UNA RELACIÓN PERFECTA (de William Trevor), por Leonardo Vascal

UNA RELACIÓN PERFECTA
de William Trevor
Salamandra, 2012
 por Leonardo Vascal






Los personajes de William Trevor son analizados en primer plano, como si se tratara de un cuadro cinematográfico, y así surgen de ellos particularidades, historias, miedos, sentimientos que de otra forma, no serían visibles. En esencia, son las mismas características que tiene todo ser humano, pero que no siempre resultan evidentes. 

Trevor, nacido en Irlanda en 1928 en el seno de una familia protestante, estudió Historia en Trinity College de Dublín ). Durante su vida trabajó como escultor y profesor. Su primera novela, publicada en 1958, no obtuvo mucho éxito. Recién en 1965 se podrá dedicar a tiempo completo a la escritura. Ganó varios premios literarios, y en 2002 fue nombrado Caballero del Imperio Británico por sus servicios a la literatura. 
Considerado como uno de los mejores escritores de relatos cortos del momento, una de las causas de ello puede ser su particular forma de analizar los diferentes tipos humanos, desde el más común hasta al más atípico. Su escritura es elegante y también sosegada, a pesar de que lo que nos cuenta muchas veces es terrible. 
En este libro, Una relación perfecta, nos encontramos con otra muestra del talento narrativo de Trevor, en el que es patente la influencia de Chejov, con esa facilidad tan chejoviana para elevar contextos cotidianos a la altura de reflexiones universales. Sin embargo, y a pesar de estas características, no es difícil descubrir sus propias particularidades, que a pesar de partir de ese modelo narrativo, amplía sus márgenes, utilizando por momentos formas más poéticas o, también, argumentos que tienden más al misterio que a desarrollos más lineales. 
En este libro se hacen presentes algunos sentimientos primoridales, como la melancolía, que recorre prácticamente todos los relatos del libro y que se expresa desde el formato más optimista (en el que el texto nos obliga a una sonrisa) en Trampa jugando a la canasta, donde una mujer ya mayor y enferma impele a que su marido mantenga los rituales que compartieron, hasta el más melancólico de Viejo amor, en el cual las infidelidades, el paso de tiempo y los secretos revelados se unen y confunden. 
También los sentimientos de culpa y remordimiento, tanto en el presente como heredada del pasado, palpitan de manera indiscutible a lo largo de muchas de las narraciones, convirtiéndose así en el eje del libro. La hija de la modista, por ejemplo, narra las consecuencias que acarrea un accidente automovilístico de un joven con su coche, mientras traslada a unos viajeros. En este accidente se ve involucrada la hija de una excéntrica mujer con fama ambigua en el pueblo. Ese acontecimiento Va a cambiar definitivamente el rumbo de la vida del chico. También tenemos La habitación, relato que llama la atención por su ambientación, donde lo cercanamente fantástico se cruza con lo misterioso. Este cuento comienza pareciéndose a un retrato de Carver sobre el hundimiento de un matrimonio, y su correspondiente engaño, pero se irá transformando en un relato con algo de thriller, en el que se va descubriendo la idea que sobrevuela y atormenta a la pareja, a pesar de que siempre quedará la duda de lo que realmente sucedió. Folie à deux investiga, mediante flashbacks, el proceso que sufre un niño cuando recapacita acerca de alguna de sus “travesuras” y su consiguiente ruptura con la vida que tenía hasta entonces. 
También hay retratos de jóvenes, que se salen de la norma a su manera. Como la adolescente de Una tarde que cree haber encontrado el amor por un chat; o la pandilla de Valentonada, cuyo comportamiento cambiará para siempre tras una noche fatídica. 
William Trevor refleja las vivencias de estos personajes, aparentemente cotidianos, para regirlas hasta convertirlas en reflexiones sobre sentimientos universales. Todo esto logrado con una escritura elegante y realista. Lo que se dice un clásico. 

2 comentarios:

Socorro Niocmedes dijo...

No he entendido el final de cuento "La hija de la modista".

Socorro Niocmedes dijo...

No he entendido el final de "La hija de la modista".

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