ENTREVISTA A FOGWILL POR LA REEDICIÓN DE "VIVIR AFUERA", por Augusto Munaro

ENTREVISTA A FOGWILL POR LA REEDICIÓN DE "VIVIR AFUERA"

por Augusto Munaro



Hace treinta años, el escritor Rodolfo Fogwill publicaba su primer libro. Se trataba de su poemario, El efecto de realidad. Tenía entonces casi cuarenta años de edad. Un año después, en 1980, luego de ganar un importante concurso literario, con el dinero, fundó y desarrolló una editorial independiente, la mítica Ediciones Tierra Baldía, sello que incluiría en su catalogo, algunos de los más grandes poetas de su generación: Néstor Perlongher y Osvaldo Lamborghini. Con esta osada propuesta, irrumpió en la historia de la literatura nacional, y desde entonces, su figura mítica ha crecido, siempre avanzando instintivamente, legando una serie de libros fundamentales, tanto en poesía como en narrativa. Sociólogo graduado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (de la que fue docente y profesor titular), muy pronto construyó una obra que –además de ser traducida entre otras lenguas al alemán, francés, inglés y portugués-, alcanzó su mayor prestigio crítico con la aparición de sus novelas: Los pichiciegos (1982) y Vivir afuera (1998). Mientras que la primera lleva agotada más de cinco ediciones, convirtiéndose en un verdadero clásico moderno, la editorial El Ateneo acaba de reeditar Vivir afuera, volumen que pone al descubierto, los mecanismos y las distintas modalidades de su múltiple focalización narrativa, que atraviesa géneros y obsesiones, pero conservando siempre su acento particular con una prosa paródica, lapidaria: inclasificable.

Fogwill –lo confirma su mirada íntimamente reflexiva y por ende, conflictiva-, es uno de los pocos escritores de su tiempo, que no considera la literatura como un arte solemne y sagrado. Tal vez, precisamente por esa misma razón, sus mejores escritos siempre despliegan dos elementos indisociables entre sí: la irreverencia del pensamiento y la pasión desbocada por la libertad. Postulados que requieren lectores cómplices y testigos, para poder apreciar su obra narrativa, en toda su rebelde dimensión.

Como ocurre con sus otras novelas, cada una es un verdadero campo de maniobras, formas de artificios maníacos, donde el pensamiento frontal, crudo pero sincero, pone en constante tensión a la escritura. Su laboratorio de pruebas, se articula a través de una única estrategia: la de prescindir de toda estrategia narrativa. De este modo, Vivir afuera, se inscribe entre lo más figurativo de su apuesta, entrecruzando amor, política, violencia; y lo sacrifica a la fuerza de las voces e inesperadas vivencias de sus personajes. Transgresor, innovador, Fogwill es mucho más que un autor, es un estilo de escritura. Buena o mala, es incuestionablemente verdadera. Y lo seguirá siendo, mientras la autenticidad se considere un desafío.

-¿Cómo surgió Vivir afuera?

-Hacia 1985 yo trabajaba un par de tardes por semana en La Plata y volvía por la autopista pasada la medianoche. Fui hilvanando los recuerdo de la ruta y de los suburbios mal iluminados que concebí en el relato que da comienzo a la novela.

-Por entonces, durante los años ochenta, escribiste cuatro libros de cuentos, lo que no es poco. ¿Sentías mayor predisposición por desarrollar textos breves, o te estabas preparando para la novela, género que exploraste en reiteradas oportunidades, en los noventa?

-Desde que me fui de la universidad nunca volví a pensar en prepararme para nada.

-¿Cuáles fueron los motivos que te llevaron a escribir Vivir afuera?

-Motivos para escribirla, no tenía otro que la evidencia de que yo era escritor y que narrar era una de los pocas cosas que no me salía totalmente mal.

-¿A qué alude el título de la obra?

-La expresión “vivir afuera” alude a todo lo que alguien pueda sentir al escucharla. Fuera de la ciudad, fuera de la ley, fuera de las obligaciones cotidianas, fuera de sí…

-¿Qué modificaciones se contemplaron para la realización de esta nueva edición del libro?

-Ninguna, salvo restituir el formato de edición para que fue previsto, el numero de caracteres de cada página, el emplazamiento de los saltos de párrafo, el grosor del librito.

-¿Por qué sus capítulos no están numerados?

-Porque no era necesario, bastantes cambios de registros hay en cada grupo de párrafos, y a veces, en el mismo párrafo. Yo los debo haber usado, pero nunca entendí si los números de capítulos significan algo más que la idea de un autor que lleva su libro de contabilidad.

-En el prólogo de esta segunda edición, decís que la novela “no ha envejecido”. ¿Se debe únicamente a su capacidad de predecir ciertos hechos (entre otros: políticos, tecnológicos y sociológicos), o también encontrás en tu libro, atributos estrictamente literarios?

-No… Escribí que no envejeció porque no fue una obra prevista para la oportunidad o la moda de aquellos años. Y eso mismo tendría que ser un atributo literario.

-También aclarás en el prólogo que el tema es el lenguaje: “los diálogos de los personajes de mundos dispares que se mueven, hablan y se hablan”. ¿Escribir es también denunciar las deficiencias de una realidad, de una clase social, de un Estado en particular?

-La idea de moverse, hablar y hablarse es completamente ajena a cualquier proyecto de denuncia. A pesar de mi formación y de certidumbre sobre la lucha de clases, también es ajena la idea de clase: todos los personajes son virtualmente “lumpenes”, gente desclasada y traidora a su clase. –Como yo..!- Por ahora, en esta etapa de confusión y desclasamiento creciente, mas que denunciar hay trazar los limites del adentro y el afuera de las disposiciones ideológicas. Recordemos que vivimos en un país cuyo padrón vota en un 92% a favor del capitalismo. Y que los grupos anticapitalistas en su mayoría consensúan en la democracia, y los pocos disidentes marchan a la cola de partidos que profesan o simulan lealtad a la democracia y eligen el destino capitalista.

-¿Compartís la idea de Enrique Vila-Matas que “un texto tiene validez si abre nuevos caminos”?

-Es una buena idea. Pero hace casi cuarenta años que todos nos la pasamos citando indirectamente la conferencia de Foucault “¿Qué es un autor?” Es lo que hace el zorro de Barcelona.

-El relato se desarrolla a través de once horas. ¿Sentiste que condensando el tiempo de la acción, mayor sería la tensión entre los personajes, y más rica las posibilidades lingüísticas?

-No: pero calculé que once horas serían suficientes para “enunciarlos” sin caer una trama de aventuras con desenlace, suspenso, intriga y todo eso que atrae a la literatura comercial.

-¿Por qué creés que existe la literatura comercial?

-Existe porque vivimos en un mundo de producción, almacenamiento, transporte, distribución, nuevo almacenamiento y venta. Se puede escribir por y para la producción –eso es un Autor- o para la venta. La literatura comercial se escribe para vender y eso no es malo: Balzac, Simenon…hay miles de ejemplos de gente que escribía penando en la venta y dejó grandes obras.

-Respecto al estilo de tu prosa, ¿cómo llega a desarrollarse el modo expresivo y filoso de tu escritura? ­¿Creés que haber firmado más de 250 columnas sobre política cultural a comienzos de los ochenta, durante la etapa de la transición democrática en Argentina; fue un factor determinante?

-Al revés: desde mis primeros –y malos- poemas, tenía bien conciente de que yo solamente podía escribir en contra. Había más libelo en mis primeros poemas y relatos que en la más amarilla de mis notas de prensa.

-En una reciente entrevista, dijiste que “sólo se puede escribir en contra de algo”. ¿Podrías ahondar ese concepto?

-Debo corregir la frase, debí haber escrito “sólo se puede escribir literatura en contra de algo”. Escribir a favor se puede en la prensa, en las letras de rock, el los libros comerciales. Por ejemplo, se ha dicho en muchas partes que Vivir Afuera está escrita contra el pobre Menem, y en realidad fue escrita contra esa idea menemista que estaba dentro de la cabeza de los lectores, y sigue vigente allí con lo mitos de lo popular, el progreso y todo eso que no diferencia a menemistas, kirchneristas, radicales y progres en general.

-¿Creés que Vivir afuera, por la cantidad de personajes y temas tan disímiles que trata, haya sido tu libro más ambicioso, y por eso mismo, el más “celebrado” por la crítica?

-No. Creo que en su momento se celebró lo inesperado del tema y de su escritura y que ahora se celebra que siga siendo vigente hasta que aparezca algo mejor.

-Si la comparás con tu otra novela, Los pichiciegos (1982), además del género y extensión, ¿en qué se diferencian?

-Para mí son la misma novela que sigue gravitando alrededor de la continuidad entre la guerra, lo político, el arte y el comercio.

-A nivel personal, ¿qué trascendencia tuvo tu amistad con Osvaldo Lamborghini y Marcelo Fox, este último, autor de Invitación a la masacre (1965)?

-No fui amigo de Fox. En 1961 parábamos todos los días en el mismo bar, pero el siempre se sentaba en la mesa del Maestro Juan Carlos Paz y la bailarina Graciela Martínez, que ocupaban el lado gris del Coto Grande de la calle Viamonte. Mi vínculo con Osvaldo fue determinante de toda mi literatura.

-¿Y Miguel Briante?

-A Briante lo traté siempre como a un par, y cuando comprobé que me respetaba como escritor sentía esa sensación que describe Lamborghini en Fiord: la emoción de haber vivido para ese momento.

-Saúl, Pichi, Gil, Mariana; Susi, son algunos de los protagonistas. ¿Nacieron de las circunstancias a medida que escribías el texto o ya los tenías delineados antes de escribir el primer párrafo de la novela?

-Al Pichi (que viene de pichiciegos) y la Marina los vislumbra en puesto caminero el personaje del primer tramo y solo necesitaba el azar de juntarlos. Todos los demás fueron naciendo de necesidades del relato, necesidades de enunciar o sugerir algo que no cabía verosímilmente en la conciencia de los otros personajes

-Hay autores como Ricardo Zelarayán, que no creen en las obras terminadas. ¿Adherís a ese pensamiento?, ¿pensás que un texto puede siempre mejorarse?

-Jamás contradeciría algo que diga Zelarayán. Por lo menos, no lo haré hasta que pueda escribir algo tan contundente, necesario y concluido como su “Gran Salina”.

-¿Te interesa la poesía de Zelarayán tanto como aquella de Néstor Perlongher y Héctor Viel Temperley?

-Creo que todos los grandes poetas contemporáneos me interesan por igual, Carrera, Diana Bellesi, Gelman, los Lamborghini, Perlongher y Viel, Sergio Raimondi, Fábian Casas, Silvio Matttoni, Gambarotta, Arnaldo Calveyra, Daniel Durand, Osvaldo Aguirre, Freidenberg, María Medrano, podría nombrarte más de cincuenta poetos y poetas argentinos que me interesan por igual.

-¿Es Gil Wolff realmente tu alter ego?, ¿creés que compartís alguna de sus manías?

-Comparte varios de mis vicios y mis manías pero lo que mas nos asimila es la moral (¿o la amoralidad?) común y el mundo bien exterior en el que nos movemos. Gil Wolf firmaba algunos de mis artículos de los últimos años del Proceso, que de paso, te recuerdo que bien se llamaba de “reconstrucción nacional” porque remodeló la nación al servicio de sus nuevos propietarios.

-¿Creés que Vivir afuera se perfila como La novela de los noventa?

-No creo, ojalá. Puede ser una novela importante del dos mil y pico.

-En cuanto a su componente político, ¿de qué modo la condición social de tus personajes condicionó la estructura narrativa de la novela?

-La estructura surge del azar de los encuentros y desencuentros de la noche porteña y está más que nada condicionada por lo que a medida que escribía advertía que había pasado por alto entre todo lo que por entonces quería manifestar.

-¿Continúas creyendo que el desconcierto puede ser uno de los principales incentivos para narrar?, es decir: escribir para desconcertar. ¿Por qué?

-Por dos razones: para actuar sobre el cuerpo del lector de alguna manera que no sea sólo la risa y las erecciones del bajo vientre y para provocar un instante de duda sobre las propias creencias, o de la red sobre las que las creencias del lector fueron ordenadas por el arte y los medios.

-¿Creés que Vivir afuera haya incorporado a lo largo de sus 400 páginas, muchas ideas y temas recurrentes de tu vida privada? Pienso en sus opiniones sobre el divorcio, la atracción sexual, etc.

-Sí… Si no incorpora mas ideas es para evitar que se convierta en un panfleto, o en una autobiografía.

-Tus libros han llegado a varias editoriales españolas. Lo cual no es poca cosa. Algunas obras tuyas ya se han traducido al portugués e inglés. ¿Te interesa el público europeo?¿Qué otros libros Tuyos se reeditarán en España, próximamente?

-Posiblemente dos o tres novelas más y una nouvelle aparecerán por Periférica mientras siga pagando bien y portándose tan bien como hasta ahora y no caiga en manos de Random House o grupos parecidos con lo que no quiero saber más nada. De Europa solo me interesan los euros que paga.

-¿Qué novelas argentinas recomendaría leer?

-De las contemporáneas recomendaría que lean todas para que puedan advertir porque diferencia a Sergio Bizzio, Hebe Uhart, Iosi Havilio, Diego Meret, y particularmente a Sergio Chejfec y a César Aira del inmenso remanente.

-¿Estás escribiendo o pensás escribir una nueva novela?

-Ahora debo cumplir con Periférica una nouvelle que me ha contratado y que ni siquiera empecé a pensar. Mientras, corrijo un par de novelas escritas a partir del 2001 una de la cuales se conoce por un anticipo publicado en Revista de Occidente. ¡Justo yo, tan desorientado, en occidente!

-Fogwill, ¿creés, como alguna vez dijo Daniel Link, que tu mirada aguza “sobre los fenómenos que la literatura tiende a excluir”, y por eso corrés el riesgo –o más bien, todo lo contrario-; de tildarla de “provocadora”?

-Mi idea es “vivir afuera” de la institución literaria, que, parece que cuando la logro, cautiva a los académicos como Link, que a pesar de ello es buen lector.

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