ENSAYOS LACANIANOS (de Oscar Massota), por Edgardo Scott

ENSAYOS LACANIANOS
de Oscar Massota
Eterna Cadencia, 2011
por Edgardo Scott




¿Qué representa hoy Oscar Masotta? ¿Cuál es el valor y el alcance de su obra para el psicoanálisis argentino? Son preguntas demasiado ambiciosas, pero también puede que sean las únicas preguntas válidas para encarar (o no) el lugar de los textos, y de la figura de Masotta en el escenario actual del psicoanálisis, y sobre todo del lacanismo.

La editorial Eterna cadencia ha venido reponiendo en los últimos años, en forma ordenada y con inmejorables prologuistas y ediciones, los libros fundamentales de Masotta. En Ensayos lacanianos tenemos así un conjunto de textos que muestran al Masotta siempre didáctico, al Masotta que, incansable, iba transmitiendo en charlas, conferencias, seminarios, las principales ideas de Jacques Lacan.

12 textos, 12 ensayos siempre con forma de clase componen el libro. Se destacan el ya mítico “Jacques Lacan o el inconciente en los fundamentos de la filosofía”, “Consideraciones sobre el padre en El hombre de las ratas”, y sobre todo, por su vigencia, “Aporte lacaniano al estudio del lenguaje y su patología”.

Hoy, tal vez la importancia de Masotta radique no tanto en haber sido el introductor de Lacan en Argentina; de hecho, sería una ingenuidad verlo así (quién puede arrogarse ese título, quién es entonces el introductor de Foucault, de Marx, de Sartre… las grandes teorías, tarde o temprano, acaban por llegar a donde deban llegar). Masotta, en cambio, encarna las aristas que el psicoanálisis, a partir de Lacan, retoma. De este modo, el hecho de que Masotta no sea médico (ni psiquiatra, ni pediatra, ni neurólogo), que tampoco sea psicólogo, ni psicólogo social, sino que llegue al psicoanálisis desde la filosofía y la literatura, hace que, como dice el dicho, se produzca el encuentro entre el hambre y las ganas de comer. Los principales seguidores y lectores de Lacan, al igual que Masotta, no vinieron de la psicología o la medicina, sino de la filosofía (Deleuze, Foucault, Agamben, etc.), la política (Althusser, Badiou, Zizek, etc.) y la literatura (Robbe-Grillet, Saer, Barthes, Gusmán, etc.).

En el final del prólogo de Marcelo Izaguirre se pueden encontrar dos hechos significativos, que aún hoy siguen estando en tensión en el campo psicoanalítico argentino. Por un lado, cuando señala el ingreso del psicoanálisis en la UBA en el año ´86 -y por ende en la institución universitaria-. Izaguirre evoca sin nombrar a Diana Rabinovich, como titular histórica de la materia Escuela Francesa (Rabinovich sería a Psicología lo que la figura de Beatriz Sarlo es a Letras). Quiero pensar que cualquier egresado como yo de ese plan de estudios, que estudió esa materia, que tuvo a Rabinovich como docente, sabe que si Masotta representa el lacanismo desatado (pero no opuesto) de la universidad, Rabinovich representa un lacanismo devenido universitario. Devenido material de post-grados y maestrías y más post-grados. Algo que, por cierto, está casi en las antípodas del “programa” psicoanalítico de Lacan, ligado, podemos afirmar hoy, no a otra cosa que a la experiencia en toda su complejidad y sencillez. Es justamente esa sencillez y claridad, la que encuentra y destaca Izaguirre en el estilo de transmisión de Masotta. Es esa sencillez y claridad, esa posición abierta, atenta, receptiva de otros discursos y saberes, tan propia del psicoanálisis lacaniano, la que hacen que Masotta continúe siendo reeditado y leído. Y en cierto modo, escuchado.

“Introducido Lacan, no será inmediatamente entendido. Las introducciones sólo acercan el pensamiento en cuestión, bajo condición de complicar ese acercamiento.”, dictó Masotta en Ensayos lacanianos, hace más de treinta años. Treinta años después aún siguen los malentendidos y las escisiones. Pero también treinta años después, la subversión de la teoría y praxis lacaniana que Masotta supo difundir y enriquecer, siguen ocupando un lugar imprescindible a la hora de pensar la subjetividad, la ética, y la política.

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