LITERATURA Y OTROS CUENTOS (M.Rejtman) por Ignacio Molina

LITERATURA Y OTROS CUENTOS, (Interzona, 2005)
de Martín Rejtman
Por Ignacio Molina

El protagonista del cuento que da título al libro es un joven escritor que, bajo la premisa de que "siempre fui de los que creyeron que a la literatura había que encontrarla en la vida y no en los libros", posee una biblioteca semi desierta. Esa escasez de referentes y de influencias para la elaboración de la propia obra, que para el narrador puede significar un conflicto ante su entorno (teme que "piensen en mí como un escritor pobre, menor, mediocre, como un escritor a medias"), para su autor podría representar poco menos que una marca personal. Tal vez sea esa aparente falta de diálogo con cualquier tradición de la literatura argentina lo que convierte a Martín Rejtman en un autor único, dueño de un universo personal e inimitable.

En Alplax, el primero de los cuatro relatos de Literatura y otros cuentos, una tercera persona narra con distancia y ascetismo el devenir cotidiano de un grupo de jóvenes. Si bien las marcas estilísticas del libro se vislumbran a lo largo del texto, donde muchas veces pastillas, cachorros y hámsters adquieren una importancia similar a la de los protagonistas, Alplax resulta, por su inconsistencia y por el uso de términos anacrónicos como "vaqueros" y "discoteca" –inverosímiles en boca de post adolescentes de los 2000–, el punto menos alto del volumen.

Al comienzo del segundo relato, Mi yeso, dos nenas llaman a su padre desde Villa Gesell y le presentan un problema: están solas en el locutorio y no saben cómo harán para pagar la llamada. El padre, sin haberles dado una solución definitiva, olvida el hecho hasta la mañana siguiente, cuando una de ellas vuelve a llamarlo para con¬tarle que ya están con su mamá y que, si bien no las dejó ir hasta que no se saldara la deuda, la mujer del locutorio las había tratado bien y hasta las había invitado a cenar a su casa.

Aunque no hay indicios de que la relación entre las chicas y la mujer prospere, es de esa manera, azarosa y absurda (absurda si se calcula que el precio de la llamada puede ser inferior al costo de la posterior invitación), en que se entablan la mayoría de los vínculos entre los personajes del libro. Relaciones fundadas en entredichos, sociedades comerciales formadas a partir de intercambios de mas¬cotas, ex parejas que confraternizan como hermanos. Así parece con¬formarse el universo rejtmaniano, un entramado en el que la familia tradicional como célula de la sociedad brilla por su ausencia.

El protagonista de Literatura, el tercer y ya mencionado relato, vive en la misma casa de Ramos Mejía en que vivió hasta sus diez años, cuando, luego del divorcio de sus padres y la venta de la propiedad, se mudara a Córdoba con su madre. Tiempo más tarde, la mujer, de vuelta en el Gran Buenos Aires, se enteró de que la casa estaba en venta y convenció a su segundo marido de comprarla. Aunque nunca se lo plantearon, desde entonces existió, entre madre e hijo, el acuerdo tácito de no mencionar nada con respecto a la historia familiar entre esas paredes.

Esta anécdota, que podría conformar el núcleo central del cuento –y que contada en otro tono y en otro contexto resultaría poco menos que fantástica–, es una más de las que componen esta suerte de diario donde el protagonista narra, entre otras cosas y como al pasar, sus inicios en la literatura, la relación con su novia y el reencuentro con su padre.

En Ornella, el último relato, una tercera persona da cuenta de las aventuras por las que atraviesa un grupo de gente cercana a los cuarenta años luego de proponerse instalar un novedoso negocio en Buenos Aires. Este resulta el texto más largo del libro y, por su complejidad, su trama colmada de acciones y su tono claramente alejado de la abulia, se diferencia del registro minimalista y epidérmico de los tres anteriores.

Al igual que a toda su obra cuentística y cinematográfica, Rejtman envuelve a Literatura y otros cuentos en una atmósfera extraña, donde la elipsis parecería ser el recurso natural para esconder, detrás de un tono general de comedia, pequeñas tensiones dramáticas que nunca llegan a desatarse. Todos los relatos están atravesados por un humor claro, a veces explícito y otras casi imperceptible, al punto de que es probable que el lector se pregunte si es lógico esbo¬zar una sonrisa ante determinada situación.

La singular propuesta narrativa de Rejtman no persigue el esclarecimiento de conflictos pre establecidos, sino que, al igual que lo hacen las hijas del protagonista de Mi yeso al llamar a su padre desde un locutorio en Villa Gesell, plantea en su génesis la aparición de problemáticas y, al mismo tiempo, la errante búsqueda de inciertas soluciones.

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