del engorro diciendo que sí, que escribo literatura femenina, que mis perso-najes son en su mayoría femeninos porque me cuesta meterme en la cabeza de un hombre para entender cómo actúa (en la ficción y en la realidad, si vamos al caso) y escribir desde ahí, que me gusta escribir sobre universos femeninos como la costura, las revistas de moda, la cocina, el bordado, el parto y el aborto. Para quedar como inteligente respondo que también creo que Chéjov tenía una literatura femenina y esto no es verdad. Lo he dicho en algún momento tras la lectura de 'La dama del Perrito', y de algún otro texto, donde Chéjov comprende como nadie el alma femenina , pero a ciencia cierta, este autor se para siempre desde una perspectiva masculina para hablar de las mujeres. Y esto, por el amor de Dios, ¿¿¿qué es??? Es literatura femenina o masculina?? Es fácil perder el norte con estos criterios. Y, otras preguntas: ¿Corín Tellado, hacía literatura femenina o era pulp-fiction? Y, ¿por qué no va nadie y le pregunta a Roberto Fontanarrosa o a Eduardo Saccheri si ellos escriben literatura masculina? ¿Existe una literatura masculina? Dios, en la Biblia, ¿qué escribe? Harold Bloom anduvo por ahí diciendo que hubo una mujer escriba, J., y que esta J escribió la Biblia. Tal vez Bloom consuma LSD de vez en cuando, yo no lo voy a juzgar por eso.

Sólo puedo concluir: demos gracias al Señor porque ni los perros ni los chimpancés escriben, porque si no ya estarían torturándolos con preguntas acerca de qué cuerno escriben. “Sobres huesos caracú, sobre bananas”, dirían los bichos. Pero los críticos les retrucarían: “¿Y eso qué es? ¿No es literatura de hipopótamos?” “No! Es sobre el deseo. Escribimos sobre nuestro deseo, como todo el mundo. Aun como las mujeres”. Así les responderá un perro salchicha y los va a dejar con la boca abierta.

2. Ahora la cuestión de los espacios. Dice Virginia Woolf en su célebre ensayo: las mujeres necesitan un cuarto propio donde escribir. Salvo excepción, a ningún hombre se le ocurre ejercer su oficio de escritor en el comedor de su casa, entre los chicos mirando la tele, la señora que hace la limpieza, la esposa que plancha, y el perro que husmea. No. Los caballeros tienen un estudio. Las mujeres escribimos donde se puede. Paradas, dando vueltas las papafritas; sentadas, con el televisor donde canta a viva voz Barney el dinosaurio; en la cama, con el marido roncando. Durante mucho tiempo he propuesto a parejas con las que convivía en ese momento, tener mi propio cuarto para escribir. Me miraron como si les hablara de divorcio, de incompatibilidad de carac-teres, de no compartir nunca más el lecho. Sin duda, este es un problema mío: soy yo la que se agenció esos esposos, puede uno decir. Pero me gustaría aquí escuchar si otras mujeres consideran de buenas a prime-ras este espacio dentro de la casa como un lugar sine qua non a la hora de mudarse o establecerse con otro. Yo lo considero esencial, pero utópico. Y como alquilo, cada vez más utópico.

3. El sexismo. Cuando se preparan antologías de textos el 80% es de autores hombres. Hay pocas mujeres que escriben, alegan los hombres. Hasta hace poco había quienes ignoraban que había escritoras en la Argentina. Incluso las mujeres. Cuando preguntan a una escritora joven en qué genealogía literaria se inscribe menciona a autores hombres. Creo que por pudor, porque tienen miedo de ser tachadas de feministas, como si la única feminista del mundo hubiera sido Valerie Solanas corriendo con la pistola humeante detrás de Warhol. Hay quien dice que las escritoras tienen mayores posibilidades que nunca de publicar ahora, porque el mercado está abierto. . Yo pregunto: ¿en serio? O en todo caso, hay mayores posibilidades de edición respecto de cuándo, ¿de la época de la Inquisición? Una editora importante dijo que hay muchos espacios ahora: editoriales chicas para autores jóvenes que producen buena literatura, también espacios editoriales para mujeres. Es mentira que a las mujeres no las editan, dice. Yo creo que la perversión de este discurso está en que nadie se pone a sacar cuentas con exactitud. ¿Cuántos manuscritos buenos hay dando vueltas? ¿Cuántas posibilidades tienen de llegar a una editorial interesante? Porque sino, hasta Araceli González sirve de ejemplo para decir que las editoriales están atentas a las autoras mujeres. Miren qué rápido: escribió unos cuentos para chicos y enseguida la editaron y se vendió bien. ¿Y Madonna? Otro caso de genialidad: escribió Las manzanas del señor Peabody para los niñitos y está entre los más vendidos. Y eso que para ahorrar espacio no me pongo a hablar aquí de El viejecito escocés, cuento para niños que escribió el Rey Carlos de Inglaterra. Impotable, pero estoy segura de que la editorial Noguer no anduvo vacilando acerca de si debía editarlo o no.

4. En resumen, y porque la vida es breve, va el consejo que me hubiera dado mi abuela. Si uno lo que quiere es escribir, debe escribir. Como puede, lo mejor que puede, exigiéndo el máximo de su arte, y con el corazón abierto.

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