LAS ISLAS (Carlos Gamerro) por Sol Echevarría

LAS ISLAS (Norma, 2007)
de Carlos Gamerro
por Sol Echevarría

La Guerra de Malvinas no fue un tema comúnmente abordado por la literatura, y son pocas las novelas que se han escrito en Argentina al respecto. Gamerro explora este territorio sin ingresar en las propias islas, sino viendo la estampa que éstas dejaron en el mapa urbano de Buenos Aires. Las Malvinas se presentan no solo como la huella de una derrota sino como el exponente de un conflicto social que permanece sin resolver. La acción principal de la trama se desarrolla en 1992, pero mediante una serie de flashbacks también se narran episodios de la guerra de 1982. Al sobreimprimir estas dos temporalidades en la narración, se pone en evidencia que existe una continuidad entre los mecanismos de poder y las estrategias de violencia en ambos períodos. Diez años después, la ciudad entera permanece en estado de sitio, solo que el control estatal ha sido reemplazado por el control empresarial. Las tecnologías bélicas empleadas en la guerra, la represión de la dictadura, las desapariciones y las ficciones encubridoras no han acabado sino que han mutado hacia otras formas. Las reglas del juego son diferentes ya que se trata de una sociedad atomizada, en la que cada átomo pareciera ser regido por sus propias leyes y sus jerarquías, definidas según las posibilidades de visibilidad de cada uno.

El protagonista, Felipe Félix, es un hacker contratado por un empresario multimillonario con complejos de superhombre para obtener la lista de los testigos del asesinato cometido por su hijo. Gracias a su habilidad con las máquinas, con las cuales tiene un extraño vínculo desde que un pedazo de casco metálico de la guerra de Malvinas se incrustó en su cráneo, consigue reunir algunos datos pero no los suficientes. Por ese motivo se ve obligado a dejar de lado la red virtual para sumergirse en la red urbana, ya que debe confirmar la información, de la que solo posee una serie de coordenadas. El narrador puede deambular libremente por la ciudad porque su ambigüedad de pertenencia y una serie de casualidades le han permitido tener un acceso irrestricto a los distintos ámbitos: penetra en el edificio de la SIDE, merodea por el Borda, es invitado a la oficina del dueño de una empresa multimillonaria y visita el refugio de un linyera, entre otros. El recorrido del narrador permite hilar estos puntos e ir armando un mapa del territorio porteño, en donde los distintos especimenes urbanos se encuentran en lucha unos con otros. La guerra se vuelve así una estrategia de supervivencia cotidiana. La locura, las drogas y la alucinación son un modo de escape a esa realidad opresiva. La tecnología, aunque también se encarga de crear ficciones (como el videogame sobre la guerra de Malvinas que está arreglado para que siempre ganen los argentinos), pareciera ser mayormente un instrumento de control. Tal vez la construcción tecnológica más grande, y la más demencial, sea la del edificio de Tamerlán: todas las paredes y los pisos están hechos de cristales que permiten ver como si fuesen transparentes de un lado y, del otro, espejados. Están dispuestos de forma tal que son los jefes los que, gracias a la cara transparente, pueden ver a los subordinados, mientras éstos sólo se reflejan a si mismos. Es una estructura de panóptico que, mediante los espejos, genera un efecto aún más paranoico: “El amo mirándonos a través de nuestros ojos”. De esta forma, los subordinados sólo pueden observarse a ellos mientras que, a medida que más alto se sube en la torre, más se ve.

Este edificio opera en la novela como una sinécdoque de la guerra y de la sociedad en general, que reproduce esa lógica de puntos de visibilidad. En Malvinas, como se narra en la novela, los soldados se refugiaban de las bombas y del enemigo en los pozos de zorro. Permanecían tanto tiempo escondidos que perdían los vínculos con el mundo exterior, hasta el punto de no saber si había terminado la guerra o no. En la ciudad, la posibilidad de ver y de acceder a la información tampoco está al alcance de cualquiera, ya que opera un complicado juego de reflejos y transparencias. Como en La carta robada de Edgar Allan Poe, la verdad se esconde frente a los ojos de todos. Así como la SIDE se oculta en el subsuelo de un shopping, se encubre la verdad sobre un asesinato mediante exhibirlo a plena luz del día como si fuera un espectáculo. La transparencia se propone como una nueva forma de ocultamiento. Como le dice a Félix un general que trabaja en la SIDE: “El nuevo gobierno tiene otra política. El secreto lo único que genera es más curiosidad. En cambio, si lo contamos todo…”; y luego concluye que “la información es el nuevo opio de los pueblos”.

La guerra que se lleva a cabo a lo largo de la novela es una lucha por el acceso a la información. El poder se vuelve entonces un “poder saber”. La proliferación de listas de datos, nombres de testigos, panfletos clandestinos y diarios íntimos, pone en evidencia los distintos modos de circulación. Las tecnologías, como Internet, parecieran servir para reproducir la situación: bajo la apariencia de libre acceso se camufla lo vedado. En la ciudad, tal como sucede en el edificio, el juego perverso de los espejos termina por enloquecer a todo el mundo. Los reflejos y las falsas transparencias tornan imposible distinguir lo que es real de lo que no. Tal es así que muchos personajes creen estar mirando el mundo por una ventana, cuando en verdad no hacen más que contemplar el reflejo de sus propias fantasías. La realidad se vuelve completamente delirante. El secreto y la conspiración son llevadas a tal extremo de locura que no hay nadie que escape a ella. Los excombatientes que pretenden invadir las islas mediante todo tipo de estrategias (algunas tan ridículas como el método propuesto por el personaje de la película Fuckland), no están menos cuerdos que el empresario que quiere emprender la tercera fundación de Buenos Aires, tiene relaciones sexuales con su hijo y manda a envasar sus propios excrementos. No hay ninguna posibilidad de poner orden al caos.

El desorden es tal que ni siquiera el protagonista consigue recomponer una totalidad coherente. A medida que avanza por la ciudad y se involucra con los otros personajes, se sumerge en sus recuerdos. En un momento visita el Borda, donde ya había estado internado tiempo atrás, y decide quedarse. Hay varios excombatientes en el hospital y, dialogando con otro interno, Félix dice respecto de la guerra: “No es verdad que hubo sobrevivientes. En el corazón de cada uno hay dos pedazos arrancados, y cada mordisco tiene la forma exacta de las Islas.” Las islas subsisten como ficción en una sociedad que, toda ella, se ha vuelto ficcional. Luego de varios días internado, el protagonista abandona la institución y vuelve a la ciudad para seguir armando el entramado urbano fechado claramente a principios de los noventa (los personajes comen en Pumper nick, bailan la lambada, ven “Titanes en el Ring” y juegan al Tetris). Desde la actualidad, esa época también resulta un territorio perdido, al igual que Malvinas. Sin embargo, varias de las ficciones enunciadas en la novela se han vuelto realidad y algunas de las características del periodo que describe, otra vez, mutaron hacia otras formas.

2 comentarios:

Jane dijo...

Me gustaria conocer algo más sobre Las Islas de Gamerro. alçguien sabe donde puedo encontrar algun sitio en la web que traiga por lo menos un capítulo del libro?
Gracias

Jane.

LOS ASESINOS TIMIDOS dijo...

No sé dónde podés conseguir un capítulo on line, pero de todos modos el libro se re editó por Norma y ahora es relativamente fácil conseguirlo.
Suerte!
Juan josé

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