ENTREVISTA A LUIS CHITARRONI


Luis Chitarroni ha sido más reconocido por su labor como editor (en Sudamericana) que como escritor. Tendencia que ha ido cambiando a partir de la publicación, en 2007, de su "anti-novela" Peripecias del no. Anteriormente había publicado Siluetas, un libro de biografías o reseñas anecdóticas sobre escritores; El cararálida, novela; y artículos e introducciones a diferentes libros. Tal vez decidido a ocupar un definitivo lugar como escritor, ahora se encuentra trabajando en dos novelas y acaba de publicar Mil tazas de té, un libro de ensayos.

LAT- Para empezar, Contame algo de lo último que se publicó tuyo, Mil tazas de té.




Luis Chitarroni- Mil tazas… es una edición con cuatro ensayos, que una vez publicados me pareció que podría haber extendido más, en los que hablo del Quijote, de Aira, de un viaje a Cuba y de Sierra Padre, una novela de María Martoccia que me fascina.


LAT- ¿Cómo abordás el Quijote? ¿Qué más se puede decir del Quijote?



LC- Mirá… Paul Groussac decía que Cervantes no tenía estilo, por ejemplo; Nabokov y Martín Amis no lo entendieron tampoco, no se podían abstraer de esa mirada de “superioridad” que los hacía ver el mundo español como rudimentario y primitivo. Se pierden la fuente mágica del libro. En Amis es más entendible, habla desde el protestantismo, si bien él es ateo. Este ensayo sería un ataque a los detractores del Quijote. El otro ensayo iba a ser sobre el exotismo en la literatura argentina de los 80 y de los 90, pero terminó siendo más un balance general y un trabajo sobre Aira.



LAT- ¿De qué hablás?


LC- Entre otras cosas, hablo sobre el embeleso del aburrimiento que se nota en su literatura…. A veces, quien lee a Aira, debe tener paciencia: esperar el hecho que va a cambiar al libro totalmente. En sus libros hay siempre un “click”.




LAT- ¿Y Cuba?

LC- Me pareció importante no ser cínico ni crítico. No sé si lo logré.




LAT- Publicaste relativamente poco (Siluetas, El cararálida y Peripecias del no) No te sentís cercano a esos “escritores del no” de lo que habla Vilas Mata en Bartebly y Compañía?

LC- Ignoraba la clasificación de Vila-Matas, que acaso me involucre. Melville es un virtuoso del “sí” –Moby Dick, Mardi- que accede a la pertenencia del no por un aspecto parcial, Bartleby. Que los escritores inventen taxonomías caprichosas es algo muy divertido, pero en lo que respecta a contestar tu pregunta, respondo como Duchamp: “Ausencia de investigación en ese dominio”.


LAT- Vuelven a aparecer los personajes de El carapálida en tu próxima novela?

LC- Sí, claro, transformados y con otros nombres algunos. No sólo de El carapálida sino también de Peripecias del no, en ete caso sí con nombre y apellido.


LAT- ¿Leí mal ese libro o el carapálida (personaje) casi no aparece en el libro?


LC- No, es así. El Carapálida aparece en dos momentos, y en uno de ellos se le aparece a la persona equivocada. Me parece que la vida de los fantasmas tiene las mismas incertidumbres que la de los vivos. Es una ausencia.


LAT- Peripecias del no dividió aguas entre sus lectores: a algunos el libro le costó horrores y hasta tuvieron que abandonar en su lectura. ¿Te planteaste esto en el momento de darlo para publicación? èPensás que podrías haberlo “simplificado” un poco?

LC- “Abandonar” es un término que se considera de manera sustancial en Peripecias... Nadie tenía obligación de leerlo –o terminar de leerlo-, si yo me había tomado el trabajo anterior de no terminar de escribirlo. Y no se trata de una paradoja ni de un ingenio: abandonar es el acto o el verbo que necesita más presencia de ánimo en la vida cotidiana (con esto inauguro mi vida de aforista). Continúo: una vez que decidí –o mi pereza decidió- que Peripecias... fuera lo que es, el enigma se convirtió en su signo evidente. No había modo de “simplificar” una decisión. Como un imán, acarrea las atenciones parciales y los malentendidos (y maledicencias) que sobrevinieron. Desde “¿quién se cree que es” a “no tiene nada que decir”, oraciones plañideras y rutinarias del gimnasio cultural argentino.




LAT- Borges, en vez de escribir un libro extenso, prefiere hacer como que el libro está escrito y escribir una reseña sobre ese libro apócrifo. ¿Hay algo de esa intención en esas citas a escritores y obras inventadas en Peripecias del no?

LC- Peripecias... proponía incorporar una comitiva o secta de escritores “influyentes” tanto en el espacio cerrado del libro como en mi vida personal de escritor; sería lindo que la “apocrificidad” no fuera una descalificación. En mi vida personal, los “escritores” de Peripecias... -Nicasio Urlihrt, Oliverio Lester, Elena Siesta- siguen escribiendo en mí. La adscripción a la patronal borgeana es exacta, pero no exclusiva. Pensemos en Sebastián Knight, de Vivian Darkbloom, y en Hugo Selwyn Mauberley, de Pound. En Sally Mara, de Queneau. En términos de plan, programa o proyecto, el conjunto de escritores reunidos en la revista ágrafa de Peripecias... cumplía con una reparación histórica: la revista fue fundada justo el día de mi nacimiento. Cumplía así con una reparación histórica que sólo la ficción puede hacer que ocurra: que la vida empiece antes de que creamos que nos pertenece. Tributo no del todo inocente ni nostálgico al Tristram Shandy de Sterne.


LAT-¿Con Peripecias... se terminan tus intentos/borradores/fragmentos literarios inconclusos?

LC- Todo lo contrario. Peripecias... es sólo un trailer. Es cierto que quiero seguir con dos novelas de curso continuo, pero sueño con las anotaciones a las anotaciones de Peripecias..., un Footnotebook for DrSchollars.


LAT- En varias entrevistas te ponés en una posición crítica con respecto a esos escritores que aducen ”solamente querer contar una historia”. ¿Podrías explayarte al respecto?

LC- Creo que es un argumento pobre, que simplifica en una especie de slogan una ambición (la omnívora del escritor) convertida en modestia servil por la censura periodística.


LAT- ¿En qué medida te condiciona como escritor tu trabajo como editor de una editorial importante? ¿En qué medida no lo hace?

LC- Me condiciona como a cualquiera que trabaja “de otra cosa” (¿qué será trabajar de la misma cosa”?): sacándome ganas, sacándome tiempo, sacándome “tiempo libre”; me beneficia en términos fantasmales: me permite saber qué es lo que se escribe y qué es lo que se lee.


LAT- ¿Cómo ves el fenómeno blog con respecto a la literatura? Considerás que existe una literatura “blogger”?

LC- No puedo saberlo en la medida en que no los visito. De vez en cuando alguien me imprime algo y lo leo. Ojalá cree una especie de regreso al anonimato o a los centones.


LAT- ¿Y el momento actual literario?


LC- Es un momento de transición, que puede atraer muchos lectores a la narrativa argentina. Por un lado noto una camada de escritores embebidos en los emblemas de su propia generación. Estos autores son los que tienen más llegada a los lectores en general. Después están los que son más crípticos, que se leen entre ellos y que no apuntan al gran público, o al menos no tienen esa llegada. Y también hay otra corriente que no es tan atrayente a los lectores en general, pero sí para los que están metidos en el oficio, que serían esos autores con lecturas y referencias más clásicas, que van buscando sus propia voz independientemente de las corrientes.


LAT- Por último, ¿reconocés actualmente alguna antinomia similar a los que en su (tu) momento fue la de “Babélicos” y “Planetarios”?

LC- Durante años quise decir esto: “Como entre Florida y Boedo, es una antinomia falsa”. La historia de la literatura es algo que da risa, sobre todo cuando no se sabe si ya lo es. Yo apreciaba mucho el trabajo de Juan Forn en Planeta. Su actividad, su energía. Él creó en gran medida esa especie de pugilato entre babélicos vegetarianos y bibliómanos y planetarios viriles, vigorosos y carnívoros. ¡Mi falta de fe, de ambiciones y de propósitos era en ese momento tan poco admirable! Fijate que nadie menciona a Sudamericana sino a la revista Babel, que era una revista que pagaba –cuando podía- a los colaboradores. Una revista de información, de reseñas, dirigida por Dorio y Caparrós, cuyo secretario de redacción fue, inicialmente, Guillermo Saavedra. Ahora bien, hoy no veo diferencias mayores entre los libros de Fresán y de Bizzio y los de Forn y los míos. De modo que era un pretexto que ha demostrado ser bueno en la medida en que la personas que se perdieron esos años empiezan a preguntar por ellos.

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