LOS FANTASMAS SIEMPRE TIENEN HAMBRE (de José María Marcos), por Juan José Burzi

LOS FANTASMAS SIEMPRE TIENEN HAMBRE
de José María Marcos
Muerde Muertos, 2010
por Juan José Burzi



No sería justo encarar la reseña de Los fantasmas siempre tienen hambre sin hacer mención a la acertadísima contratapa que escribió Alejandra Zina, en donde logra resumir, en pocas palabras, lo que sucede con este libro: “En sus cuentos hay fantasmas, espíritus malignos, casas embrujadas y zombies. Todos ellos me parecieron criaturas nobles y hasta sentimentales, tipos con códigos. Los personajes realistas no. Un hombre que patea a mendigos, un nene que mata a su gato, un brutal oficial de la Bonaerense son otra clase de monstruos. Si me dan a elegir, me quedo con los fantasmas de José María. Con ellos voy a estar a salvo.” Concuerdo, como ya he dicho, 100 por ciento con Alejandra.

Los fantasmas… es un libro para iniciados y para no inciados. ¿Iniciados en qué? En la literatura “de género”, o para ser más claros, en la literatura de terror. Género poco transitado en Argentina (una novela de Feiling, cuentos de Mariana Enríquez, algo de Lugones, intentos más bien bizarros de Laiseca, algún cuento suelto por acá o allá…). Todos los cuentos están encabezados con citas (de Borges, Sábato, Laiseca, Camus… pero también de Clive Barker, Stephen King, Lovecraft) y pareciera que con ese recurso el autor dejara en evidencia que la mal llamada “literatura de género” es nada más que “literatura” (o no lo es).

Como ejemplo del contenido del libro puede ser ilustrativo El gordo, donde hay un niño obeso, un padre policía particularmente “estricto” y sádico y un acto de venganza redimidor. También está Manchas, un relato emparentado con La caída de la casa Usher de Poe y Las ratas en las paredes de Lovecraft, que se inscribe en una larga tradición de casas malditas, al igual que sucede con La casa Hansen, con una referencia directa al cuento de Poe.

En El ventanal el protagonista es un joven y una anciana terrible, un típico caso de cazador cazado.

Para muestra basta un botón dice el dicho (y alguna vieja) y más que revelar los argumentos de los cuentos que siguen, es mejor poner énfasis en el hecho de que un autor argentino está iniciando una obra ambiciosa desde su génesis: tender puentes entre los clásicos autores de horror y la actualidad, un relato de terror autóctono, con las características propias de una realidad nacional y las raíces del miedo, que en esencia, son las mismas acá y en la China.

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