FANTASMAS, (de Daniel Link) CARA- por Marina Arias

FANTASMAS
de Daniel Link
Eterna Cadencia, 2009

CARA- por Marina Arias


... entonces Damián Dreizik caía de rodillas, se ponía bizco, movía las manitos dentro de los puños del buzo y, cual chico al que le faltan unos cuantos caramelos en el frasco, aturdía con un desgañitado “¡dibújame un cordero!” a Carlos Belloso que venía a hacer las veces de un Saint-Exupéry con poca paciencia y cachetada fácil. El recuerdo me da tanta risa como aquella noche en que disfruté de la escena en vivo: los 80 se nos estaban terminando, creo recordar que era en El Piccolo Teatro e intuyo que formaba parte de un espectáculo del dúo Los Melli que se llamó “Palomitas por Doquier” (me pasé un buen rato buscando inútilmente en google para confirmar esta cuestión… la buena noticia entonces es que, al menos por ahora, las personas seguimos acreditando un archivo selectivo que no se encuentra así como así en la red… Y si al lector le viene a la cabeza algún otro dato más preciso sería precioso que me lo compartiera).

A esta altura de la reseña cualquiera se preguntará que diantre tiene que ver aquel antediluviano sketch de Los Melli con Fantasmas, el nuevo libro de ensayos de Daniel Link. Pues bien: es que en el capítulo “Infancia”, el autor analiza las causas del éxito universal y eterno de El Principito. Y así como el dúo cómico se burlaba de su mítica candidez y denunciaba lo insufrible de tamaña curiosidad infantil, el crítico literario señala: “Quién no ha sido educado por ese texto sombrío y de una melancolía infinita en el cual no se sabe si lo más memorable es la psicósis del protagonista o la psicósis colectiva que hizo de esa incitación al suicidio una lectura de infancia, y todavía más ‘la’ lectura de infancia”. A partir de esa reflexión que como toda descripción certera inmediatamente se vuelve evidente y necesaria, Link se adentra en un análisis biográfico, multidisciplinario y contextual del texto para arribar a la conclusión de que en él, a través del encuentro entre el aviador y el niño, se replica el encuentro de dos fantasmagorías de velocidades diferentes: el imaginario de infancia y el imaginario pedagógico cultural sobre la misma. A ello atribuye su éxito colosal. Pero para quienes alguna vez han atesorado la obra cumbre de Saint-Exupery como una suerte de Las Enseñanzas de Don Juan para principiantes (y alguna vez han caligrafiado en agendas de la adolescencia “lo esencial es invisible a los ojos” justito al lado de “si amas algo déjalo libre”) las conclusiones de Link son aún más demoledoras: “El Principito es el libro absoluto porque es el libro de quienes han leído un solo libro, el libro absoluto, el libro que fija los procesos de interpelación de la infancia para constituirla en mercado”.

Por supuesto que Fantasmas es mucho más y diferente que el capítulo dedicado al chamán de nuestra infancia. Es una suerte de antología de ensayos que en sus primeras páginas plantea un objetivo tan ambicioso como atractivo: acercarse a la categoría estética “imaginación”, entendiéndola no como capacidad creadora sino como fuerza que define a la conciencia y es fundamento de la razón. “La imaginación es una fuerza presubjetiva que nos arrastra. No soy yo el que imagino sino que me dejo llevar por una forma de la imaginación de la que participo”, señala Link y se adentra en la especificidad de la literatura que “sólo empieza cuando nace en nuestro interior una tercera persona que nos desposee del poder de decir ‘yo’. (...) Es aquello que comienza cuando ‘yo’ deja de parlotear”. Quizá por eso el autor piensa en torno a textos clásicos como Lolita o Pedro Páramo, se detiene en la biografía familiar de Thomas Mann y en la misma clave analiza algo de la obra de Clarice Lispector y de Copi. Pero además, casi como permitiéndose y permitiéndonos un recreo, echa un vistazo al star system de Hollywood y a algunos productos del cine vernáculo contemporáneo.

Fundamentalmente, los ensayos de Fantasmas develan un elemento que los sobrevuela y los enraiza como una totalidad: la imaginación de la catástrofe. Una fantasmagoría que nos arrastra como sujetos contemporáneos pero que, sostiene Link, puede ser puesta en marcha por la escritura (¿la “buena”, es necesario agregar?) para transformarse en una práctica con sentido de futuro.

Los libros más vendidos son aquellos que ocupan un lugar central en tanto dispositivos de adoctrinamiento en la escuela, en las familias, en las iglesias”, dictamina el autor en el ya citado capítulo dedicado a El Principito. En este sentido, la parodia de Los Melli recordada al inicio de estas líneas constituiría un acto creativo develador. Un cachetazo a esa idílica infancia “hiperconciente” para que los sujetos despertemos y de una vez por todas nos pongamos a imaginar un mundo mejor.

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