CONDICIÓN DE LAS FLORES/ LOS FANTASMAS DEL MASAJISTA (de Mario Bellatín) por Federico Rodriguez




CONDICIÓN DE LAS FLORES/ LOS FANTASMAS DEL MASAJISTA

de Mario Bellatín
Entropía, 2009
Eterna Cadencia, 2009
por Federico Rodriguez



Más cerca de un objeto artístico que de un libro “clásico”, Condición de las Flores (Entropía, 2009), es una serie de injertos literarios que datan de diferentes momentos de la vida de Mario Bellatín, pero de una misma época: la época en la que él no era un escritor reconocido.

En Condición de las flores, nos encontramos con ideas, bocetos y hasta fragmentos de lo que luego serían textos reconocidos del autor. Son escritos rescatados de amigos, y principalmente de su antigua psicoanalista, textos que habían sido ofrecidos como forma de pago a su psicoanalista. “Me pagas con palabras”, fue la propuesta (el mundo no está loco: en esa época, Bellatín se veía imposibilitado económicamente para abonar sus sesiones de psicoanálisis) Donados para su publicación, estos textos conforman Condición de las flores.

El propio Mario Bellatín declaró no haber leído el resultado final de esta recopilación, así como tampoco recordar exactamente todos los textos que la componen. Todo un gesto moderno. Por eso la propuesta de esta reseña es que usted, lector, se acerque al libro sin tener la menor idea de con qué clase de textos se va a encontrar… y al leerlos, se sienta en el lugar del propio autor.

Los Fantasmas del masajista (Eterna Cadencia, 2009), tiene un contenido y un encuadre más clásico (dentro de lo que se puede llamar “clásico” en Bellatín. El narrador de la novela sufre la falta de un brazo, al igual que el propio Bellatín, y suele concurrir a una clínica especializada en mutilados, en Brasil. Debido a la falta del antebrazo, el protagonista debe tratarse los nudos musculares que se le producen. Además, los dolores y las molestias aparecen donde ya no hay más brazo. La historia se ramifica, y entran en juego el masajista, una clienta del masajista (que perdió una pierna), la madre muerta del masajista y la historia de ella, que el hijo le cuenta a su paciente.

Los elementos que surgen de a momentos se vuelven delirantes, pero no por eso menos perturbadores: el oficio de declamadora de la madre muerta, un loro, una canción de Chico Buarque, fantasmas, dolores en donde hay vacío, soledad, tristeza. Los límites de la vida y de la existencia tensados de forma tal que al llegar al final del relato, el lector siente cierto alivio. Pero es momentáneo: al texto le siguen una serie de fotografías que funcionan como soporte de lo ya leído, enriquecen el texto, y hasta lo amplía hacia otros horizontes.

Con estos dos libros, el lector asiduo de Mario Bellatín encontrará guiños donde los hay – voluntaria o involuntariamente-, y podrá comprobar algo fundamental: la eficacia narrativa de Bellatín no fallaba antes de ser reconocido, y sigue sin tener pasos en falsos en lo nuevo que está publicando. Quien nunca haya leído a Bellatín tendrá el privilegio de leer el “antes” y el “después” de sus textos más clásicos, y notará, con seguridad, que está ante un escritor sobre todas las cosas original y eficaz. Dos excelentes noticias.

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