por Ulises Cremonte
Las vanguardias fueron, al comienzo del Siglo XX, una muy productiva manera que la Modernidad encontró para mantener firme su ideal de progreso. Pese a los más agoreros presagios no hubo que lamentar víctimas. El arte no murió sino que mutó hasta adquirir, Duchamp mediante, la forma de un simpático receptáculo de mármol donde depositar bolitas de naftalina.
En esa época, en el campo de la literatura una serie de novelas asumieron como principal rasgo innovador el centrar la focalización en los pensamientos subjetivos del narrador. Autores tan variados como Henry James, Joseph Conrad, James Joyce, o Virginia Woolf, entendieron que la mejor manera de presentar el mundo no era a partir de la objetiva descripción omnisciente de la realidad, sino desde la inestable y arbitraria mente del protagonista. Con este desplazamiento la novela cumplió su cuota vanguardista.
Han pasado más de cien años; nada cambió y la ansiedad porque una novela corporice una nueva ruptura crece. Centenares de críticas literarias evalúan las novelas con el anhelado deseo de estar frente a La Novela, con mayúsculas y negrita. Es una expectativa que sólo padece este género, exigencia que la crítica no tiene con el cuento, y mucho menos con la poesía. La insatisfacción crece crítica a crítica y ninguna obra parece haber tomado la posta instaurada por aquellas vanguardias. Es cierto que aquel cambio en la focalización no fue el iluminado gesto de un autor, sino un movimiento coordinadamente azaroso. Quizá el error sea, entonces, buscar la ruptura en una sola obra y no mirar un conjunto de novelas.
Aquí, en la Argentina, cuando en 1975 Cesar Aira publicó Moreira, su segunda novela, creo una serie inagotable de exquisitas y desbordantes novelas. Su respuesta a la demanda totémica de la crítica fue producir obra(s) seriales y no mantenerse atado a la ingenua ilusión de que en los confines de una única novela se puede contener un todo innovador. El “todo” de Aira es más bien “todas” esas novelas que escribió y persiste en escribir. El todo no es un punto sino un continuum.
A fines de febrero, Cesar Aira, el escritor hispano más importante del siglo XXI, cumple 60 años y por cada vela, tendrá una novela. El futuro está en la proliferación exquisita de una escritura única y diversa.
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